4.10.23

Algunas preguntas sobre el Sínodo de la Sinodalidad

Ahora que el Papa Francisco ha puesto de moda criticar la autorreferencialidad, una palabra que la mayoría de nosotros nunca había oído antes, ¿puede haber algo más autorreferencialmente autorreferencial que un sínodo sobre la sinodalidad? ¿El año que viene se celebrará un sínodo postsinodal sobre la desinodalización de lo sinodalizado, para batir el récord?

Dicen los expertos que el 123,7 % de los seres humanos y buena parte de los extraterrestres aborrecen con todas sus fuerzas las reuniones, ya sean en la oficina, las comunidades de vecinos u, horresco referens, en las parroquias, y que la última vez que una reunión tuvo resultados productivos fue cuando Eva y la serpiente se reunieron para decidir el menú del día. ¿De verdad alguien piensa que lo que necesita la Iglesia es una reunión sobre las reuniones (porque, si el griego no me falla, eso es lo que significa sínodo de la sinodalidad)?

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2.10.23

Una «respuesta» a los dubia que no es ni siquiera cristiana

Leo con asombro y tristeza la respuesta que escribió el Papa Francisco a los dubia presentados por cinco cardenales sobre los temas que van a debatirse en el tristemente famoso Sínodo de la sinodalidad. No vamos a entrar en si fue redactada por el propio Papa o por el cardenal Fernández. En realidad da igual: está firmada por el Papa y eso es lo que importa.

Esta “respuesta”, como era de prever dada la confusión actual, no responde a las preguntas, sino que se limita a confundir más las cuestiones en lugar de aclararlas, una forma de actuar que, hasta donde puedo ver, es inédita en el Magisterio de dos milenios de historia de la Iglesia. Desgraciadamente, eso no es lo peor y decía que he leído la respuesta con asombro y tristeza porque me veo obligado a concluir que no es simplemente confusa y errónea, sino que ni siquiera cumple los requisitos mínimos para ser considerada cristiana. Al menos a mi (falible) juicio. Vamos a verlo brevemente.

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27.09.23

Silencios episcopales

Todo muchacho español debería leer al menos una vez Embajador en el infierno, una verdadera anábasis española en la que se relatan las peripecias del capitán Teodoro Palacios Cueto y el puñado de oficiales y soldados españoles de la División Azul que fueron tomados prisioneros por los soviéticos. Durante doce larguísimos años fueron pasando por campos de concentración a lo ancho y largo de la inmensidad rusa (y la actual Ucrania), sometidos a innumerables penalidades, vejaciones y presiones por parte de los guardias y comisarios soviéticos, antes de conseguir regresar a España. Su entereza, valentía, caballerosidad y patriotismo deberían ser un ejemplo para nosotros en estas épocas más blanditas y decadentes.

El libro no es, ni pretende ser, una joya literaria, pero tiene multitud de escenas emocionantes, terribles y, sobre todo, admirables, que se graban en la mente para toda la vida. Una de ellas, que me ha estado rondando por la mente estas últimas semanas, me parece especialmente instructiva para la situación actual de la Iglesia.

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23.09.23

19.09.23

Los buenos curas

Este verano vino a visitarnos un amigo sacerdote, simplemente para estar un rato con nosotros y comprobar cómo estábamos. Pasamos un rato agradable en el jardín, merendando mientras charlábamos de mil y una cosas, desde acontecimientos familiares hasta el estado de la Iglesia.

Mientras le escuchaba hablar, me quedé pensando en lo asombrosos que son los buenos curas. No me refiero a las cualidades humanas, porque unos las tienen y otros no, como todo el mundo, sino a su cualidad sobrenatural de ser milagros andantes. Con su sola presencia, transforman el mundo a su alrededor. Y me refiero a los curas normales, los que simplemente hacen lo que deben hacer: esos son los curas buenos.

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