La primera vez
La primera vez que vemos o hacemos algo tiene siempre una fuerza especial para impresionarnos. La novedad llama nuestra atención y hace que nos fijemos en todo, que estemos alerta ante los más pequeños detalles y que grabemos la ocasión en nuestra memoria.
Luego, por desgracia, esa fuerza va siendo combatida por el efecto de la costumbre, que nos va insensibilizando ante lo que vemos. Como es lógico, esas “primeras veces” son especialmente frecuentes de niños: los primeros pasos, el primer día de colegio, la primera vez que se ve el mar… A medida que pasan los años, la frecuencia de esas primeras veces disminuye y, quizás por eso, las apreciamos de una forma especial. Hoy ha sido para mí una de esas ocasiones de “primera vez” para mí en la liturgia.

Los españoles e hispanoamericanos, normalmente, conocemos muy poco del anglicanismo. Quizá por eso nos cuesta más comprender la relevancia y a la vez las dificultades que implica la iniciativa de Benedicto XVI para permitir la unión con la Iglesia de los grupos de anglicanos que lo deseen.
Este domingo a media tarde, caminaba por la acera con los niños hacia nuestro coche aparcado, cuando vi que iba por delante de nosotros una monja anciana. Entre que yo llevaba un carrito de niño y que la acera era estrecha, no era posible adelantar, así que fuimos un buen trecho detrás de ella.
Ayer hablábamos en el blog sobre los milagros y sobre el tipo de pruebas que pueden necesitar. Es un tema más profundo de lo que parece y los diversos comentarios sobre el tema fueron muy interesantes.









