InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: El reverso del tapiz

30.05.19

Solo un vaso de agua

Ayer tuve que traducir un texto en el que aparecía el subjuntivo del verbo satisfacer y me vino a la memoria, imparable como las magdalenas de Proust, el recuerdo de cuándo aprendí a conjugar ese verbo. Me acordé del día en que sucedió y del profesor que me enseñó a hacerlo, hace casi treinta años, explicándonos pacientemente que satisfacer provenía del verbo hacer (satis facere, hacer lo suficiente) y, por lo tanto, se conjugaba como él: haga, hiciera > satisfaga, satisficiera.

Es un detalle pequeño y podría decirse que insignificante, pero ha hecho que me quedara pensando en lo incalculables que son el bien y la verdad, en su fecundidad insospechada. Un sencillo bien hecho a una persona o la enseñanza de una pequeña verdad, quizá con la sensación de que no sirven de nada porque nadie los aprecia o nadie está prestando atención, pueden dar fruto un cuarto de siglo después.

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25.09.18

20.03.17

La causa de Cristo siempre está en su última agonía

Por alguna extraña razón, las verdades más terribles de nuestra religión siempre me consuelan de una forma especial en mi debilidad. El pecado original, las infidelidades de Israel, la agonía y la muerte de Cristo, la traición de Pedro y los apóstoles, los innumerables pecados de clérigos y seglares en la historia de la Iglesia y el Juicio Final siempre han sido para mí una garantía de que la fe católica es cierta y no una teoría humana más o menos placentera, una mera ideología que somete la realidad a moldes estrechos y falsos.

Es cierto, soy débil, pecador, inconstante, necio y nada de fiar, pero precisamente por eso, cuando soy débil, entonces soy fuerte. Porque la salvación no depende de mí, sino de Cristo, que ha vencido al mundo. Es cierto, la Iglesia es un desastre, sus dirigentes a menudo parecen empeñados en destruirla, sus soldados rehúyen la batalla, sus santos escasean y da la impresión de que hasta sus vírgenes se han dormido. Pero sabiendo que esto había de suceder, Cristo la amó y se entregó por ella, para santificarla.

Con el deseo de animar a los lectores en estos tiempos difíciles, traduzco para el blog un pequeño texto de Newman (de sus tiempos anglicanos) en el que el gran cardenal hablaba de estas cosas. La Iglesia siempre ha sido un desastre y siempre lo será hasta el último día. Por supuesto, esto no quita gravedad a la situación actual, pero sí nos da una perspectiva diferente, de eternidad. Poned los ojos en las cosas de arriba y no en las de la tierra.

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26.02.14

Sor Sonrisa y los misterios de Dios

Sor SonrisaEl comentario de un lector y, probablemente, la mano de Dios, me llevaron un día a investigar la historia de Sor Sonrisa. Quizá ese nombre haga pensar a los lectores que se trata de una historia alegre y divertida. Me temo que no es así.

Jeanne-Paule Marie Deckers nació en Bruselas en 1933. Sobrevivió siendo una niña a la Segunda Guerra Mundial y a la escasez posterior a la misma. A los veintiséis años, entró en el convento de Dominicas de Fichermont, situado en el lugar donde se produjo la batalla de Waterloo. Como monja dominica, tomó el nombre de Hermana Luc-Gabriel.

Le gustaba mucho la música, componer canciones y tocar la guitarra. Una de sus canciones era tan pegadiza que la compañía Phillips le propuso grabar un disco en 1963. Para evitar que la grabación perturbase demasiado su vida monacal, la Hermana Luc-Gabriel no apareció en la portada y ni siquiera se mencionaba su nombre, sustituido por el apodo elegido por la discográfica: Sor Sonrisa.

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5.11.12

Una mujer de éxito

Mujer solitariaCristina nació en los sesenta y es consciente de que ha tenido mucha suerte por la época en la que le ha tocado vivir. Las barreras que impidieron triunfar a su madre y a sus abuelas ya habían sido derruidas, al menos en parte, y ella pudo hacer libremente todo lo que quiso.

Fue a un colegio de pago y pasó siempre sus vacaciones en Inglaterra o Estados Unidos para aprender inglés. La ropa siempre de marca, claro. Sus padres la apuntaron a clases extraescolares, que además le permitían pasar el tiempo hasta que ellos volvían (tarde) del trabajo. La cuidaba una chica que jamás la regañó. No tuvo hermanos y, aunque a veces se quejaba de estar siempre sola, luego entendió que era lo mejor, para que todos pudieran vivir más cómodamente.

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