InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

26.01.21

La Iglesia, inigualable y única

“No hay, ni ha habido nunca sobre la tierra, una obra humana que tanto merezca ser analizada como la Iglesia Católica. La historia de esa Iglesia une las dos grandes eras de la civilización humana. No hay otra institución que aún perviva y que lleve nuestro pensamiento a la época en que el humo de los sacrificios se elevaba desde el Panteón y las jirafas y los tigres saltaban en el Coliseo. Las más orgullosas dinastías reales apenas son cosa de ayer en comparación con la sucesión de sumos Pontífices. Esa sucesión retrocede de forma ininterrumpida desde el Papa que coronó a Napoleón en el siglo XIX al Papa que coronó a Pipino en el VIII, pero la augusta dinastía se extiende mucho más allá de la época de Pipino, hasta perderse en la penumbra de la leyenda. La república de Venecia la sigue en antigüedad, pero la república de Venecia era moderna en comparación con el Papado y, además, la república de Venecia ha desaparecido y el Papado permanece.

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16.01.21

«Herejes son una manera de gente loca»

Herejes son una manera de gente loca que se esfuerza por escatimar las palabras de Jesucristo, y darles otro entendimiento distinto de aquel que los padres santos le dieron y que la iglesia de Roma cree y manda guardar. […] Dignidad ni oficio público no debe tener el que fuere juzgado por hereje, y por ello no puede ser papa ni cardenal ni patriarca ni arzobispo ni obispo ni puede tener ninguna de las otras honras y dignidades que pertenecen a la iglesia. Otrosí decimos que el que fuese no puede ser emperador ni rey ni conde ni duque ni debe tener ningún oficio ni lugar honrado de aquellos que pertenecen a señorío seglar. Y aun decimos que si fuere probado contra alguno que es hereje, que debe perder por ello la dignidad que antes tenía”.

Alfonso X el Sabio, Siete partidas, siglo XIII

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No hace falta volver a inventar la rueda a cada rato. Los cristianos de hace ocho siglos ya sabían dos cosas que, de alguna forma, parece que hemos olvidado.

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12.01.21

Negacionismos suicidas

El Papa ha declarado recientemente que no ponerse las nuevas vacunas contra el COVID-19 es “negacionismo suicida”. Obviamente, pontificar sobre los pros y los contras médicos de una vacuna no entra dentro de la competencia del Sucesor de Pedro, así que podemos prescindir con la conciencia tranquila de esa opinión personal suya y utilizar otro tipo de criterios para dilucidar esa cuestión. En cualquier caso, no es de la epidemia ni de la vacunas de lo que quiero hablar, porque no son temas apropiados para este blog, sino de esa categoría de negacionismo suicida.

Al margen de la desconfianza que pueda suscitar en los lectores sensatos el uso cada vez más frecuente del término negacionista, que resulta más bien propagandista e ideológico que descriptivo, creo que el Papa ha dado ahí con una categoría que podría resultar fundamental para la vida de la Iglesia. Veamos algunos ejemplos que quizá el Santo Padre podría desarrollar en una nueva encíclica.

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30.11.20

Decir las Misas cosas

Hay errores que le alegran a uno el día. Verbigracia, algo que escribió hace poco D. Jorge González en su blog: “es que me escucho año tras año decir las misas cosas”. Obviamente, quería decir las “mismas cosas”, pero escribió misas en vez de mismas y me alegró el día. Este tipo de errores son lo que los sofisticados llaman un desliz freudiano y los sencillos saben reconocer, más bien, como un feliz eco de las profundidades de la fe.

D. Jorge se lamentaba en su artículo de hacer siempre las mismas cosas en su parroquia cada adviento, pero el lamento se le estropeó un poco al escribir sin darse cuenta “misas”. Fue, sin embargo, un error feliz y muy profundo, porque no hay nada que se repita más que la Misa. De hecho, viene repitiéndose todos los días desde hace casi dos mil años, que se dice pronto. Incluso las variaciones que caben en ella se repiten también. Es lo menos novedoso y cambiante que existe en nuestro mundo, y en eso precisamente reside su valor: el sacrificio de Cristo, realizado de una vez para siempre. La eternidad hecha gracia.

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27.11.20

Como murciélagos

En el último artículo, hubo un comentario interesantísimo, al que no contesté inmediatamente, porque preferí quedarme pensando sobre el tema. Feri del Carpio decía que estaba cansado de tantas cosas que hace la jerarquía, en particular el Papa, y que llevan a una Iglesia cada vez con menos fe y más indistinguible del mundo (“masonificación” de la Iglesia, era el término que empleaba). También señalaba que, salvo milagro, veía difícil que viniera un buen Papa y que, desgraciadamente, con un Papa que no fuera bueno previsiblemente los obispos tampoco lo serían.

El comentario me llamó la atención porque refleja muy bien el estado de ánimo de una gran cantidad de creyentes (y cuando digo creyentes, me refiero a los que creen de verdad, a los que mantienen la fe, porque los que no la mantienen viven, más bien, en la indiferencia). Es un estado de ánimo que se caracteriza sobre todo por el cansancio. Cualquier católico que tenga ojos en la cara sabe que las razones para indignarse en la Iglesia abundan hoy, pero la indignación es un sentimiento fuerte e intenso que no se puede mantener mucho tiempo y, cuando se prolonga, termina casi necesariamente por dar lugar al cansancio y al desinterés. Varias personas dedicadas a la información religiosa, por ejemplo, me han dicho también que estaban cansadas y que su trabajo de informar se había convertido en un sacrificio, porque la necesidad de estar al día de tantísimas malas noticias eclesiales les resultaba muy penosa.

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