InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

20.11.23

Nos han robado la palabra hostia

En esta breve entrevista, D. Antonio Izquierdo, párroco de San José Obrero (Móstoles), nos habla del magnífico libro que acaba de publicar en la Editorial Monte Carmelo. El título del libro, Jesús es la hostia, recupera y proclama orgullosamente una profundísima verdad de fe, aunque el mundo la haya olvidado y solo la recuerde para blasfemar.

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- El título es provocador y de primeras echa un poco para atrás, ¿no?

Efectivamente: el título, como explico en el brevísimo prefacio, busca justamente reparar que nos hayan robado esa preciosa palabra que tan hermosamente habla del misterio más hondo de Cristo en su ofrenda pascual, y de lo que, por gracia, nos regala ser unidos a Él.

Es cierto que choca; pero, a pesar de lo controvertido de la elección del título, espero que ver quién lo prologa sirva de antídoto a una primera mala impresión.

- Ciertamente, que Mons. Reig Pla haya querido escribir el prólogo es toda una garantía. El subtítulo también es interesante: “Una profesión de fe”. ¿Tiene algo que ver con sus razones para escribir el libro?

Bueno, no sé si es muy “libro”. Se lee en un ratillo de nada, porque es realmente muy breve, apenas 120 páginas. Pero sí, surgió como un agradecimiento por mis 25 años de sacerdocio, a modo de profesión de fe. Una forma de devolver (redditio) el maravilloso regalo de la fe que me ha entregado (traditio) la Iglesia. En ese sentido, es un libro muy testimonial, aunque explico cosillas al hilo de mis propias experiencias.

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27.10.23

17.10.23

Las monaguillas nunca son obligatorias

En el artículo anterior, el comentarista con el noble seudónimo de Diácono planteó una cuestión interesante sobre la conveniencia o incluso necesidad de que haya monaguillas (y no solo monaguillos) en las parroquias.

Como es sabido, las monaguillas, que siempre habían estado prohibidas, se permiten desde tiempos de Juan Pablo II. En 1992, se presentó un dubium al Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, en el que se preguntaba si el Canon 230 § 2, que regula los ministerios litúrgicos no estables y permite que los realicen mujeres, podía aplicarse a los monaguillos. El Consejo respondió, con la aprobación de Juan Pablo II, que, en efecto, el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 hacía posible que las niñas también fueran monaguillas.

Teniendo esto en cuenta, el comentarista argumentaba que, para obedecer la norma de la Iglesia, había que tener necesariamente monaguillos y monaguillas en las parroquias. En ese sentido, consideraba que tener únicamente monaguillos después de esa decisión era “desdeñar” las normas, “eliminar” un ministerio al que pueden acceder las mujeres y dejarse llevar por los “gustos personales”, algo que no cabe en la liturgia. A la vez, explicaba que a él lo que le gustaba era que fueran varones, pero se consideraba obligado por la normativa de la Iglesia a abrir esa posibilidad a las niñas y así lo hacía su parroquia.

Una cuestión fascinante, sin duda, y un deseo admirable de ser fiel a la Iglesia, especialmente en nuestros tiempos, pero ¿es cierto que ahora es moralmente obligatorio permitir que las niñas sean monaguillas en las parroquias? ¿Un párroco que quiera ser fiel a lo que manda la Iglesia debe tener monaguillas? Como ya discutimos el asunto en el artículo anterior desde el punto de vista racional, veamos lo que dice la propia Iglesia sobre ello.

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16.10.23

Father Longshanks: mentiritontas clericales

Participante invitado: El P. Robert Longshanks es un antiguo anglocatólico que cruzó el Tíber hace cincuenta años. Conocido (a sus espaldas) por sus compañeros sacerdotes como Father “Battleaxe” Bob, se comenta que su propio obispo le tiene algo de miedo desde que le dijo que “el problema de Inglaterra ha sido siempre que sus obispos no están dispuestos a morir mártires”.

Actualmente ejerce la cura de almas en una pequeña parroquia de Sussex.

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Aunque para ciertas señoras bienintencionadas el colmo de la piedad sea poner los ojos en blanco y asegurar que “Don Fulano es un santazo” o “el P. Mengano es como un ángel”, lo cierto es que los curas somos tan pecadores como los demás.

Quizá se note menos porque, como me decía un parroquiano, “es más difícil encontrar a un cura confesándose que a un murciélago blanco”. Así es, tristemente. Nostra culpa, nostra culpa, nostra maxima culpa. Ver a un sacerdote esperando con paciencia para confesarse en la misma cola que sus parroquianos valdría, sin duda, por tres o cuatro sermones de campanillas y ayudaría a disipar la imagen distorsionada del clero que a veces tienen los fieles.

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14.10.23

¿Tradición viva o Tradición a secas?

Hace algunas semanas, se mencionó en los comentarios de este blog la expresión “Tradición viva”… e inmediatamente estalló una discusión. ¿Es una expresión conforme con la fe católica o un caballo de Troya modernista que la socava? ¿Debe seguir utilizándose o conviene relegarla al olvido, como tantas otras modas teológicas que no cuajaron en la Iglesia?

Aunque no lo parezca, lo primero que hay que señalar es que se trata de una expresión, irónicamente, poco tradicional. Como decía un lector, cuando Trento definió las dos fuentes de la Revelación, habló de Escritura y Tradición, a secas, no de “Tradición viva”. El adjetivo se popularizó a mediados del siglo XX, aunque sus raíces son algo anteriores. Hasta donde yo sé, el primer teólogo católico importante que habló de Tradición viva de forma sustancial en su teología, en el siglo XIX, fue Johann Adam Möhler, uno de los grandes redescubridores de las fuentes patrísticas de la teología. Su influencia en multitud de teólogos posteriores, incluido el propio Ratzinger, fue muy grande.

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