12.10.21

La delicadeza de los santos

Los detalles a veces nos conmueven más que el conjunto y se introducen profundamente en nuestra memoria, quizá como un reflejo de la predilección que tiene Dios por lo pequeño. Este verano, al leer la extensísima biografía de San Enrique Newman escrita por Ian Ker, me llamó en especial la atención una breve anécdota sin importancia que se cuenta sobre el santo.

Cuando Newman tenía ya sesenta años, visitó un día el pueblecillo de Ham (que en tiempos modernos ha sido absorbido por la gran urbe londinense), donde había pasado los primeros años de su vida y que nunca había dejado de estar “en sus sueños”. Una vez allí fue naturalmente a ver su antigua casa, Grey Court House, y rememoró con gran melancolía cómo, en esas mismas ventanas, habían colocado velas para celebrar la victoria inglesa en Trafalgar.

También recordó que, poco después de mudarse a otra casa, su padre, su hermano y él habían pasado por allí y, el jardinero, amablemente, les había ofrecido tres albaricoques. El padre de Newman le dejó elegir a él, ya que era el más pequeño, y el futuro santo tomó uno y se lo comió. Al hacer memoria de aquellos tres albaricoques, ¡medio siglo después!, Newman comentó: “elegí el más grande, algo que aún me sigue inquietando cuando pienso en ello”.

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8.10.21

¿Un Camino o varios caminos?

Hace unos días, el Papa Francisco participó en un encuentro sobre “religiones y educación”, destinado, según parece, a lograr un “pacto mundial sobre la educación”. Ya imaginarán los lectores que, de ese tipo de iniciativas, se puede esperar poco de bueno y mucha palabrería y confusión. ¿Qué le vamos a hacer? Es la naturaleza misma de esos encuentros, que tradicionalmente la Iglesia siempre ha mirado con bastante desconfianza.

A nadie sorprenderá que el Papa haya realizado las acostumbradas llamadas a esa vaga “fraternidad universal” al margen de Cristo que está empeñado en promocionar, haya condenado el aún más vago “fundamentalismo” o haya pedido que llevemos un estilo de vida “eco-sostenible”. A eso se suman varias frases que, a mi entender, están prácticamente vacías de sentido y resultarían más apropiadas en un libro de autoayuda (como “que se piense lo que se siente y se hace; que se sienta lo que se piensa y se hace; que se haga lo que se siente y se piensa”). En fin, como decía, de este tipo de encuentros no se puede esperar mucho más.

Uno desearía, sin embargo, que al menos el Sucesor de Pedro no afirmara expresamente cosas contrarias a la fe. En esta ocasión, el Papa Francisco ha afirmado esto: “Si en el pasado las diferencias [entre las distintas religiones] nos han puesto en contraste, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios”.

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30.09.21

Subirse al carro de la humildad

“Dadme dos carros, uno tirado por la justicia y la soberbia y otro por la humildad y el pecado, y veréis cómo el del pecado adelanta al de la justicia, no por sus propias fuerzas, sino por las de la humildad unidas a él; mientras que veréis al otro vencido, no por la fragilidad de la justicia, sino por el peso y la hinchazón de la soberbia.

[…] Si la humildad unida al pecado corre tan veloz que deja atrás a la justicia unida a la soberbia, ¿hasta dónde llegará si se une a la justicia?”

San Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio de San Lucas (citado por Santo Tomás, en la Summa, II-IIae, q. 161)

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23.09.21

De la boca de los comentaristas y los niños de pecho

El otro día, en Eslovaquia, el Papa Francisco se reunió con jesuitas del país y tuvo una conversación distendida con ellos. Prefiero no comentar la mayor parte de esa conversación, porque creo que tiene más que ver con debilidades humanas que otra cosa. Hay una frase, sin embargo, de la que conviene hablar, porque afecta a toda la Iglesia y a la fe y la moral católicas.

Ante la pregunta de un joven jesuita, el Papa dijo: “Estoy pensando en el trabajo que se ha realizado —el Padre Spadaro estaba allí— en el Sínodo de la Familia para hacer entender que las parejas en segunda unión no están ya condenadas al infierno”. Es una frase asombrosa, que nos revela lo que piensa el Papa sobre Amoris Laetitia y sobre el cambio que quiere realizar en la moral de la Iglesia.

A mí la frase más bien me deja sin palabras, pero, por suerte, una comentarista con el norteño seudónimo de Argia ha hecho honor a su nombre (argia significa luz) y ha dejado en mi blog un resumen difícilmente mejorable de lo que ha dicho el Papa:

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18.09.21

Soluciones baratas para la Iglesia

Hace unos días, como ya sabrán los lectores, el Patriarca de Constantinopla, el arzobispo anglicano de Canterbury y el Papa Francisco firmaron un mensaje conjunto sobre el cambio climático. O quizá no lo sepan, porque es una ley de hierro inmutable que este tipo de gestos, cuando se repiten muchas veces, cada vez van despertando menor interés y, a no ser que se vaya elevando el carácter chocante y llamativo, la opinión pública los ignora.

Yo, la verdad, prefiero no leer documentos de esta índole, que gracias a Dios y por su propia naturaleza no son magisteriales. En estos tiempos, sin embargo, es muy difícil escapar a la información intrascendente, con la que se nos bombardea mil veces por todas partes hasta la saciedad, incluso si uno es prácticamente un ermitaño. Así, sin haberlo buscado, ha llegado a mis ojos un fragmento del mensaje que me ha entristecido.

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