Los documentos de la Iglesia y la catedral de Zamora

Hace algún tiempo, una comentarista de este blog reconocía, algo avergonzada, que no solía leer los documentos eclesiales que se van publicando. No me avergüenza reconocer que a menudo me sucede lo mismo.

La excesiva abundancia de estos documentos hace que sea imposible leerlos todos. Además, los discursos, cartas pastorales, documentos, declaraciones y otros muchos escritos de las diversas instituciones eclesiales, con laudables excepciones, tienden a ser fríos, impersonales, muy pesados y excesivamente largos.

Los autores parecen estar más preocupados por lo que se va a decir del documento en cuestión que por transmitir un mensaje. Da la impresión de que se inspiran en los discursos de políticos o de instituciones estatales e internacionales, en los que lo más importante es ser políticamente correctos.

El resultado inevitable de décadas de superabundancia de este tipo de documentos ha sido que la inmensa mayoría de los cristianos se desentiende por completo de los mismos y sólo se entera de lo que afirman papas, obispos o conferencias episcopales por los resúmenes, más o menos manipulados, que transmite la prensa.

Soy consciente de que no se puede exigir que todos los obispos sean grandes literatos, pero tampoco parece mucho pedir que busquen, para ayudarles a redactar sus documentos o discursos, a sacerdotes o laicos que escriban bien. Juan Pablo II, por ejemplo, eligió como predicador papal al P. Raniero Cantalamessa, cuyo cargo ha sido confirmado por Benedicto XVI. Todo lo que escribe este franciscano resulta siempre muy interesante y, además, está escrito con gran sencillez y claridad, de manera que resulta ameno y agradable de leer.

Hace unos días tuve la oportunidad de pasar por Zamora y encontré otro ejemplo de que los discursos eclesiales pueden ser atractivos. En la entrada de la catedral, me llamaron la atención dos grandes placas a ambos lados de la puerta principal. En ellas se recogen las palabras que dedicó el Papa Pío XII a los peregrinos zamoranos que habían ido a visitarle en 1956. A continuación les transcribo el breve discurso, que creo que merece la pena leer. Es breve y sustancioso y no sólo habla a la cabeza, sino también al corazón.

Es evidente que el propio Papa no pudo escribir él mismo este discurso, ni tampoco tenía porqué hacerlo. En lo que acertó fue en elegir a alguien para redactarlo (es de suponer que un español, quizá incluso el propio obispo de la diócesis) que supiera escribir con elegancia, con fe y con pasión. Estoy convencido de que los peregrinos zamoranos recordaron durante años lo que les había dicho el Papa.

Disfruten.

…………………………

La vieja Zamora, colocada como una atalaya a las orillas del Duero y formando parte de aquella cadena de puntos de apoyo que fue durante mucho tiempo frontera de una patria y de una fe, con sus robustos y pesados murallones, con sus callejas tortuosas, con su maravillosa catedral románica, despierta en las almas el recuerdo de un tiempo, cuyas glorias cantaron el Romancero o las rudas estrofas de los cantares de gesta; pero nos recuerda mucho más aquel recio espíritu, acaso un poco seco, pero siempre generoso y consecuente, una de cuyas características más preciadas es la adhesión incondicional a una fe cristiana profundamente vivida.

Viejas tierras de León y de Castilla, rubias en verano, pardas en otoño y prodigiosamente verdes en primavera. Viejos campos donde siempre ha florecido la piedad sincera, el cristianismo convertido en jugo y vida, la seriedad de las costumbres y un cierto horror por las medias tintas, que más de una vez os han salvado en algún momento difícil.

Que nunca seáis indignos de vuestros abuelos, los que supieron infundir su aliento heroico en una historia donde esta fe fue uno de los elementos principales.

De vuestro cielo aprended la limpieza del alma, de vuestra tierra la generosidad austera y de vuestros ríos profundos y caudalosos la profundidad y la riqueza que aquí, en esta Roma de todos, tiene su centro y su fundamento.

4 de mayo de 1956

2 comentarios

  
Carmen Bellver
Desde luego es un bonito ejemplo de gran altura estilística.
Y estoy de acuerdo contigo.
A mí lo que más me impresiona de los documentos es que son de innumerables folios. Y a veces cuesta seguirles el hilo.Tampoco los leo todos. Tal vez porque necesitan adecuarse a un lenguaje más de ir por la calle.
Creo que requieren unos conocimientos previos básicos y eso no los hace accesibles.
09/08/07 8:21 PM
  
Francisco Rios
Ciertamente es fácil comprobar como a mayores necesidades evangelizadoras, más documentos interminables, muchos de ellos con grandes intuiciones e importantes indicaciones, pero que van tan arropadas de doctrina, ya conocida y repetida en documentos anteriores, que dificilmente se llega a ello y solo queda lo que los medios de comunicación dan como importante (ej: Misa en latín y celibato, para la Sacramentum Caritatis, cuando es un documento para el estudio y la meditación ya que contiene preciosas indicaciones para la vida)Este mundo funciona con slogans y nosotros con doctrina, y está no llega más que a unos pocos, pero es de agradecer los esfuerzos que algunos hacéis por acercarnosla.
10/08/07 2:23 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.