InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

22.09.22

No hay que ser un genio para entenderlo

Hace mucho, mucho tiempo, en la época en que los dinosaurios dominaban la tierra, o casi, me tocó hacer el examen de acceso a la universidad (o selectividad, como se llamaba en aquellas edades prehistóricas). No sé si demostré muchos conocimientos, pero al menos aproveché para aprender algo importante sobre la naturaleza humana que nunca he olvidado.

Me examiné en la universidad pública a la que luego asistí como alumno y, debido su caos organizativo endémico, no encontraron aulas suficientemente grandes para nosotros a pesar de tratarse de una universidad gigantesca. Como si no fueran capaces de encontrar hielo en pleno Polo Norte, vamos. La solución que encontraron fue hacinarnos como pulgas en perro flaco, colocándonos en sillas pegadas unas a otras, de manera que cada uno de nosotros tenía delante su examen y, a unos veinte centímetros de distancia, los exámenes de otros dos estudiantes, uno a cada lado.

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1.03.22

¿Teología del siglo XXI o rogativas para pedir la lluvia?

Un amable lector me ha enviado un artículo en el que Pedro Castelao se ríe de las oraciones para pedir la lluvia y de la oración de petición en general como cosas ridículas y “supersticiones anticientíficas”. Es un artículo disparatado, pero no tendría mayor importancia, si no fuera porque, horresco referens, el tal Pedro Castelao es doctor en Teología, profesor de Antropología Teológica e Historia de la Teología y Director del Departamento de Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de Comillas. Que alguien que no solo sufre este grado de analfabetismo teológico, sino que además hace gala de su ignorancia confundiéndola con sabiduría, sea profesor de Teología en una universidad católica dice mucho de por qué la Iglesia está en una profunda crisis.

Como son ideas que, gracias precisamente a universidades y editoriales “católicas”, se han ido extendiendo como las malas hierbas, me ha parecido oportuno señalar las tremendas contradicciones y faltas de lógica de su argumentación. El texto original está en negro y mis observaciones, como siempre, en rojo. Me perdonarán los lectores si mis observaciones se alargan un poco: soltar un disparate se hace fácilmente y sin pensar, pero para explicar por qué es un disparate hay que razonar y eso exige un cierto esfuerzo.

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14.02.22

Culpa, responsabilidad y autoridad en la Iglesia

En los comentarios del último artículo, me reprochaba un lector que culpara “a la jerarquía, al Papa y a los obispos” de la situación actual de la Iglesia. Nunca se me habría ocurrido hacer algo así, pero, en efecto, si lo hubiera hecho, el artículo sería injusto.

A fin de cuentas, la culpa es algo intrínsecamente personal, interior y misterioso. Eso significa que no podemos juzgar esa culpa adecuadamente en los demás. Por ello en el acto penitencial de la Misa decimos “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” y no “por nuestra culpa” o “por la culpa de Juanito, que vaya un envidioso que está hecho”. Lo cierto es que, incluso en el caso de que las acciones de Juanito o de Monseñor Nomeacuerdo sean objetivamente malas, no conocemos sus circunstancias interiores, que pueden ser atenuantes (o agravantes, claro) de las mismas. Es decir, la cuestión de la culpa en principio se la dejamos a Dios: no juzguéis y no seréis juzgados.

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30.10.21

21.10.21

Summus clericalismus

Siempre me alegra que el Papa Francisco hable del clericalismo, porque es, sin duda, una de las plagas que sufre el catolicismo en la actualidad. A veces uno mira al pasado y se lamenta de lo mucho que hemos perdido en la Iglesia, pero, irónicamente, si hay algo que hemos conservado y aumentado es el malhadado clericalismo. El catolicismo es sustancialmente clerical, por voluntad de Cristo que quiso instituir la jerarquía del orden sacerdotal, pero el clericalismo no es más que una parodia y un abuso de ese designio de Dios.

Por supuesto, como casi todo en esta vida, el clericalismo admite grados muy diversos y hay clericalismos inofensivos, que son más bien rarezas, manías de carácter o pequeñas vanidades de los clérigos que otra cosa. Existe, sin embargo, un clericalismo letal para la Iglesia, que consiste en el abuso de la autoridad sacerdotal o episcopal para pretender imponer o defender cosas que no son de Dios, sino ocurrencias más o menos disparatadas, deseos de poder, ansias de quedar bien con el mundo o incluso intentos de adulterar la fe y sustituirla por otra. Es este clericalismo el que explica gran cantidad de los males que nos aquejan, porque, si somos sinceros, la mayoría de los problemas graves de la Iglesia en el último medio siglo han sido de origen endógeno.

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