9.10.09

El día del nacimiento de Santa Inés

Santa Inés de Domenichino

Como ya sabrán algunos lectores, el martes pasado nació mi hija Inés. Para señalar tan fausto acontecimiento, he traducido los versos que compuso San Ambrosio, en el siglo IV, en honor del martirio de Santa Inés. Aunque mi rápida traducción no les haga justicia, son unos versos preciosos y harán estremecerse a cualquiera que tenga sangre en las venas.

Conviene recordar que, para la Iglesia, el día del verdadero nacimiento de los mártires, su dies natalis, era el día en que sufrían el martirio y, así, eran engendrados a la Vida que no tiene fin. Generalmente, la fiesta de un santo se celebra en el aniversario de ese día en que se abrieron para él las puertas del cielo.

Inés, una adolescente, casi una niña, estaba consagrada a Cristo como virgen cuando llegó la terrible persecución de Diocleciano. Quisieron obligarla a sacrificar a los ídolos y, después, a que renunciara a su virginidad, forzándola a vivir con prostitutas. Ella, sin embargo, a pesar de sus pocos años, se mantuvo firme en la fe, como una auténtica virgen cristiana y fue ejecutada en lo que hoy es la Piazza Navona.

Es enternecedor ver cómo San Ambrosio, obispo de Milán y Doctor de la Iglesia, canta humildemente con estos versos la fortaleza en la fe de una chiquilla romana que, con su martirio, mostró que su debilidad podía más que la fuerza de los hombres. Espero tener algún día tiempo para escribir una traducción en verso, que ayude a vislumbrar la belleza del original.

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Es el día del nacimiento de Santa Inés,
que, consagrada con su piadosa sangre,
devolvió al cielo el espíritu
que había recibido en préstamo.

Ella, que aún no tenía edad para el matrimonio,
tuvo edad suficiente para el martirio,
mientras vacilaba la fe de los varones
y se rendían los fatigados ancianos.

Por el miedo, sus padres, aterrados,
quisieron mantenerla oculta,
pero la fe incontenible
rompió las puertas que la encerraban.

Por la alegría de su rostro
parecía que fuera a su boda,
llevando nuevas riquezas a su Esposo,
pues era su dote su propia sangre.

Pensaron que sacrificaría con antorchas
en el altar de la abominable deidad,
pero respondió: “Las vírgenes de Cristo
no tocan con sus manos esas antorchas”.

“Este fuego apaga la fe;
estas llamas se llevan la luz.
Heridme aquí y el torrente de mi sangre
apagará los fuegos”.

La golpearon, pero no perdió su dignidad,
se cubría con su vestido,
conservando así su modestia,
para que no la observaran.

Aun en la muerte mantenía el pudor,
cubriendo el rostro con las manos,
y, así, modestamente,
cayó a tierra de rodillas.

5.10.09

Derribados, pero no aniquilados

Como ya saben los lectores, InfoCatólica ha estado un par de días sin actividad, debido a las consecuencias de un ataque informático, que ha intentado destruir toda la información que teníamos archivada. Por una de esas extrañas asociaciones que realiza a veces la mente, los sucesos de los dos últimos días en InfoCatólica me han recordado a un cementerio letón.

Los cementerios en los países bálticos son muy diferentes de los que tenemos aquí en España. En vez de estar construidos en recintos cerrados, forman parte del bosque, de manera que las tumbas y las cruces se encuentran entre los árboles. Además, al ser países con población dividida entre católicos, ortodoxos, protestantes y, después del comunismo, ateos, las tumbas son muy diferentes entre sí. Unas llevan la cruz o el crucifijo habituales de nuestros cementerios católicos y otras muestran la cruz ortodoxa con el pie torcido, mientras que las de protestantes y ateos, generalmente más tristes, sólo ponen el nombre del fallecido y las fechas de su nacimiento y muerte.

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2.10.09

Vocatus atque non vocatus

Quaestio Quodlibetalis XXII. Esta mañana, un lector del blog, Gallizo, dudaba de la importancia de la oración. Por supuesto, dudaba de forma teórica, porque él confiesa ser ateo, pero sus objeciones me han parecido muy interesantes. Contestaba Gallizo a los que le animaban a intentar rezar que, si Dios existiese “no haría falta que le hablase, él sabría lo que pienso y siento y por qué, de tal modo que con mis oraciones o a falta de ellas, el resultado sería el mismo”. Es decir, si Dios lo sabe todo, ¿para qué puede servir la oración?

Esta objeción de Gallizo a la oración en general, me ha recordado que Jung, el conocido psicoanalista discípulo de Freud, tenía grabada una inscripción en latín sobre el dintel de su casa en Kusnacht, Suiza. La frase grabada en la piedra, con esa sonoridad inimitable del latín, decía: Vocatus atque non vocatus, Deus aderit. Traducido al castellano, significa algo así como: “se le llame o no se le llame, Dios estará presente”. Jung la tomó de una edición original que poseía del libro de Erasmo, Collectaneas adagiorum. En él se recogían proverbios clásicos y, entre ellos, se encontraba esta frase, que procedía del oráculo de Delfos, en una respuesta que había dado a los espartanos con ocasión de la Guerra del Peloponeso.

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1.10.09

Círculos y esferas: las otras religiones y el cristianismo

Durante los últimos días se ha estado hablando, en el blog La Puerta de Damasco, de D. Guillermo Morado, sobre la relación y comparación entre el cristianismo y otras religiones. Es un tema complejo y relevante, especialmente en una época como la nuestra, en la que las otras religiones no corresponden a tierras lejanas, sino que están presentes en la misma Europa a través de la inmigración e incluso en nuestras casas, gracias a la televisión.

He leído hace poco un texto de Ronald Knox sobre este tema y creo que aporta una intuición interesante a la discusión. Sólo son unos pocos párrafos sacados de “El torrente oculto”, pero Knox tiene, a menudo, la habilidad de encarar los temas de una forma propia, que arroja una nueva luz sobre ellos. Además, su buen humor y su fina ironía inglesa hacen que sus aportaciones sean siempre refrescantes, además de interesantes.

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29.09.09

El caballo de Troya: Todos somos Iglesia

Quaestio Quodlibetalis XXI. El otro día, hablábamos de eslóganes ateos y hoy vamos a hablar de un eslogan cristiano. Bueno, más bien un eslogan no muy católico, pero que se oye con cierta frecuencia. Me refiero a la máxima “Todos somos Iglesia”, que ya he leído varias veces en algunos comentarios, bienintencionados pero a mi juicio gravemente erróneos, de este blog.

Su utilización varía, pero, en general, suele utilizarse como una forma de diluir la enseñanza y la práctica de la Iglesia. Por ejemplo, ante el hecho de que la Iglesia siempre ha enseñado que el divorcio es inmoral, se responde que seguro que había gente que no estaba de acuerdo. Por lo tanto, como “todos somos Iglesia”, no es verdad que la Iglesia enseñara eso, sino sólo que parte de la Iglesia enseñaba eso. Con ello se consigue, en la práctica, una legitimación o excusa para no tener que aceptar ninguna doctrina que a uno no le guste o con la que no esté de acuerdo. De hecho, existe un grupo llamado “Somos Iglesia” que utiliza esta táctica, con diversas variantes, para defender, entre otras cosas, el sacerdocio de la mujer, la determinación democrática de la doctrina de la Iglesia, la abolición del celibato sacerdotal, etc.

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