Mi santo favorito
El otro día, nos preguntaban en el magnífico blog los Sarmientos de la Vid sobre nuestro santo favorito. No tuve que pensarlo ni un segundo: mi santo favorito siempre ha sido el Buen Ladrón, San Dimas.
Me gusta especialmente este santo, porque después de haber sido toda su vida un ladrón y probablemente un asesino (literalmente un “malhechor", dice el Evangelio, alguien que ha hecho el mal), bastó que se volviera hacia Cristo en el último momento de su vida, al borde de la muerte, en el patíbulo, para que recibiera el perdón y la misericordia de Dios. Más aún, bastó para que el mismo Cristo le prometiera ir al Paraíso con él, para entrar en el número de los santos y para que hoy, nosotros, podamos tenerle como ejemplo.
Un santo como San Dimas es, para mí, un signo claro de que Dios me quiere gratuitamente, de que no tengo que ganarme el amor de Dios, sino que ya como pecador Dios me ha elegido para salvarme y para ser su hijo. Dios es el único que me quiere gratis, sin exigir nada a cambio, regalándome su gracia para que pueda dar frutos de vida eterna. Así quiso a Dimas, porque ¿qué podía esperar de un ladrón crucificado? Quizás el Señor estaba pensando en él y en mí cuando dijo: No he venido a salvar a los justos, sino a los pecadores.

A pesar de su timbre marcial, el título de este blog, que comenzó su andadura en otro lugar, es una cita bíblica de Heb 4,12: La Palabra de Dios es viva y eficaz, más afilada que espada de doble filo.
Ayer por la mañana, este blog superó la cifra de cien mil visitas, acumuladas a lo largo de sus ocho meses y medio de vida. En ese tiempo ha recibido, además, unos 2.500 comentarios de los lectores, más otros tantos que suponen mis respuestas a los mismos.
En los comentarios de otro blog, cuyo nombre no mencionaremos, me llamaron ayer algo que no oía desde que era pequeño: cardo borriquero. Me hizo sonreír, porque tengo un vivo recuerdo de los cardos borriqueros: plantas llenas de espinas, incomibles a (a diferencia de los cardos que se usan en la cocina) y con las que más de una vez me pinché cuando era niño y tenía que tocarlo todo.
Quiero pedir disculpas a los amables lectores por no haber podido anunciar y explicar con antelación esta larga ausencia del blog Espada de doble filo. He estado de viaje y ciertas gestiones que tuve que realizar los últimos días antes de mi partida me impidieron escribir un post para explicar la interrupción.









