Date prisa
La liturgia de la Iglesia está repleta de cosas extrañas y maravillosas. Miremos, por ejemplo, cómo empieza la Iglesia todos los días su oración oficial de laudes, oficio de lecturas, hora intermedia, vísperas y completas (excepto la primera hora del día):
-Dios mío, ven en mi auxilio.
-Señor, date prisa en socorrerme.
Muchos lectores habrán repetido tantísimas veces esas palabras que su cerebro ya ni siquiera las procesa al pronunciarlas, pero lo cierto es que resultan muy llamativas. Todos los días (y varias veces cada día) empezamos nuestra oración diciendo a Dios que se dé prisa. ¿No son demasiadas prisas? Alguna vez sería comprensible, por tratarse de una urgencia especial, como una enfermedad terminal, extrema necesidad o un peligro de muerte, pero ¿todos los días? ¿Una urgencia habitual? Parece un poco exagerado.
Como suele suceder, sin embargo, la exageración viene de que estamos exageradamente faltos de fe y no de que la Iglesia no sepa lo que nos conviene. En efecto, la oración oficial de la Iglesia hace, con su jaculatoria inicial, un preciso retrato de quiénes somos y lo que necesitamos.
En el plano natural, la urgencia es indudable. A fin de cuentas, Dios no se limitó a crearnos de la nada, sino que nos mantiene segundo a segundo en la existencia. Cada uno de nosotros recibe su ser directamente de Dios en todo momento. ¿Cómo no tener urgencia en pedir su ayuda? Si Dios no nos sostuviera durante un solo instante, volveríamos a caer en la nada y dejaríamos de existir. Somos como náufragos que se sumergirían sin tardanza en los mares procelosos de la inexistencia si no fuera por el cabo que les han lanzado desde un barco.
A esto se suma que absolutamente todo lo que existe es creación de Dios y, si podemos disfrutar de ello, es por designio intencionado y amoroso de su Providencia. Necesitamos la ayuda de Dios más que el comer, el beber o el respirar porque literalmente es Dios quien nos da el comer, el beber y el respirar. Dependemos en todo de él, más que un recién nacido de su madre y su padre y, al igual que un recién nacido, es justo y necesario que lloremos y reclamemos con urgencia a nuestro Padre.
En el plano sobrenatural, Cristo mismo nos advierte: sin mí no podéis hacer nada. Y, sabiendo que somos más bien torpes, lo explica con una imagen agrícola: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Dios es la vida eterna y, en cuanto nos deja de su mano (o, más probablemente, nosotros nos soltamos de ella), inmediatamente nos secamos, nos quedamos sin la vida eterna, es decir, nos morimos. En ese sentido, como enfermos terminales por la letal herida del pecado, vivimos perpetuamente en peligro de muerte y de muerte eterna.
Conviene recordar que la vida cristiana es un combate. No vivimos en la paz del paraíso, sino en el mundo posterior a la caída, que está en manos del Príncipe de este mundo. Es una lucha a muerte que no podemos ganar con nuestras propias fuerzas. Los santos, que son los únicos que se conocen bien a sí mismos, saben perfectamente que, sin la gracia de Dios, no tardarían en caer en los peores pecados. El que está en pie, cuidado no caiga. Por eso, buscando refuerzos en una batalla que parece irremediablemente perdida, cada uno de nosotros clama como el Salmista: levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor. Nuestra única esperanza es que se cumpla una vez más lo profetizado: el Señor está a tu derecha, destruirá a tus enemigos.
¿Cómo no vamos a acudir a Dios con urgencia? Lo extraño sería lo contrario.
19 comentarios
Claro que ese versículo está tomado de la SE: del Salmo 69, 2: "Deus, in adiutorium meum intende; Domine, ad adiuvandum me festina".
S. Juan Casiano, uno de los padres de la espiritualidad y del monacato occidentales, trae unas preciosas consideraciones sobre esa jaculatoria en sus Colaciones: en la X, del abad Isaac, n. X.
En fin, es inmensa la riqueza de la sagrada Liturgia de la Iglesia. Y la Liturgia de las Horas, en especial, rebosa de textos sagrados.
El pedido de auxilio es un acto de Fe, la centralidad de la Fe, pero además un reconocimiento de carencia absoluta, "sin Dios no se puede".
A partir de ahí lo demás toma sentido y lo pierde a medida -geométricamente- que pretendamos hacerlo solos, sobre todo justificarnos solos, especialmente en Doctrina y Moral.
El sentido de la "urgencia de Dios" ha sido demolido, desordenando -muchas veces a sabiendas- la íntima, personal y única para cada persona, relación con Dios, para anteponer mis "comodidades" a la realidad.
Cuando un ciego....
-VENGO PRONTO
Ya hace 2000 años casi que lo dijo...
-¡¡¡DATE PRISA!!!
Es como el Marana tha del Adviento.
Bastante de acuerdo.
Excepto en el último párrafo, claro, que es completamente erróneo. No es "realismo teológico" pensar que "nosotros, los que estamos vivos hoy, no veremos con estos ojos de carne la venida gloriosa de Cristo". Eso es una especulación suya, sin la más mínima base teológica o real. No sabemos si estaremos vivos cuando Cristo venga en su gloria. Es más, lo lógico, lo cristiano, es esperar que Cristo vuelva durante nuestra vida, como hacía el propio San Pablo, para vivir esperando de verdad, no con una espera teórica, sino concreta, real y urgente. Si después Dios quiere que la venida gloriosa de Cristo se produzca en otro momento histórico, que así sea. Pero nosotros esperamos que venga y, desde luego, no presuponemos que no va a venir pronto.
Con tu permiso, voy a explicar el combate espiritual con un combate material.
Erase una vez un párroco que quiso explicar a sus alumnos en la catequesis la importancia de mantenernos alerta, y puso un ejemplo muy gráfico:
Los barcos japoneses tuvieron que salir a pescar a varios kilómetros de la costa. Cuando volvían a puerto el pescado llegaba muerto y no se podía vender en el puerto y en los mercados y perdieron dinero. Y pensaron: pondremos unas piscinas en el barco con agua de mar y echaremos ahí el pescado hasta que lleguemos a puerto y de esta forma el pescado llegará vivo. El pescado llegaba vivo a puerto pero era un pescado graso, ya que los peces se mantenían quietos en la piscina, comían pero no hacían ejercicio porque en la piscina no había depredadores, y a los japoneses este pescado tampoco les gustaba y las empresas del pescado perdieron dinero. Entonces metieron un tiburón vivo en la piscina y asumieron las pérdidas ya que el tiburón se comía algunos pescados, pero los que llegaban vivos a puerto, llegaban vigorosos, con buenos músculos, y muy fresco, porque tenían que estar nadando continuamente para que el tiburón no los comiera. Pues así nosotros, tenemos que estar nadando continuamente para que el tiburón no nos coma, efectivamente, la vida es nadar y nadar.
Menciona laudes, ... y luego dice, excepto la primera hora del día, ¿la primera hora del día no es laudes? excepto en monasterios y conventos, la primera oración del día se reza con interrupción del descanso nocturno.
El caso es que nuestra primera oración del día comienza con esta pequeña oración:
Señor abre mis labios
Y mi boca proclamará tu alabanza
Abre mis labios, porque han estado cerrados toda la noche, desde Completas a Laudes.
Por cierto, yo quería hacer una pregunta: Si la primera oración del día es la Eucaristía, tenemos que pedir al señor antes de la celebración de la Eucaristía que abra nuestros labios o no, porque la liturgia eucarística no comienza con la petición a Dios de que abra nuestros labios.
Ah, ahora entiendo, es usted el troll providence. El cambio constante de seudónimo despista al principio, pero en cuanto habla un par de veces resulta inconfundible la mezcla de seudocitas, disparates y confusión generalizada. Gracias por identificarse. Le borro.
"Menciona laudes, ... y luego dice, excepto la primera hora del día, ¿la primera hora del día no es laudes?"
No, la primera hora canónica del día es maitines, es decir, el oficio de lecturas. Lo que sucede es que los católicos de vida activa, para mayor comodidad, tienen libertad para rezar los maitines a cualquier hora que les convenga. Por eso puede suceder que la primera hora que rezan sea laudes o el oficio de lecturas, a su elección. Los contemplativos, en cambio, mantienen el orden correcto y lo primero que rezan es maitines.
"Abre mis labios, porque han estado cerrados toda la noche, desde Completas a Laudes"
No, es una petición existencial: "Señór, ábreme los labios" porque soy incapaz de alabarte sin tu gracia.
"Si la primera oración del día es la Eucaristía, tenemos que pedir al señor antes de la celebración de la Eucaristía que abra nuestros labios o no, porque la liturgia eucarística no comienza con la petición a Dios de que abra nuestros labios"
Usted puede rezar lo que quiera privadamente. Los que rezan la liturgia de las horas rezan regularmente alguna hora canónica antes de la Eucaristía. En cualquier caso, la Misa no es propiamente una oración (aunque contenga múltiples oraciones), sino esencialmente el ofrecimiento del Sacrificio puro y santo a Dios. En cambio, la oración de "Señór, ábreme los labios" corresponde a la liturgia de las horas porque consiste propiamente en alabar a Dios durante todo el día.
Yo pensaba que la oración de petición: "Señor ábreme los labios" que rezamos haciéndonos la señal de la cruz sobre los labios, la hacemos para que el Señor abra nuestros labios que han estado cerrados en el silencio de la noche después de rezar Completas, es decir, después de Completas no se habla una sola palabra, silencio riguroso, como decía Pío Moa, "aunque se hunda el mundo".
Si esto es así, no entiendo cómo se puede empezar por Maitines cuya antífona de inicio es: "Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme".
SI maitines es la primera hora canónica, cuando lleguemos a Laudes después de haberle alabado en Maitines, ¿le pediremos que nos abra los labios? ¿No están abiertos? Hemos rezado Maitines después de completas.
"si nosotros rezamos maitines en la primera oración del día, ¿tendríamos que hacer interrupción del descanso nocturno? Caso contrario, ¿habría que empezar por laudes?"
Como ya le he explicado, puede hacerlo como quiera. Tiene usted libertad.
"Yo pensaba que la oración de petición: "Señor ábreme los labios" que rezamos haciéndonos la señal de la cruz sobre los labios, la hacemos para que el Señor abra nuestros labios que han estado cerrados en el silencio de la noche después de rezar Completas"
Ya, lo pensaba pero me temo que se equivocaba. La demostración es muy sencilla: para abrir los labios físicamente después de que hayan estado cerrados no necesita usted la ayuda de la gracia de Dios. Simplemente los abre. En cambio, para abrir los labios y alabar sinceramente a Dios sí que necesita esa gracia, porque lo que de otro modo sale de sus labios son las quejas. Segunda demostración: la frase viene de un salmo, que no se recitaba únicamente por la mañana, sino para alabar a Dios después de recibir su perdón, así que la esencia de la frase no puede referirse al silencio del sueño. Por supuesto, se pueden hacer consideraciones piadosas sobre el hecho de que hayan estado los labios físicamente cerrados durante la noche, pero no es esa la esencia de la oración.
"Si esto es así, no entiendo cómo se puede empezar por Maitines cuya antífona de inicio es: "Dios mío ven en mi auxilio, Señor date prisa en socorrerme""
Como le decía, si se empieza por maitines entonces la antífona de inicio de maitines no es ""Dios mío ven en mi auxilio..." sino "Señor, ábreme los labios". Del mismo modo, si se empieza por laudes, la antífona de inicio de laudes no es ""Dios mío ven en mi auxilio..." sino "Señor, ábreme los labios".
Ya hace 2000 años casi que lo dijo...
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"Para Dios un día es como un año y año como un día". De todas las formas, los únicos que tenemos el tiempo solar somos los peregrinamos en la Tierra, porque ni siquiera los espíritus tienen nuestro tiempo, ellos tienen el evo, que no tiene nada que ver con el tiempo solar.
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