Dulce recuerdo de Jesús
Hoy que es San Bernardo, me he acordado del magnífico himno Iesu, dulcis memoria, que se le atribuye. Es, sin duda, una obra maestra de la Iglesia medieval, que todo cristiano debería conocer.
Para los que no sepan latín, ofrezco una traducción rápida de algunos de sus versos y la versión original al final del artículo. Pueden estar seguros de que mi traducción no llega a la altura del betún al original. Como dice el Concilio Vaticano II, el latín no debe perderse en la Iglesia. De otro modo, se perderán estos himnos cristianos que nos ofrecen, de forma destilada, la experiencia de fe de los cristianos y los santos de tantos siglos que nos han precedido.

San Juan Crisóstomo (que, en griego, quiere decir boca de oro) nació en el s. IV en Antioquía y fue hijo de otra santa, Antusa (Atención a las madres: este ha sido el caso de muchos santos, como San Agustín o San Bernardo, que ya desde los brazos de su madre fueron aprendiendo el amor de Dios y la imitación de Cristo).
Navegando por la red, he descubierto con sorpresa que uno de los artículos que he publicado en este blog, “” había sido recogido por una página web.
Estos días de agosto, en los que hay muy poca gente en Madrid, las misas parecen a veces algo tristes, con las iglesias casi vacías. En algunos casos, el sacerdote no se molesta siquiera en pronunciar una homilía, porque “para cuatro gatos que hay…”
No, no es una adivinanza ni vale responder que los dos empiezan por A.



