Viene del norte
No sabría expresar la alegría que ha sido para mí leer la noticia del brazo tendido de la Santa Sede a los anglocatólicos, que siempre me recuerdan a Newman, Froude, Baring, Knox y a la esposa de Chesterton.
Durante mucho tiempo, leí el blog de un pastor anglocatólico que terminó por convertirse individualmente al catolicismo, junto con su familia, hace unos meses. Una cosa que siempre me conmovía de este anglocatólico era su angustia al pensar que, si se convertía, tendría que abandonar a sus fieles parroquianos.
La creación de una estructura que permita a los anglocatólicos volver a la Iglesia sin por ello perder su identidad y sus comunidades ya formadas es, a mi juicio, una muestra del amor cariñoso de madre que tiene la Iglesia por sus hijos y que es un fiel reflejo de la misericordia de Dios Padre. Así ha sido la Iglesia siempre conmigo: paciente, cariñosa y acogedora, a pesar de mis debilidades y pecados. Así que no me extraña nada que también lo sea con los anglocatólicos.
Para celebrar esta ocasión, he escrito un pobre soneto sobre la Traditional Anglican Communion y los demás anglocatólicos a los que, Dios mediante, pronto podremos recibir con los brazos abiertos, porque están ya a las puertas de casa: