11.05.09

El Gran Torino

“I tried to save the Shire, and it has been saved, but not for me. It must often be so, Sam, when things are in danger: some one has to give them up, lose them, so that others may keep them.”
The Lord of the Rings. J. R. R. Tolkien

Casi siempre que he seguido un consejo sobre ir al cine a ver una película, me he arrepentido. En gran medida, los gustos son personales e intransferibles, así que es fácil no coincidir en ellos. Sin embargo, como ayer recibí un consejo de este tipo y me alegré de haberlo seguido, se lo transmito: si no lo han hecho ya, vayan a ver El Gran Torino, de Clint Eastwood.

Fui a ver la película a un cine del centro de Madrid, con una pantalla minúscula. Además, quizá porque uno de nosotros era un sacerdote y vestía de tal, nos dieron los peores asientos de todo el cine. Sólo les diré que había que imitar a un contorsionista de circo para evitar padecer el síndrome de la clase turista. Sin embargo, a pesar de estas condiciones poco favorables, disfruté de la película. Hacía mucho tiempo que no veía una película en la que los espectadores, al terminar, se quedasen sentados en silencio más de cinco minutos, sin que nadie se moviese, pensando en lo que había pasado.

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10.05.09

Carta de un antiguo testigo de Jehová a su Madre

En El Salvador, el día de la madre se celebra hoy, día 10 de mayo. Con este motivo, un lector de este blog, Cristhian, que fue testigo de Jehová y contó aquí su conversión, me envía esta carta a su Madre, la Virgen. Los testigos de Jehová se oponen ferozmente a la tradición católica de honrar a la Madre de Cristo y Madre Nuestra, por eso para Christian fue difícil conseguir esa familiaridad con ella que muchas veces los católicos de nacimiento damos por supuesta. En cierto modo, las palabras de Cristhian se parecen a las de San Pablo, cuando se acordaba de lo mucho que había perseguido a Jesucristo y cómo Dios le había respondido con una gracia sobreabundante.

Se ve enseguida que es una carta escrita con todo el corazón. El mismo Cristhian me decía que se le saltan las lágrimas siempre que habla de la Virgen y me contaba: “me sirvió de mucho escribirlo, primero intenté hacerlo así como desde afuera, tipo intelectual, pero no puedo, con la Virgen no, no puedo “pensarla", a ella sólo puedo sentirla y amarla, por eso termine escribiéndole una carta en el día de las madres”. Estoy seguro de que también a ella se le saltarán las lágrimas al leerla.

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9.05.09

Una vela a Dios y otra al diablo

Me encanta, a la vez que me estremece, el refrán español que compara algo con “poner una vela a Dios y otra al diablo”. El refranero tiene una capacidad sorprendente de trasladar ideas abstractas y doctrinas a imágenes sencillas y de fácil comprensión. En vez de hablar de la coherencia de vida, el compromiso o el discernimiento, habla de poner velas, algo que todos hemos hecho o hemos visto alguna vez. En este caso, la imagen es durísima, porque poner una vela al diablo es algo que una persona normal no puede imaginar sin estremecerse.

La idea que hay detrás del refrán, como sucede muchas veces, no es original del refranero, sino que es la traducción popular de una frase del Evangelio: No podéis servir a Dios y al dinero. Es una de esas frases que, una vez dichas, resonarán hasta el final de los tiempos y que tienen la fuerza de una espada de doble filo para cortar en dos nuestra hipocresía, mostrando así la contradicción entre nuestros actos y nuestra supuesta fe cuando van por caminos distintos. Es una frase que deberíamos escribir en el umbral de nuestras puertas, en nuestras mesas de trabajo y en nuestras tarjetas de crédito.

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8.05.09

La Madre del Negro Manuel

Muchas felicidades a todos los argentinos. Hoy, ocho de mayo, es la fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina.

Esto a mí me recuerda que, vayamos donde vayamos, los cristianos tenemos hermanos, con una misma Madre. Hace un par de veranos, estuve de viaje en Tailandia, y para mí fue un gran consuelo ir a Misa a una iglesia de los salesianos dedicada a María Auxiliadora o ver en un jardín una imagen de la Inmaculada. También cuando estuve en Egipto me alegraba ver, en el barrio copto, cómo los cristianos ponían cuadros de la Virgen en la puerta de sus casas, para identificarse.

En el caso de Argentina la cosa está mucho más clara, porque el país entero está dedicado a Nuestra Señora de Luján. ¿Cómo puede no caerme simpático un país dedicado a mi Madre? Si alguna vez dejara de hablarse en Argentina el español y se olvidara toda memoria de España, espero que quede allí la devoción a Nuestra Señora y el amor a su Hijo como el legado que verdaderamente importa de la presencia española en aquellas tierras.

“Una humilde imagen de su limpia y pura Concepción
se quedó milagrosamente en la Villa de Luján
como signo de su maternal protección
sobre tu pueblo peregrinante en la Argentina".

Del Prefacio de la Solemnidad

Quien no conozca la historia de la imagen, que se remonta al s. XVII, puede encontrarla aquí. Dos imágenes de la Virgen, procedentes de Brasil, estaban destinadas a Sumampa. Sin embargo, al llegar a una estancia junto al río Lujan, fue imposible conseguir que la carreta que llevaba las imágenes se moviera para continuar el camino, ni siquiera añadiendo más bueyes que tirasen de ella. Después de varias pruebas, se dieron cuenta de que con una de las imágenes era posible mover la carreta, pero con la otra no, así que decidieron que la Virgen deseaba que se hiciera allí un santuario y dejaron la imagen en la casa más cercana, de un tal Don Rosendo. Es otro de esos casos en los que el lugar para un santuario viene indicado por una acción divina. En cualquier lugar se puede adorar a Dios y venerar a su Madre, pero Dios sabe que, como seres humanos, necesitamos lugares especiales que nos ayuden a volvernos hacia él.

Hay un detalle que me gusta especialmente con respecto a este santuario: la historia del Negro Manuel. Cuando era niño, Manuel fue capturado en África y vendido como esclavo en el Brasil. Con veinte años, iba en el mismo barco en el que venía la imagen de la Virgen y fue testigo del milagro que llevó a que la imagen se quedara en la casa de Don Rosendo. Manuel, no se sabe cómo, consiguió quedarse también allí y dedicó su vida a cuidar de la imagen de la Virgen y del culto que fue surgiendo en torno a ella. Hablaba a los peregrinos de la Virgen y les animaba a encomendarse a ella, siendo testigo de numerosos milagros (entre ellos la curación del que sería el primer capellán). Incluso cuando la casa quedó prácticamente abandonada a la muerte de Don Rosendo, él permaneció allí.

Al leer la historia de Manuel, he sentido cierta envidia, en el buen sentido de la palabra. Nació en un lugar perdido de África y sufrió la terrible desgracia de ser esclavizado y arrancado de su familia. Sin embargo, Dios sacó un gran bien de esa desgracia y dirigió su vida, a través de caminos complicados y aparentemente sin sentido, para que finalmente conociera a su Madre y, como anticipo del cielo, pudiera dedicarse a servirla. Espero que Dios conduzca así mi vida para que absolutamente todo lo que me suceda me lleve hacia él y hacia su bendita Madre.

Creo por la gripe

L’homme n’est qu’un roseau, le plus faible de la nature, mais c’est un roseau pensant.
B. Pascal

Signos de la fe XV. Llevo dos días enfermo de gripe, con la incomodidad que la misma conlleva. Por eso ayer no escribí nada. Físicamente podría haberlo hecho, pero cuando uno no se encuentra bien, hay pocos ánimos para ponerse a escribir artículos.

Esto me ha hecho pensar bastante. ¿Qué somos los seres humanos? Aparentemente, poca cosa. Un simple virus, que ni siquiera se puede ver a simple vista, nos deja para el arrastre o, incluso, como sucede en México estos días, puede acabar con nuestras vidas.

Durante las últimas semanas, hemos discutido en este blog sobre multitud de temas, a cual más interesante e importante: la existencia de Dios, la Verdad, la evolución, el origen del universo, el sentido de la vida y de todo lo que existe, la lógica, las matemáticas, la fe, el bien y el mal… Nuestras discusiones han abarcado distancias infinitas y eternidades sin comienzo ni fin, pero ninguno de nosotros ha vivido ni siquiera cien años ni alcanza los dos metros y medio de altura. ¡Habrase visto tamaña osadía!

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