InfoCatólica / Espada de doble filo / Archivos para: 2021

15.08.21

Discutir sobre religión

“Discutir sobre religión es una cosa que ya no me gusta. Hace como treinta años que no discuto —ni siquiera con los «censores»— de mis obras. Cuando era joven era un gran discutidor.

Es cosa inútil. Al que pone objeciones religiosas, ordinariamente hay que recomendarle leer un buen Catecismo de Perseverancia. Ordinariamente habla de lo que no sabe. Si tiene interés en saber, sé tomará esa pequeña molestia; si no tiene interés, habla por hablar y entonces la discusión es inútil y aun peligrosa.

A los que vienen a uno en un barco o en un tren con el: «Vea Reverendo, ¿cómo responde usted a esto?», no hay que darles la solución, sino acrecentarles la objeción, urgiría mucho más todavía, que vea que uno la sabe y aun la «siente» tanto como él, o más. Es decir, hay que agudizarle (o crearle si acaso) el hambre de saber, porque si esa hambre no existe, darle la solución es perder tiempo”.

Leonardo Castellani, “Ni con elocuencia ni con dialéctica”, julio de 1957

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10.08.21

Amare nesciri

El cristianismo no es de este mundo, por eso el mundo no lo puede entender. Cuando lo odia, lo odia sin saber bien lo que odia; cuando lo anhela, lo hace como quien sueña con algo que apenas puede vislumbrar desde muy lejos. Ser cristiano no consiste, como repiten tantos predicadores algo paganuelos y pelagianillos, en ser “un poquito mejor cada día”. Es nacer de nuevo, como una criatura nueva. Es decir, ser recreado por Dios, creado otra vez a imagen, nada más y nada menos, que del Hijo de Dios, el Santo, el Eterno, el que todo lo hizo bien. Ser cristiano es necesariamente un milagro y por eso a ratos fascina y a ratos enfurece a los que no creen en los milagros.

Un ejemplo de esa diferencia radical entre el cristianismo y el mundo es el título de este post: amare nesciri. Esta frase, que era una de las favoritas de San Felipe Neri, significa “amar no ser conocido”. Es una frase impresionante. Si uno la repite despacio, se queda asombrado: amar no ser conocido. A diferencia de los maestros, sabios y entendidos del mundo, San Felipe enseñaba a sus discípulos, con palabras y con su propio ejemplo, el gusto por pasar inadvertidos, por resultar insignificantes a los ojos de todos. Nada tiene esto que ver con ser insociable ni mucho menos con el masoquismo, la mezquindad o el apocamiento, sino que es, más bien, el gusto por Belén, por Nazaret, por la Cruz y por la latens Deitas de la Eucaristía.

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29.07.21

¿En qué creen nuestros obispos?

A principios de este mes ocurrió algo curioso y que no sucede todos los días: el Papa Francisco nombró un arzobispo ad personam en África. Como sabrán los lectores, normalmente los arzobispos son los obispos de archidiócesis, es decir, de diócesis particularmente importantes, que a menudo son también sedes metropolitanas. Hay casos muy poco frecuentes, sin embargo, como este, en que el Papa nombra arzobispo al obispo de una diócesis normal, sin encomendarle una archidiócesis. Es un título que tiene escasas consecuencias jurídicas y se trata a grandes rasgos de una forma de honrarle públicamente.

Confieso que pensé que esta costumbre había caído en desuso, teniendo en cuenta que el Papa eliminó al principio de su pontificado el equivalente para los sacerdotes (excepto para mayores de 65 años), que era el título de Monseñor: un título honorífico con consecuencias más bien litúrgicas y protocolarias. En aquel momento se dijo que era para combatir el carrerismo eclesial, pero parece ser que, por alguna razón, lo que se considera desaconsejable para sacerdotes no lo es para los obispos.

En cualquier caso, el arzobispo ad personam en cuestión es Monseñor Franklyn Atese Nubuasah, religioso del Verbo Divino, que gobierna la diócesis de Gaborone, en Botswana. Como probablemente les sucederá a muchos lectores, no sigo de cerca a la diócesis de Gaborone y no me suena el nombre de su pastor, así que lo busqué. Supongo que el arzobispo habrá hecho muchas cosas buenas, pero lo que encontré en Internet fue una carta pública escrita por el prelado con ocasión de la muerte de George Floyd, que como recordarán desató una oleada de disturbios en Estados Unidos y en todo el mundo.

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26.07.21

Descatolizar la Iglesia

No sé si los lectores habrán notado alguna vez que los que más apelan al Concilio Vaticano II a menudo son justamente los que menos conocen lo que de verdad dijo el Concilio Vaticano II y los que, con pasmosa regularidad, defienden exactamente lo contrario de lo que realmente enseñó el Concilio. Vivimos en una época de decadencia y también los heterodoxos son de ínfima categoría.

Veamos, como ejemplo, el artículo que ha escrito en Religión Digital el P. Jorge Costadoat SJ. El jesuita chileno, que ya ha aparecido alguna vez en este blog, aprovecha el último motu proprio del Papa para intentar arrimar el ascua a su sardina y promover sus diversas obsesiones y heterodoxias. Como en otras ocasiones, el artículo original va en negro y mis comentarios en rojo.

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21.07.21

Mortificaciones matrimoniales

No hay nada más políticamente incorrecto que los santos. Ojalá leyéramos más sobre ellos, porque sus acciones y sus palabras son uno de los pocos remedios eficaces para las tonterías y desesperanzas que nos tragamos sin darnos cuenta por contacto con el mundo.

Esta mañana, por ejemplo, he leído una frase de San Francisco de Sales que me ha hecho reír: “el matrimonio es un perpetuo ejercicio de mortificación”. Como dicen los anglosajones, la frase is funny because it’s true, es divertida porque es cierta, aunque a oídos modernos suene profundamente escandalosa. En especial si tenemos en cuenta que no es una frase de uno de esos santos ascetas del desierto, cuya vocación era la soledad y la renuncia completa al mundo, sino del santo afable y moderado por excelencia, San Francisco de Sales.

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