InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

5.10.20

Los pecados de cintura para abajo

Cuando digo que los comentarios de agnósticos y ateos suelen estar entre los más interesantes, no estoy hablando por hablar. A menudo sugieren cuestiones cuya discusión puede beneficiarnos a todos. Por ejemplo, veamos este comentario hecho hace poco en el blog por Gringo:

“[…] siendo alguien que lleva años leyendo a diario InfoCatólica, veo que hay cosas que os importan muchísimo más que otras.

No hace falta ser un lince para darse cuenta de la enorme cantidad desproporcionada de artículos dedicados por ejemplo a la homosexualidad, o los anticonceptivos, comparados con artículos sobre otros temas que teóricamente también son de incumbencia cristiana, como la usura practicada por los bancos en España que desahucian familias por retrasarse en unos pocos meses del pago de la hipoteca.

Y no os voy a decir de qué tenéis que hablar, simplemente señalo que grosso modo parece que no hay más pecados que los cometidos de cintura para abajo”.

Esta acusación o crítica es muy interesante, sobre todo porque no afecta simplemente a InfoCatólica, sino que es algo que se oye muchas veces de la Iglesia en general y lleva oyéndose desde hace un par de siglos. Eso hace que el tema sea digno de discusión y no una mera queja sobre supuestos defectos humanos de InfoCatólica, que, para ser sinceros, tendría mucho menos interés.

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8.09.20

De murmuraciones y coronavirus

Veo que el Papa Francisco ha soltado una de sus típicas frases, que se ha convertido en titular de diversos medios. Ya sabemos que, al Papa, como buen argentino, le encantan las afirmaciones redondas que llaman la atención y, en esta ocasión, según parece, ha declarado que “la murmuración es una plaga peor que el coronavirus”.

La frase, comprensiblemente, ha suscitado bastantes críticas en el clima actual de miedo a la pandemia. Varias veces hemos tenido que señalar que otras ocurrencias del Papa no eran muy afortunadas y achacarlas a su costumbre de hablar sin pensar mucho lo que dice. En este caso, sin embargo, conviene señalar que, en sí misma, la frase es correcta e irreprochable. Es más, se trata de una afirmación especialmente necesaria para nuestro mundo y, sobre todo, para la Iglesia de hoy.

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25.08.20

¿Ayudar a la Iglesia en sus necesidades?

Pongo el título entre signos de interrogación porque, aunque ayudar a la Iglesia en sus necesidades es un mandamiento universal para todos los católicos, hace tiempo que se escuchan numerosas voces que sugieren que quizá sea mejor retirar esa ayuda en ciertas ocasiones o al menos matizarla.

Algunos señalan, lógicamente molestos, diversos casos en los que se utiliza mal el dinero que los fieles dan a la Iglesia. No solo hay casos de simple despilfarro o empleo del dinero de viudas y huérfanos en inútiles burocracias, campañas e iniciativas o en congresos y viajes superfluos (que ya claman al cielo), sino que incluso hay ocasiones en las que el dinero se usa directamente para mal.

Es más que comprensible que haya numerosos fieles que están hartos y que no deseen colaborar con ese desperdicio o esas conductas poco eclesiales. ¿Quién querría contribuir con su salario a que la Pontificia Academia para la Vida proporcione un púlpito a activistas antipoblación, a que Mons. Sorondo viaje a China y elogie el régimen comunista o a que, en multitud de universidades, editoriales, parroquias y colegios “católicos”, se niegue la doctrina católica? ¿A quién no le indigna que la Conferencia Episcopal norteamericana haga donaciones a organizaciones proabortistas, que los obispos alemanes se reúnan para cambiar la fe de la Iglesia o que haya obispos que paguen sumas millonarias para evitar que salgan a la luz las repugnantes prácticas de algún clérigo?

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27.07.20

19.02.20

El hoyo bajo la Iglesia

Es curioso que las frases más duras de la Escritura fueran pronunciadas casi siempre por nuestro Señor. Qué diferente es el verdadero Cristo de ese Jesús empalagoso, buenista y sesentero que algunos se empeñan en imaginarse.

Desde pequeño, me ha parecido que una de las más terribles de esas frases terribles de la Biblia es la que aparece en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Cuando ambos mueren, Epulón, que está en el infierno, pide que Lázaro moje el dedo en agua y vaya al infierno a refrescar su lengua. La respuesta es que eso es imposible, porque entre los salvados y los condenados hay un abismo que no se puede franquear. Si eso ya es terrible, aún más dura es la respuesta a la siguiente petición. Cuando Epulón pide que Lázaro sea enviado a avisar a sus hermanos, para que se conviertan y eviten ir al infierno, se le responde que, si no hacen caso a Moisés y los profetas, tampoco harían caso aunque resucitara un muerto. Uno difícilmente puede evitar estremecerse al pensar que, al ir a Misa, a menudo escucha, sin prestar mucha atención, a “Moisés y a los profetas” y al propio Resucitado.

El domingo me acordé de esto, porque las lecturas parecían estar hablando a los que proclaman de forma pública que no quieren escuchar. El Evangelio habló de que quien se casa con una divorciada o un divorciado comete adulterio. Sí, adulterio. Con todas las letras. Cumpliendo sus propios mandatos, Jesús habló con claridad: que vuestro sí sea sí y vuestro no sea no. Sin excusas, sin eufemismos y sin truquitos para seguir pecando con la conciencia tranquila. Con misericordia y con verdad, sabiendo que, sin la segunda, la primera es falsa misericordia.

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