La Asunción: el secreto para que el hombre sea grande

Hoy, día de la Asunción de la Virgen, quiero ofrecerles estas palabras que pronunció Benedicto XVI como parte de la homilía en esta fiesta hace dos años. Aparentemente, fue una homilía improvisada, con lo que el Papa mostró su calidad como predicador excepcional y su conocimiento de la Palabra de Dios.

Así tenían que ser todas las homilías: sustanciosa, concreta, sencilla y a la vez profunda. Contempla los Misterios de la fe y de ellos recibe luz para nuestra vida. Si en la parroquia a la que vayan hoy la homilía es comparable, feliciten al sacerdote que se lo merece.

No se la pierdan. Léanla. Utilícenla para su oración de hoy. Merece verdaderamente la pena.

Si quieren el texto completo, pueden encontrarlo .

………………………………………

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; queridos hermanos y hermanas:

Ante todo, os saludo cordialmente a todos. Para mí es una gran alegría celebrar la misa en el día de la Asunción de la Virgen María en esta hermosa iglesia parroquial. Saludo al cardenal Sodano, al obispo de Albano, a todos los sacerdotes, al alcalde y a todos vosotros. Gracias por vuestra presencia. La fiesta de la Asunción es un día de alegría. Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor.

María fue elevada al cielo en cuerpo y alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros: “He aquí a tu madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.

En el evangelio de hoy hemos escuchado el «Magníficat», esta gran poesía que brotó de los labios, o mejor, del corazón de María, inspirada por el Espíritu Santo. En este canto maravilloso se refleja toda el alma, toda la personalidad de María. Podemos decir que este canto es un retrato, un verdadero icono de María, en el que podemos verla tal cual es.

Quisiera destacar sólo dos puntos de este gran canto. Comienza con la palabra «Magníficat»: mi alma “engrandece” al Señor, es decir, proclama que el Señor es grande. María desea que Dios sea grande en el mundo, que sea grande en su vida, que esté presente en todos nosotros. No tiene miedo de que Dios sea un “competidor” en nuestra vida, de que con su grandeza pueda quitarnos algo de nuestra libertad, de nuestro espacio vital. Ella sabe que, si Dios es grande, también nosotros somos grandes. No oprime nuestra vida, sino que la eleva y la hace grande: precisamente entonces se hace grande con el esplendor de Dios.

El hecho de que nuestros primeros padres pensaran lo contrario fue el núcleo del pecado original. Temían que, si Dios era demasiado grande, quitara algo a su vida. Pensaban que debían apartar a Dios a fin de tener espacio para ellos mismos. Esta ha sido también la gran tentación de la época moderna, de los últimos tres o cuatro siglos. Cada vez más se ha pensado y dicho: “Este Dios no nos deja libertad, nos limita el espacio de nuestra vida con todos sus mandamientos. Por tanto, Dios debe desaparecer; queremos ser autónomos, independientes. Sin este Dios nosotros seremos dioses, y haremos lo que nos plazca".

Este era también el pensamiento del hijo pródigo, el cual no entendió que, precisamente por el hecho de estar en la casa del padre, era “libre". Se marchó a un país lejano, donde malgastó su vida. Al final comprendió que, en vez de ser libre, se había hecho esclavo, precisamente por haberse alejado de su padre; comprendió que sólo volviendo a la casa de su padre podría ser libre de verdad, con toda la belleza de la vida.

Lo mismo sucede en la época moderna. Antes se pensaba y se creía que, apartando a Dios y siendo nosotros autónomos, siguiendo nuestras ideas, nuestra voluntad, llegaríamos a ser realmente libres, para poder hacer lo que nos apetezca sin tener que obedecer a nadie. Pero cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande; al contrario, pierde la dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte sólo en el producto de una evolución ciega, del que se puede usar y abusar. Eso es precisamente lo que ha confirmado la experiencia de nuestra época.

El hombre es grande, sólo si Dios es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. No debemos alejarnos de Dios, sino hacer que Dios esté presente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida; así también nosotros seremos divinos: tendremos todo el esplendor de la dignidad divina.

[…]

Eso significa hacer espacio a Dios cada día en nuestra vida, comenzando desde la mañana con la oración y luego dando tiempo a Dios, dando el domingo a Dios. No perdemos nuestro tiempo libre si se lo ofrecemos a Dios. Si Dios entra en nuestro tiempo, todo el tiempo se hace más grande, más amplio, más rico.

Una segunda reflexión. Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un “tejido” hecho completamente con “hilos” del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios. Se puede ver que María, por decirlo así, “se sentía como en su casa” en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad. María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.

Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.

[…]

María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como “madre” –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.

En este día de fiesta demos gracias al Señor por el don de esta Madre y pidamos a María que nos ayude a encontrar el buen camino cada día. Amén.

12 comentarios

  
Bruno
Y felicidades a todas las Asunciones.
15/08/07 1:41 PM
  
juvenal
De la lectura de la homilía, sobre todo al principio, al decir que Dios es más fuerte que la muerte, parece que el Papa pensara que la Virgen no obstante ser asunta al cielo, murió en la tierra.
15/08/07 6:08 PM
  
Tovical
¿Y del silencio en tan importante y sapiencial homilia sobre el "cuerpo del cantico? que más relación tiene sobre el equilibrio práctico en las relaciones fraternales entre los hijos de Dios y de tan excelsa y amorosa Madre, qué? ¿O, dado como está la Gran Familia Humana, lo del deseo de ajuste en los desajustes del poder sobre la debilidad y sus necesidades no vale la pena ni hacer referencia? ¿Claro, que hablar de los tronos y de las riquezas según los criterios divinos, tendría sus repercusiones lógicas en los modos establecidos por el clericalismo y la jerarquización en la Iglesia y, mejor no menearlo. Después nos quejaremos de que se nos acuse de ofrecer la Religión como somnífero de la Humanidad. ¿Dónde queda aquello de; "No es el discípulo más aventajado que su Maestro por lo que ,si a Mí me han persguido, también lo harán con vosotros"? .¿En qué circunstancias nos entregó Jesús a su Madre como nuestra?
15/08/07 6:17 PM
  
carmina
Tengo muchas dudas pero este blog parece hecho para diluirlas poco a poco con un lenguaje claro y elevado. gracias
15/08/07 6:22 PM
  
Bruno
Tovical:

Sin duda, hablar de la justicia, del poder, de los hambrientos, etc. es muy importante, pero no se puede hablar de todo en todas las homilías. Si el Papa nunca hablara de esas cosas, podría echársele en cara, pero eso no es así. En Brasil habló mucho de ese tema y, según dicen, está preparando precisamente una encíclica sobre la Justicia Social.

Creo que es mejor disfrutar de lo que sí dice la homilía y aprovecharlo, que lamentarse por todas las (innumerables)cosas que también podría haber dicho.
15/08/07 6:29 PM
  
Bruno
Juvenal:

"El amor es más fuerte que la muerte" es, como sabrás, una cita del Cantar de los Cantares que, además de a la Virgen, se puede aplicar a Jesucristo e incluso a todos nosotros.

Lo que es dogma de fe y doctrina de la Iglesia es que la Virgen fue elevada al cielo en cuerpo y alma al terminar su vida aquí en la tierra. Sin embargo, esto no implica necesariamente que muriera o no muriera.

Los teólogos han tenido opiniones diferentes sobre este tema. San Epifanio, por ejemplo, pensaba que la revelación no decía nada sobre si la Virgen murió o no. Los orientales evitan hablar de muerte y suelen usar el término "dormición", pero eso tampoco asegura nada (recordemos que "cementerio" en griego significa dormitorio).
15/08/07 6:40 PM
  
Bruno
Juvenal (II):

De hecho, en mi humilde opinión, es difícil hablar de estas cosas en el caso de la Virgen, que es único. En los demás hombres, la muerte implica la separación del alma y el cuerpo, cosa que no sucedió en la Virgen. Sin embargo, si el mismo Cristo sufrió la muerte, no parece lógico que su Madre no la experimentase también.

Quizás algunas cosas sigan envueltas en el Misterio de Dios hasta que, en el banquete del Reino de los Cielos, podamos preguntárselas a la interesada.

Allí nos vemos (si Dios quiere).

Un saludo.
15/08/07 6:43 PM
  
Bruno
Carmina:

Siempre eres bienvenida. Si hay algún tema o alguna duda que quieras que trate, no dudes en sugerirlo. Estaré encantado de hacerlo, en la medida de mis posibilidades.

A fin de cuentas, la fe cristiana, además de ser verdadera, es tan maravillosa que da gusto comentar cualquier parte de ella.

Un saludo cordial.
15/08/07 6:47 PM
  
juvenal
Gracias por la aclaración Bruno, me parece que efectivamente ni en la proclamación del dogma se dijo nada sobre si la Madre de Dios murió o no.
A Tovical le diría que he leído en Religión digital que parece que la próxima encíclica del Papa será sobre la justicia, seguramente será muy buena.
15/08/07 7:58 PM
  
Bruno
Proclamación del dogma por Pío XII el 1 de noviembre de 1950:

"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial"

Como dice Juvenal, no se habla de la muerte de Nuestra Señora.
15/08/07 8:47 PM
  
Carmen Bellver
Hoy he disfrutado de la fiesta. De las lecturas, de la eucaristía, de la música. Ya había leído la homilía pero me ha gustado volverla a repasar.
Gracias, Bruno.
15/08/07 10:08 PM
  
sin enfadarse
La razón por la que se hizo tanto hincapié en el asunto de la asunción en cuerpo es por la exagerada, e incorrecta, doctrina de Pablo de que el primer hombre era inmortal, y que por el pecado de ese hombre ...entrara la muerte en el mundo, y por él todos morimos Ro. 5:12

La verdad es que el Señor se relaciona con Jesucristo no a través de un cuerpo, esto sería una incongruencia, puesto que ese cuerpo tiene órganos todos diseñados por la naturaleza para un fin concreto, respirar, filtrar toxinas, digerir, proteger de los rayos uv, amamantarse, memoria, etc.

Jesucristo se relaciona con el hombre a través del Espíritu, se le puede sentir, y éste puede llenar el alma humana.

¿porqué, a estas alturas de la ciencia y del conocimiento de la antropología, seguir creyentes presentando unas historias que en manera alguna tienen coherencia? Es un impedimento a la búsqueda de Dios por el hombre.
16/08/07 7:33 AM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.