InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Liturgia

13.11.09

12.11.09

Las cruces de Oriente

Como hoy no tengo mucho tiempo, sólo voy a escribir un articulito corto sobre un detalle que me pareció interesante este verano, al visitar los Países Bálticos. Supongo que los lectores conocerán las típicas cruces de las Iglesias orientales, con diversas formas y simbolismos. La más común, propia de las Iglesias eslavas en general y de los ortodoxos rusos en particular, en lugar de ser una simple cruz, con el madero horizontal y el vertical, es más elaborada, y tiene otro madero horizontal más pequeño en la parte superior, además de un curioso madero inclinado en la parte inferior.

La segunda línea horizontal es fácil de comprender, se trata del “titulus crucis”, es decir, el letrero con la profética acusación que Poncio Pilato mandó poner en lo alto de la cruz, en hebreo, latín y griego y que, en nuestros crucifijos, se suele resumir como INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum). En griego, la inscripción es “Ἰησοῦς ὁ Ναζωραῖος ὁ Bασιλεὺς τῶν Ἰουδαίων” y en hebreo (leyéndola en dirección contraria, claro) “ישוע הנצרת מלך היהודים”.

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4.11.09

Una sugerencia para las iglesias vacías

Varios países tradicionalmente católicos o con una importante presencia de católicos llevan ya varios años sufriendo una plaga que no puede sino entristecer a los católicos: las iglesias cerradas y sin uso. En Francia, Inglaterra o Estados Unidos, multitud de iglesias permanecen cerradas o, tristemente, son vendidas y transformadas en hoteles, restaurantes o incluso bares. Las parroquias se agrupan para ajustarse a la escasez de sacerdotes o a los cambios demográficos y muchos templos dejan de ser necesarios, convirtiéndose en una carga para las diócesis. Otros países, como España, empiezan ya a notar esta tendencia, especialmente en ciudades históricamente importantes pero con poca población.

En relación con este tema, me ha gustado leer, en un blog inglés, una posible solución para algunos de estos casos. En Ramsgate, Kent, existe una preciosa iglesia de la primera mitad del s. XIX, dedicada a San Agustín. La iglesia fue diseñada por Augustus Pugin, uno de los más famosos arquitectos católicos de Inglaterra, fascinado por la arquitectura medieval y que participó en el diseño del Palacio de Westminster.

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2.11.09

No cerréis las puertas

El otro día, por cuestiones burocráticas, tuve que pasar la mañana en el centro de Madrid. Mientras esperaba, aproveché para dar una vuelta por algunas de esas iglesias antiguas tan bonitas que hay por la zona, como la iglesia de las Calatravas, en la calle Alcalá, o la parroquia de San José.

También pasé por el Oratorio de Caballero de Gracia, junto a la Gran Vía. Como aún era pronto, estaba cerrado. Sin embargo, me di cuenta con alegría de que, cuando está cerrado el templo, los encargados tienen el detalle con los fieles de cerrar la verja exterior, pero dejar entreabierta la puerta de madera. Así se mantiene la seguridad y se evitan robos, a la vez que se permite que quien lo quiera pueda rezar un rato ante el Sagrario, como hice yo. Un señor que pasaba por allí me miró como si fuera un bicho raro al hacer la genuflexión en medio de la calle, cuando ya me iba, pero eso era de esperar. Después de aquel rato rezando, me resultó mucho más fácil no enfadarme por la habitual lentitud burocrática que me hizo perder dos mañanas enteras para un trámite de dos minutos.

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22.10.09

Viene del norte

No sabría expresar la alegría que ha sido para mí leer la noticia del brazo tendido de la Santa Sede a los anglocatólicos, que siempre me recuerdan a Newman, Froude, Baring, Knox y a la esposa de Chesterton.

Durante mucho tiempo, leí el blog de un pastor anglocatólico que terminó por convertirse individualmente al catolicismo, junto con su familia, hace unos meses. Una cosa que siempre me conmovía de este anglocatólico era su angustia al pensar que, si se convertía, tendría que abandonar a sus fieles parroquianos.

La creación de una estructura que permita a los anglocatólicos volver a la Iglesia sin por ello perder su identidad y sus comunidades ya formadas es, a mi juicio, una muestra del amor cariñoso de madre que tiene la Iglesia por sus hijos y que es un fiel reflejo de la misericordia de Dios Padre. Así ha sido la Iglesia siempre conmigo: paciente, cariñosa y acogedora, a pesar de mis debilidades y pecados. Así que no me extraña nada que también lo sea con los anglocatólicos.

Para celebrar esta ocasión, he escrito un pobre soneto sobre la Traditional Anglican Communion y los demás anglocatólicos a los que, Dios mediante, pronto podremos recibir con los brazos abiertos, porque están ya a las puertas de casa:

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