InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

3.05.15

No «es Palabra de Dios»

No se dice "es Palabra de Dios"

Cuando se habla de la importancia de obedecer las normas litúrgicas, a veces parece que se trata simplemente de cumplir una norma por cumplirla, como si fuese algo arbitrario que la Iglesia ha decidido porque sí, al estilo de utilizar metros en lugar de pies o kilos en vez de arrobas. Es necesario resaltar, sin embargo, que al desobedecer las normas litúrgicas prácticamente siempre el cambio es a peor. Es decir, casi invariablemente el “invento” del francotirador litúrgico es más ramplón, más superficial, más mundano, menos tradicional y, por supuesto, menos bello que el original.

Vamos a ver un ejemplo muy sencillo. Al final de la primera y la segunda lecturas, el lector debe decir: “Palabra de Dios”. En cambio, una gran cantidad de los que leen en las misas dicen cosas como “Es Palabra de Dios” o “Esto es Palabra de Dios” o, como he escuchado esta misma mañana, “Hermanos, esto es Palabra de Dios”.

Ciertamente, el cambio es pequeño y a menudo inconsciente. En el primero de los casos, la diferencia es de solo dos letras. Bastan, sin embargo, esas dos letras para cambiar completamente el sentido del rito.

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13.02.14

Tradiciones católicas: La Candelaria

Candelaria AldeanuevaD. Martín Recio, profesor de religión oriundo de Aldeanueva de San Bartolomé, un pequeño pueblo de Toledo, nos habló ya hace tiempo en InfoCatólica de la “Capilla Sixtina de la Jara”. Hoy, nos cuenta las costumbres de Aldeanueva en la fiesta de la Candelaria.

Como todas las fiestas católicas, la celebración de La Candelaria en este pueblecito está repleta de ritos, sincera piedad popular, música, poesía, sana diversion y buena repostería tradicional. Es el reflejo de tiempos [mejores] en los que el año de los españoles giraba en torno a las festividades de la Iglesia y, por ello, las fiestas tenían sustancia y significaban algo, en lugar de ser simple “tiempo para hacer lo que me dé la gana".

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14.11.13

Pedir y dar gracias

Hace unos días, escuché en una homilía una imagen que me gustó. Hablando de la oración, el sacerdote decía que, para un cristiano, rezar debe ser como respirar. Igual que uno no deja nunca de respirar, tampoco debe dejar nunca de orar. Orad siempre, sin interrupción, nos dice San Pablo. Y San Gregorio de Nisa afirmaba que hay que acordarse de Dios aún más que de respirar.

Ahondando en la imagen de la respiración, el sacerdote decía que la inspiración y la espiración eran como la oración de petición y la acción de gracias. Del mismo modo que es imposible limitarse solo a tomar aire o pretender espirar únicamente, el cristiano constantemente debe estar pidiendo cosas al Señor y dándole gracias por todo lo recibido. Ambas cosas. Es la única forma de mantener viva la fe.

Me pareció una imagen muy sencilla y a la vez muy profunda, válida para un niño y para un teólogo. Bueno, siempre que sea un buen teólogo, claro. ¡Qué diferencia con las disquisiciones de pensadores como Torres Queiruga que niegan la importancia y el carácter cristiano de la oración de petición (porque, según ellos, “no es coherente con el Dios revelado en Jesús”)! A diferencia de la imagen de la respiración que daba el buen sacerdote, esas disquisiciones tienen apariencia de profundidad, pero en realidad son superficiales y artificiosas.

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14.05.13

Heterodoxia, humildad y la fe de los sencillos

Anciana rosario 2Hay cosas de las que no conviene hablar en domingo. En lo posible, el día del Señor debería estar dedicado a bendecir a Dios y a disfrutar de sus maravillas. Por eso no comenté la noticia sobre el tristemente famoso sacerdote de Entrevías cuando fue publicada en InfoCatólica, el pasado domingo.

No creo que haga falta comentar las tonterías que el pobre D. Enrique decía sobre el aborto, el “matrimonio” gay, la Iglesia o el celibato sacerdotal, porque se trataba de una heterodoxia de un nivel tan bajo que movía a la pena más que a otra cosa, a la vez que emitía claros efluvios sesentayochistas y trasnochados. Hay algo, sin embargo, que no me gustaría dejar pasar sin realizar un breve análisis: las palabras que dedicaba a su madre.

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13.04.13

La imaginación al confesionario

ConfesionarioAl ser más bien tirando a pecador, me he confesado infinidad de veces a lo largo de mi vida. Y con todo tipo de curas: el santo, el misericordioso, el que te echa la bronca, el buenazo para el que todo da igual, el sabio, el imprudente, el sordo, el que le molesta que vayas a confesarte si no tienes pecados graves, el que está rezando, el que se toma su tiempo, el que procesa a los penitentes como churros, el jovencillo aterrorizado recién salido del seminario, el anciano que ya lo ha oído todo un millón de veces… Por todos ellos siento un gran cariño y agradecimiento, ya que han hecho presentes para mí al Padre misericordioso que me esperaba en el camino, a Cristo crucificado que lavaba mis pecados con su sangre y al Espíritu Santo que me daba la gracia para no pecar. Dios los bendiga a todos.

Hay algo, sin embargo, que me gustaría sugerir sobre el elemento más olvidado de la confesión: la penitencia. Por alguna razón, la penitencia se ha convertido en la hermana fea y olvidada del sacramento de la reconciliación.

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