Incluso cuando el PP acierta, se equivoca
Leo hoy en InfoCatólica unas declaraciones de Mariano Rajoy en las que, entre otras propuestas para el futuro, reitera su deseo de acabar con la malhadada Educación para la Ciudadanía. No podría estar más de acuerdo en que es necesario acabar con lo que, desgraciadamente, viene a ser una educación para el sectarismo más vergonzoso. Basta leer algunos libros de la asignatura para entender que es la herramienta perfecta para que una serie de asociaciones con ideologías inaceptables, activistas anticristianos y profetas de lo políticamente correcto eduquen a los hijos contra la voluntad de sus padres. Y todo ello ante la pasividad de la mayoría y, tristemente, también de nuestros obispos. Sólo un puñado de padres, verdaderos cristianos con todas las letras, han sido capaces de oponerse en serio a este despropósito. Con bastantes incomodidades y persecuciones, me consta.
¿Deberíamos felicitar al PP por ponerse de parte de los débiles en este caso, que son los padres que defienden su derecho a educar a sus hijos? Me temo que no. O al menos, no mucho. Como sucede en otros temas, incluso cuando el PP acierta de hecho, se equivoca hasta el fondo en las razones en las que basa su postura. Leer a Rajoy explicando las razones por las que hay que acabar con la Educación para la Ciudadanía es como leer un discurso de Stalin hablando de la importancia de la escuela para hacer buenos comunistas de los niños y niñas de la URSS: uno coincide en que la escuela es importante, pero preferiría no tener ese tipo de aliados en su defensa.

En varias ocasiones, se han publicado en este blog relatos de familias en misión del Camino Neocatecumenal. Se trataba de relatos impactantes, escritos por algún miembro de dichas familias, que habían dejado todo para anunciar el Evangelio en el país del mundo al que fuesen enviadas.
Hablábamos ayer del
Los lectores hispanoamericanos quizá no sepan quién fue Agustina de Aragón, subteniente de Artillería. Allá por el siglo XIX, en uno de los asedios de Zaragoza por las tropas de Napoleón en la guerra de la independencia española, las cosas se pusieron muy feas. Habían caído muertos o heridos todos los defensores de una de las puertas de la ciudad, la del Portillo. Ya estaban las tropas francesas entrando por ella para conquistar la ciudad cuando Agustina, que cuidaba a los heridos junto con otras mujeres, se lanzó a la defensa y consiguió disparar un cañón, prácticamente a bocajarro, sobre los franceses, que se batieron en retirada. Así dio tiempo a que llegaran nuevos defensores y se salvó la ciudad. El General Palafox, admirado, la nombró artillero y, a lo largo de la guerra, ascendió a sargento y a subteniente.



