InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

5.11.25

La nota doctrinal y el magisterio confuso

La publicación ayer de la nota doctrinal Mater Populi fidelis levantó un gran revuelo y supongo que es bueno que lo hiciera. Los católicos amamos profundamente a nuestra Madre, así que somos muy sensibles ante cualquier cosa que tenga relación con ella, especialmente si puede dar la impresión de que se pretende recortar los honores que se le deben. Como mínimo, la reacción muestra que, en este tema y a favor o en contra, hay muchos que no han caído en la tibieza general.

Hace unos años, escribí un artículo titulado “¿En qué sentido nuestra Señora es Corredentora? y, por lo que leo de la nota doctrinal, lo que dije sigue siendo válido. No cabe duda de que el contenido o sentido de ese título es verdadero y parte de nuestra fe católica. En cambio, la conveniencia o no de utilizarlo o proclamarlo solemnemente como título formal es una cuestión prudencial, que yo no soy competente para decidir y que, gracias a Dios, corresponde a la Iglesia.

Así pues, a grandes rasgos, que la nota doctrinal considere inoportuno utilizar el título de Corredentora no me preocupa especialmente, ya que se refiere precisamente a esa cuestión para la que yo no soy competente. En cambio, otras cosas del documento me resultan más inquietantes, porque, con todo el respeto, tengo la impresión de que se trata de la continuación de una línea que lleva varios años en vigor y que podríamos llamar, en conjunto, el magisterio confuso. Esta forma de ejercer el magisterio, que se está consolidando ya en un segundo pontificado consecutivo, podría distinguirse por varias características que, al menos a mi entender, resultan del todo indeseables.

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9.09.25

¿Y si volviéramos a las primeras comuniones individuales?

Nuestra época está obsesionada con el absurdo dogma de que lo nuevo siempre es mejor y eso dificulta mucho que se corrijan sus errores, tanto los más graves como los más pequeños. Muchas de las cosas que hoy nos destruyen o simplemente nos irritan, desde el “matrimonio” del mismo sexo hasta los taponcitos atados a las botellas de plástico, se originaron como la “brillante” idea que tuvo alguien de cambiar alguna cosa u otra porque sí, porque tocaba hacer algo nuevo.

Aunque en muchos casos pronto se hizo evidente que las supuestas ideas brillantes eran despropósitos absolutos con consecuencias nefastas, nadie se atrevió a volver a la situación anterior, porque, si lo nuevo es siempre mejor que lo antiguo, volver atrás resulta inconcebible por mucho que la realidad lo pida a gritos.

Veamos un ejemplo sencillo y sin grandes complejidades: la primera comunión de los niños. Antiguamente, era frecuente que la primera comunión se realizara de forma individual. Cada niño se preparaba para recibir su primera comunión siendo instruido en el Catecismo, instrucción que era más bien corta, porque se entendía que el niño ya había sido educado como cristiano en su familia y lo seguiría siendo después.

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18.08.25

No le quites la gloria a Dios

A menudo, los pecados que más cometemos son aquellos de los que ni siquiera somos conscientes. Absuélveme de lo que se me oculta, dice por ello el Salmista. Uno de esos pecados, en mi opinión, es quitarle la gloria a Dios.

A fin de cuentas, constantemente se repite en la Escritura y la liturgia que todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos le pertenece a Dios. Cada domingo (excepto en Cuaresma y Adviento) cantamos un precioso himno dedicado precisamente a eso, a la gloria de Dios. Una de las primeras oraciones que aprendemos y una de las que más recitamos es una pequeña jaculatoria de glorificación a Dios: gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por lo siglos de los siglos, amén.

Estamos hechos para dar gloria a Dios y por lo tanto, quitarle la gloria a Dios es exactamente lo contrario de nuestra vocación, de nuestra misma razón para existir. Por supuesto, a Dios nadie puede quitarle la gloria que tiene en sí mismo, pero sí podemos quitarle extrínsecamente la gloria en nosotros, es decir, la gloria que debemos darle como criaturas e hijos suyos.

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11.06.25

Date prisa

La liturgia de la Iglesia está repleta de cosas extrañas y maravillosas. Miremos, por ejemplo, cómo empieza la Iglesia todos los días su oración oficial de laudes, oficio de lecturas, hora intermedia, vísperas y completas (excepto la primera hora del día):

-Dios mío, ven en mi auxilio.

-Señor, date prisa en socorrerme.

Muchos lectores habrán repetido tantísimas veces esas palabras que su cerebro ya ni siquiera las procesa al pronunciarlas, pero lo cierto es que resultan muy llamativas. Todos los días (y varias veces cada día) empezamos nuestra oración diciendo a Dios que se dé prisa. ¿No son demasiadas prisas? Alguna vez sería comprensible, por tratarse de una urgencia especial, como una enfermedad terminal, extrema necesidad o un peligro de muerte, pero ¿todos los días? ¿Una urgencia habitual? Parece un poco exagerado.

Como suele suceder, sin embargo, la exageración viene de que estamos exageradamente faltos de fe y no de que la Iglesia no sepa lo que nos conviene. En efecto, la oración oficial de la Iglesia hace, con su jaculatoria inicial, un preciso retrato de quiénes somos y lo que necesitamos.

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14.05.25

Alégrate con nosotros

Después del pregón pascual, creo que no hay oración de Pascua más bonita o más audaz que el Regina Caeli. A pesar de mi escasa habilidad musical, me encanta cantarlo con mi esposa y mis hijos todos los días y, para mí, es lo que distingue a la cincuentena pascual: son los días en los que la Iglesia nos regala cantar el Regina Caeli.

La noche de Pascua, los católicos salimos de la vigilia rebosando de gozo y eso es lo que da origen a esta oración, que no es más que la alegría ante la resurrección de Cristo, que rebosa una y otra vez de nuestro pecho, “como los torrentes del Neguev”. ¿Qué podría ser más normal que compartir esa alegría con nuestra Madre? Especialmente si tenemos en cuenta que el Regina Caeli, a pesar de su brevedad, encierra de alguna forma en su interior todos los misterios de la Vida de nuestra Señora.

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