No podéis servir a dos Señores
Lo que ayer les dije en prosa, hoy se lo repito en verso. Yo, al menos, necesito que me cuenten las cosas varias veces, sobre todo si son importantes, para empaparme bien de ellas. No es más que un pobre romance, pero, al servicio del Evangelio, hasta unos modestos ripios pueden dar su fruto.
No podemos servir a Dios y al dinero. Lo sabemos, pero nos empeñamos una y otra vez en intentarlo. Sin decirlo expresamente, pensamos: “Qué bien estaría ser un buen cristiano pero sin tener que renunciar a nada, con una cuenta abultada en el banco y un buen sofá en casita".
No podemos servir a Dios y al dinero. Creo que se trata de algo que todos tenemos que oír una y otra vez, a tiempo y a destiempo, porque, en esto, somos como el camino que recibe la semilla pero enseguida se la comen los pájaros. O, por decirlo como lo han dicho alguna vez todas las madres del mundo: por un oído nos entra y por otro nos sale.