Polémicas matrimoniales (XXIX): ¿qué fue de D. Joan Carreras?
Hace unos meses, dediqué un par de artículos a las afirmaciones que D. Joan Carreras del Rincón, sacerdote granadino, hacía en su blog sobre el matrimonio. Como ya indiqué, sus afirmaciones me parecían muy graves, porque destruían la concepción católica del matrimonio, separando matrimonio y sexualidad cristiana, igualando matrimonio y convivencia, criticando el “puritanismo” de Trento o negando la potestad de la Iglesia referente al matrimonio, entre otras cosas. En aquella ocasión, hubo varios lectores que se escandalizaron de que se pudiera criticar a un sacerdote del Opus Dei y experto canonista.
¿Qué ha sido de D. Joan Carreras desde entonces? Pues bien, me entristece señalar que D. Joan, como él mismo ha anunciado en su muro de Facebook, firmó ayer la petición para que el Papa introduzca el divorcio en la Iglesia, dando la comunión a los divorciados que conviven con otra persona en una nueva unión. Me entristece, pero, la verdad, no me extraña, porque sus posturas llevaban inevitablemente a esto, a pesar de la buena intención que, sin duda, tiene D. Joan.

Por obra de la superficialidad de los medios de comunicación, tendemos a quedarnos con lo chocante e incluso lo grotesco y a olvidar lo importante. Por eso mismo, me temo que la parte de este viaje del Papa Francisco a tierras americanas que quedará en la memoria de muchos será la lamentable escena de Evo Morales entregándole un crucifijo hecho con una hoz y un martillo.
Más vale un día en tus atrios que mil fuera de ellos, canta el salmista. Al contrario que Santa María de Betania, que eligió la mejor parte “y no le será quitada", la 
No sé si mis lectores recordarán al pobre José Arregui. Digo pobre porque, después de alejarse tanto de la fe de la Iglesia que ya no podía verla ni con catalejo, le retiraron la licencia canónica en 2010 y terminó por dejar la orden franciscana y el sacerdocio. Desde entonces, sigue dedicado a escribir sobre temas de Iglesia, diciendo los mismos disparates pero ya sin que sus escritos le importen a nadie (excepto a los jesuitas de Deusto, que, en un alarde de discernimiento, lo mantienen como









