El escándalo de Marta y María
Todos los años por estas fechas, cuando se lee en Misa el evangelio de Marta y María, sucede lo mismo, como en uno de los antiguos cines de sesión continua: unos no escuchan, así que no se dan cuenta de nada; otros se escandalizan por lo que dice el evangelio y refunfuñan por lo bajo, y los sacerdotes, en general, intentan explicar el pasaje evangélico de modo que no escandalice a nadie, señalando (correctamente) que tan santa es Marta como María, que tanto la acción, como la contemplación son necesarias, que Marta hizo mal en quejarse de su hermana y consideraciones similares.
Todo muy comprensible, pero, por alguna razón, no termina de funcionar y, al año siguiente, muchos fieles vuelven a sentirse escandalizados, de nuevo los sacerdotes intentan desescandalizarlos sin mucho éxito y vuelta a empezar. A mi entender, la solución a este peculiar eterno retorno está más bien en darse cuenta de que no hay que desescandalizar a los fieles, porque es bueno que la lectura les escandalice.
Como hemos dicho en otras ocasiones, hay un buen escándalo y un mal escándalo. Escandalizar no significa, según su origen griego, más que “hacer tropezar” y eso puede ser malo si uno va por el buen camino y le ponen obstáculos, pero es providencial y necesario cuando vamos por el mal camino, por la senda ancha que lleva a la perdición. En este segundo caso, necesitamos tropezar, nos va en ello la vida. Hay un escándalo que hace tropezar a los sencillos en el camino hacia el cielo y es peor que ser tirado al mar con una piedra de molino al cuello. Hay un buen escándalo que nos hace tropezar cuando nos alejamos de Dios y ese escándalo no solo es bueno y santo, sino que su nombre es Cristo. Es el mismo Señor Jesucristo, que en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo; tropiezan en ella porque no creen en la Palabra (1P 2,7-8).
En cada época, el mundo acostumbra a escandalizarse con las partes de la Palabra de Dios que más denuncian sus fallos y los católicos a veces lo hacemos también. Nuestro mundo moderno, tan alejado de Dios, tiende a considerar inaceptables esos famosos textos de San Pablo sobre maridos y mujeres, precisamente porque no caen en su propio error de reducir las relaciones esponsales a luchas de poder. Las palabras de Cristo sobre el divorcio, poner la otra mejilla o las miradas impuras avergüenzan a infinidad de cristianos, que preferirían que no existieran.
No es casualidad que uno de esos textos que escandalizan o, como mínimo, resultan difíciles de comprender sea el episodio de Marta y María. Como recordarán los lectores, Jesús acudió a casa de Marta, María y Lázaro, en Betania. Allí se puso a hablarles de las maravillas de Dios y María se quedó absorta, sentada a sus pies, escuchándole. Mientras tanto, Marta se multiplicaba para dar abasto con los preparativos domésticos; hasta que se paró y dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó: Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán.
El diagnóstico de la situación que hace nuestro Señor nos choca enseguida (sobre todo a las mujeres, que son mucho más prácticas, concretas e inmediatas que los hombres). Lo de María es muy bonito, a los pies de Jesús y pendiente de cada palabra que salía de sus labios, ¿pero no podría haberse esperado un poquito para ayudar primero a su hermana y después haberse puesto a escuchar? Además, no parece que los apóstoles y el mismo Jesús le hicieran ascos a la estupenda comida que preparó Marta. ¿No faltan en la historia algunos elogios a ella? ¿No sería más apropiado, justo y equitativo que, como mínimo, se reconociera lo bueno que había en la actitud de las dos hermanas, especialmente la que realizaba la labor de la que todos se iban a beneficiar? No es por criticar a nuestro Señor, pero…
Son argumentos comprensibles, razonables y difícilmente rebatibles… hasta que recordamos con asombro quién era el Huésped que tenían en la casa: Dios mismo hecho hombre estaba bajo su techo y eso lo cambia todo, no solo en aquel momento, sino también ahora mismo en nuestra vida. En este episodio, Jesús no está dando normas para repartir el trabajo doméstico, lo que hace es un gesto profético, como los de los profetas del Antiguo Testamento cuando querían dejar algo tan claro que nunca se borrase de los ojos de quienes lo vieron.
Con su forma de actuar con Marta y María, el Señor está poniendo ante nuestros ojos algo que hemos olvidado y que nos resulta tremendamente escandaloso, porque lo es: el primer mandamiento. Sí, ya sé que conocemos este mandamiento desde pequeños, que lo habremos recitado o leído mil veces y que probablemente ninguno de nosotros soñaría en rechazarlo, pero la realidad es que, si nos lo tomamos en serio, no deja nunca de escandalizarnos.
Escucha, cristiano, el Señor nuestro Dios es un solo Dios. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. No “bastante", no “mucho", no “muchísimo", sino con todas tus fuerzas, hasta que no te quede nada; no “tanto como a mis hijos o a mi marido", sino con todo el corazón; no “razonablemente", no “dentro de un orden", no sujeto a tus criterios y razonamientos, no mientras sea políticamente correcto, no a condición de que eso no estropee tus planes, sino con toda el alma. Las palabras que hoy te digo, quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos, porque esa es la verdadera herencia que posees y que puedes dejarles, el tesoro en el cielo donde no hay gusano ni polilla que lo corroan. Y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. No los domingos, no cuando reces antes de acostarte, no cuando surja en la conversación una vez al año, sino en casa y fuera de ella, de día y de noche, hablando con cristianos y paganos, ayer, hoy y siempre. Entonces, y solo entonces, se empieza a entender lo que es el cielo.
El amor a Dios es absoluto. Dios no nos pide mucho, nos lo pide todo. No hay ningún deber, gusto, preferencia, afecto, fin o tarea que se le pueda anteponer, por muy buenos que sean… y eso nos escandaliza. Incluso el segundo mandamiento, Amarás a tu prójimo como a ti mismo, a pesar de su importancia, es eso mismo, el segundo. Está a una distancia infinita del primero, como la criatura está a una distancia infinita de ser Dios. Solo podemos amar al prójimo como debe ser amado si Dios lo es todo en nuestra vida, si no anteponemos nada a Dios, si ese amor al prójimo está sumergido en el amor total a Dios. Es decir, si no hacemos un ídolo de nosotros ni de nuestro prójimo ni de nuestros criterios ni de absolutamente nada. “Mi Dios y mi todo”, rezaba San Francisco una y otra vez. ¡Mi todo!
No es casual que los dos mandamientos estén ordenados, del mismo modo que nuestra vida entera debe estar ordenada: en el centro Dios y todo lo demás en su lugar correspondiente. Solo Dios puede ser el centro de nuestras vidas y, si no lo es, estamos descentrados, descolocados, desorientados, como ovejas sin pastor. Estamos inquietos y nerviosos con tantas cosas, mientras que solo una es necesaria. Cuando nuestro matrimonio no funciona es porque hay algo en su centro que no es Dios. Cuando nuestra vida es un desastre es porque en su centro hay algo que no es Dios. Lo mismo se puede decir de trabajos domésticos, noviazgos, parroquias, obras de caridad, colegios, universidades, sociedades, culturas y naciones.
Marta no se equivoca humanamente hablando, pero está corriendo un riesgo que nos afecta a todos: el de confundir lo urgente con lo único necesario o, mejor dicho, con el único Necesario; el de confundir los bienes que salen de nuestras manos con el único Bueno. Es decir, el riesgo de poner lo sobrenatural en el mismo plano que lo natural, lo divino que lo humano. Es una tentación constante, de la que nunca conseguimos librarnos. El gesto profético de Cristo nos recuerda, con toda la fuerza de su escandalosa Palabra, que no podemos someter a Dios a nuestros planes y criterios ni dejarlo nunca el segundo lugar. Si tiene el segundo, tercer o cuarto lugar en nuestra vida, es que no se trata de Dios, sino de un ídolo entre otros muchos que hemos creado a nuestra medida. El Señor es un Dios celoso y no admite rival.
El pasaje de Marta y María es escandaloso porque tiene que ser escandaloso, porque la fe católica es escandalosa, porque la encarnación de Dios es el hecho más escandaloso de la historia. No se nos ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos. El cristianismo solo resulta razonable a los que no creen (y a los que teóricamente creen pero piensan como el mundo) mientras se limite a decir que hay que ayudar a los demás y ser buenos. Es decir, las cosas que todo el mundo ya sabe sin necesidad de que se las digan. En cambio, cuando se empeña en poner a Dios (¡y a Dios hecho carne!) en el centro de todo y en pedírnoslo todo para dárnoslo todo, surgen las protestas, las quejas, los no puede ser, los ahora no me viene bien, los que me pida cualquier otra cosa.
El sensato San Benito, que tenía los pies bien puestos en el suelo, pero los ojos siempre en el cielo, se lo repetía de forma insuperable a sus monjes: nihil amori Christi præponere. No anteponer nada al amor de Cristo. ¡Nada! Como aprendió Marta aquel día, ni siquiera las buenas obras que hacemos para Dios deben anteponerse a Él. A Dios sea la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
48 comentarios
Personalmente no me escandaliza en absoluto. Siempre me ha interpelado. Como el pasaje del hijo pródigo. ¡Cómo no solidarizarse con el hermano mayor! Pero cuando uno descubre que (casi)todos somos más como el pródigo, al menos en parte... Y ahora con el pelagianismo desbordado somos más como Marta. Imposible no sentirse interpelado. El otro extremo tiene sus riesgos, obviamente. Todo es retorcible en la vida. La vida de María y del hijo menor, también. La balanza cristiana solo Dios puede equilibrarla. ¡Cuánto trabajito tiene nuestro Creador celestial para moldearnos! ¡Cuánto nos sobra! ¡Qué poco hace falta para ser su escultura preciosa! ¡Pero cómo nos cuesta deshacernos de ello! Nuestros apegos desordenados son nuestros peores enemigos.
A los lectores de buena voluntad, feliz verano.
Para mí, sin ningún tipo de duda, el quid de la cuestión es:
Que Marta elige preparar la comida, pero intenta inducir a Jesús para que María le ayude sin tener en cuenta la elección de María.
Ese es el quid de la cuestión y, lógicamente, Jesús respeta ambas elecciones pero por igual.
La pregunta entonces podría ser:
¿Cuál habría sido la respuesta de Jesús, si María (de forma inversa ) hubiese tratado de inducir a Jesús para que le dijera a Marta que dejara de preparar la comida y se añadiera a escuchar la Palabra de Dios?
Por completar mi anterior comentario. En el fondo de pantalla del móvil tengo a Marta y a María junto a Cristo-Dios. Una imagen similar a la del post.
Y en mi epitafio quisiera recordar las palabras de Santa Marta, cuando le muestra que le ha reconocido como al Señor, como al Cristo, justo antes de la resurrección de su hermano. Lo importante es que ambas, María y Marta, se dejaron moldear. Creyeron y le siguieron. Quienes crean en Él y confíen en su Misericordia, serán salvos.
Por eso estos pasajes evangélicos nos interpelan a todos.
Creo que te equivocas. En Mateo 12 28-31 se cuenta que un escriba se acercó y le preguntó a Jesús: «¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: “El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos”.
Afirmas que el segundo mandamiento está a una distancia infinita del primero, como la criatura está a una distancia infinita de ser Dios. Yo creo que esto no es cierto porque los mandamientos están hechos para las personas humanas, que no pueden manejarse con distancias infinitas. Dios no puede colocar un mandamiento y colocarlo a una distancia infinita otro porque si busca uno no llegará jamás al otro. Yo creo que están pegados como la cara y la cruz de una moneda.
Que hay una distancia infinita es evidente, según la doctrina católica y la sana filosofía. Entre Dios y las criaturas hay una distancia infinita, cualitativa y no solo cuantitativa.
Sin duda, los humanos no podemos salvar una distancia infinita, pero Dios sí puede y es Él en persona quien lo hace posible para nosotros. Para el ser humano, por sus propias fuerzas, amar con todo el corazón una cosa implicaría no amar otras cosas. Pero Dios lo puede todo y ha resuelto el "problema" insertando el amor a los demás en el amor a Dios. Podemos amar a Dios con todo el corazón y también amar al prójimo porque Cristo ha dicho: "lo que hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis".
Eso, por supuesto, no elimina la diferencia infinita que hay entre Dios y el hombre, pero sí hace posible lo que para nosotros era imposible: amar a Dios con todo el corazón y a la vez amar al prójimo. No de la misma forma, porque Dios sigue siendo Dios y el ser humano sigue siendo el ser humano, de modo que el mandamiento solo habla de amar al prójimo como a uno mismo y no amar al prójimo con todo el corazón, pero sí estamos llamados a amar a ambos.
En todos ellos, ante una actitud "chocante" de Jesucristo o del protagonista de la parábola (Que en la del Hijo Pródigo no es el hijo Pródigo sino el Padre Misericordioso), tratamos de justificarlo.
Con la mujer adultera, siempre llega quien nos advierte de que al final le dice "No peques más" sin percatarse de que Jesús ya le ha dicho que no la condena (En el fondo que no la juzga) antes de recomendarle, con buen criterio, que deje de jugar con fuego (Entre otras cosas porque quizás la próxima vez no esté Él por allí para ayudarla).
En la del Hijo Pródigo, el mismo señor que advirtió del "No peque más", nos llamará la atención a que es necesario el pertinente arrepentimiento, cuando es completamente falso. El padre no le deja pedir perdón, le levanta del suelo, no quiere su penitencia, tanta es la alegría de la recuperación de su hijo (Otra cosa es que el Hijo, con buen criterio, se arrepienta)
Y en el episodio de las dos Marías, el mismo ceñudo señor se queda muy severo diciéndonos "¿Ves como es más importante contemplar a Dios que hacer?", sin darse cuenta de que sí, es importante la contemplación, pero María no podría quedarse contemplando a Jesús sin el trabajo de Marta.
Por primera vez en mucho tiempo he encontrado en esta página dos interpretaciones mucho menos "sesgadas": la primera en Bruno que, desde el principio deja claro que ambas actitudes son, no solo buenas, sino necesarias y la otra es la de enri que hace hincapié en la decisión libre de cada una de ellas y de como Cristo acepta la libertad de ambas.
Cristo no llama la atención a Marta por no escucharle, sabe que está haciendo lo que ella cree que debe hacer, ni a María por hacerlo sabe que escucharle (Bruno dice "Contemplarle") es la "Mejor Parte" y entiende que María la disfrute.
No juzga, respeta, no condena, comprende, no humilla, acoge.
De vez en cuando se aprenden cosas aquí (Esto va para que Hadock no vuelva a preguntarme por quincuagésimo séptima vez que por qué entro en una página como esta si yo soy cualquier cosa estúpida que se le ocurra que soy en ese momento)
Pues bien, Capi, por cosas como estas en que uno puede aprender, incluso de aquellos con los que discrepa profundamente.
La explicación del dilema que planteas, para mi es muy sencilla.
Ninguna de las dos partes del mandamiento del amor es más importante que la otra porque ambas son la misma.
No puede amar Dios quien no ama a su prójimo (Que significa "próximo"), son acciones inseparables.
Solo a través del amor al prójimo se puede manifestar el amor a Dios.
De nada sirve quien hace, hace y hace cosas sin no es el amor quien las guía, de la misma manera que ningún sentido tiene la contemplación mística de Dios, sin no va acompañada de un fuerte compromiso por el amor a tu prójimo.
Lo muestra muy claro Mt 5, 23-24:
"Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."
Por eso resulta tan peligroso estar hablando de los pobres todo el tiempo, porque el Segundo Mandamiento está formulado así: "Ama al prójimo como a ti mismo" y, por lo tanto la comparación está hecha contigo y no con Dios, ya que tú también debes amar a Dios más que a ti mismo.
La contaminación actual del prójimo como sustituto de Dios, que es lo que se oye continuamente, no deriva del Evangelio, deriva del mundo que quiere hacerte creer tal cosa y, por eso, antes de hablar del prójimo tienes que dejar clara la jerarquía de los amores, que como dice Bruno es infinita porque Dios y el hombre no están conectados más que por el Amor de Dios al hombre, que mandó a su Hijo al mundo para redimirnos del pecado y abrirnos paso a la Vida Eterna. Por ese Amor de Dios debes amar al prójimo y a ti mismo también.
Por amor al prójimo no puedes pervertirte a ti mismo tampoco porque podría darse el caso, el Amor a Dios siempre es bueno.
Yo no niego la distancia infinita entre Dios y las criaturas. Ni siquiera la menciono. No sé por qué dices eso.
"siempre llega quien nos advierte de que al final le dice "No peques más" sin percatarse de que Jesús ya le ha dicho que no la condena (En el fondo que no la juzga) antes de recomendarle, con buen criterio, que deje de jugar con fuego (Entre otras cosas porque quizás la próxima vez no esté Él por allí para ayudarla)."
Je, je. En mi vida he oído gimnasia mental más retorcida. Como cualquier persona normal sabe, juzgar y condenar son cosas completamente distintas. Uno puede ser juzgado y no ser condenado. Es evidente que Cristo juzga que la mujer ha pecado, porque le dice que no peque más.
En cuanto a condenar, como todos sabemos, Jesús condena el pecado, porque lo hace mil veces en el Evangelio. En cuanto a las personas, Jesús no las condena en su primera venida, en la que ha venido para salvarnos y todavía hay posibilidad de arrepentimiento y redención (de nuevo, no peques más, pero sí lo hará en su segunda venida al final de los tiempos como Él mismo dijo con toda claridad: id al fuego eterno, malditos, preparado para el diablo y sus ángeles.
Escoger qué frases de Cristo le gustan a uno y cuales no es la más clara señal de no ser cristiano.
La verdad, no entiendo muy bien por qué sigue pretendiendo que lo es, porque esto tiene que ser evidente para usted, que no es tonto ni mucho menos. Solo encuentro dos posibles explicaciones: a) que le importa un bledo Jesucristo y solo dice que es cristiano para "armar lío" en este blog y otros, lo que es en principio posible, pero extraño por la grandísima pérdida de tiempo que supone para todos, incluido usted, y b) que aunque ha caído en el agnosticismo más absoluto, aún tiene un apego sentimental a Cristo y el cristianismo. Esto último lo entendería mucho mejor y rezo porque un día le lleve de vuelta a Él y a la Iglesia.
Como todos sabemos, si entre Dios y una criatura hay una distancia infinita, también habrá una distancia infinita entre el amor que se debe al primero y a la segunda. Es algo básico.
Amar a una persona con todo el corazón, con toda el alma y todas las fuerzas sería idolatría, porque es un amor que solo se debe al Dios eterno y omnipotente, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Qué fácil es hacerse ídolos creyendo uqe seguimos amando a Dios sobre todas las cosas cuando ese amor se ha vuelto en realidad algo nominal.
Entonces si Dios tiene misericordia, y siempre la tiene, viene y nos quita al menos alguno de esos ídolos que nos hicimos, y obviamente viene el sufrimiento porque habíamos puesto la fuente de nuestra felicidad en ese ídolo, y no podemos decir como el santo Job: el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el Nombre del Señor.
Pero, nuevamente si Dios tiene misericordia, con ese sufrimiento recibimos gracias actuales que nos van purificando, y luces divinas qué nos llevan a apagar nuestra sed de felicidad en el amor de Dios y no en los pozos de Jacob.
En el caso de este post, Marta había hecho de sus buenas obras y virtudes un ídolo, y entonces su amor se desordenó. De cuántas cosas buenas podemos hacernos ídolos! Inclusive de la buena liturgia, de las buenas homilías, y podemos ir a misa a buscar esos ídolos en vez de buscar al Señor.
"podemos ir a misa a buscar esos ídolos en vez de buscar al Señor"
Frase terrible y escandalizadora, pero cierta.
Si se fija, el hijo decide volver a su padre porque se está muriendo de hambre y comprende racionalmente que lo mejor es tragarse su orgullo, volver a su casa y pedirle disculpas al padre con la esperanza de que tal vez le readmita. En ese momento, es evidente que no está arrepentido, Dios no le ha dado la gracia del arrepentimiento y lo que va a hacer es una mera performance, con bonitas palabras, para salvar su vida. Lo importante es que decide volver, sin saber a ciencia cierta cómo será tratado.
Pero fíjese también en que cuando vuelve, lo primero que ve es a un padre que después de mucho tiempo le está esperando, un padre que ebrio de amor se lanza hacia el hijo para abrazarle y besarle sin parar. ¿Alguien puede pensar que las palabras que pensó mientras decidió volver a su casa significan lo mismo que las que ahora dice, cuando su padre -del que esperaba una reprimenda- le está comiendo a besos? Es evidente que no. El hombre que salió de la ciénaga ya no es el mismo que el que se encuentra con su padre, y ha sido la acción del padre la que ha producido esa transformación.
Lo que nos dice la parábola en definitiva es que Dios, con su amor desbordante, ha transformado a su hijo, y le ha dado la gracia del arrepentimiento. Es cierto que el hijo no ha venido arrepentido; es cierto también que el padre -que simboliza a Dios- tampoco le ha exigido arrepentimiento, pero por la sencilla razón de que él ya se lo ha regalado a su hijo, como Gracia, por la sobreabundancia de su amor.
"Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial."
“Nos creaste para ti, Señor, y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”
El amor que reprocha Cristo a Marta es el propio, el que no descansa en Él, y que poco a poco llegará al desprecio de Él. Si no vemos ese peligro en nosotros mismos es porque ya llegamos al cielo, o porque estamos en muy serios problemas en cuanto a nuestra salvación eterna.
Al fin y al cabo están muriendo ya más cristianos en África que en la persecución de Diocleciano, teniendo en cuenta que la población ha crecido mucho desde entonces, lo único que ha cambiado es el método por el que los matan, e incluso ese tampoco ha cambiado tanto dado que esas guerrillas utilizan el incendio y el machete con bastante frecuencia. Una persecución de libro en pleno siglo XXI.
En el caso de los africanos se trata del primer mandamiento, en el caso de los polacos era el segundo, pero los polacos eran católicos. Quita el primer mandamiento y el segundo sin esa luz caerá también porque es subsidiario del primero. Entre los comunistas los casos de acogida en sus casas de judíos se dieron mucho menos y es natural porque un ateo no tiene por qué hacer algo que le perjudique, a no ser que haya desarrollado una conciencia propia que se vuelva tan exigente que dé un resultado similar, como le ocurrió a Antonin Kalina, pero eso es aún más difícil y por eso se da menos y, supongo, que para ti será igual de incomprensible.
Yo creo que Marta tendría que haber dicho a Jesús: Jesús pasa conmigo a la cocina y así te escucho mientras trabajo, porque esta es precisamente la función en la Iglesia de nosotros los seglares, llevar a Dios al que hacer cotidiano. Santa Teresa de Jesús decía a sus monjas: "entre pucheros también anda Dios" y San Josemaría decía: 1 hora de trabajo es 1 hora de oración. De no ser así, los seglares y sacerdotes, estaríamos descompensados respecto a la vida contemplativa que se vive en los monasterios y conventos, sin embargo la santidad es universal.
Usted, que no cree, lo que está diciendo es que, si Dios no existe, entonces no tiene sentido morir por Él. Claro, para ese viaje no hacían falta alforjas.
La cuestión es que Dios sí que existe, de manera que los cálculos agnósticoateos están viciados de raíz.
Desde el principio del cristianismo ha habido muchos mártires niños (e incluso antes, con los mártires macabeos), porque la gracia de Dios vale más que la vida de los viejos, los jóvenes, los de mediana edad y los niños.
Por supuesto, la cuestión de si conviene ir a Misa cuando hay algún riesgo es prudencial y dependerá de los casos concretos, pero siempre sabiendo que hay cosas que valen más que la vida. De hecho, si no las hubiera, entonces de todas formas la misma vida valdría más bien poco.
En cuanto al Segundo Mandamiento, subsidiario del Primero, te puedo asegurar que el ateo tampoco tiene razones para jugarse la vida por el prójimo porque solo tiene una vida y después se va al hoyo por lo que tiene que mirar primero por él. Hannah Arendt hizo muchos esfuerzos para demostrar que la conciencia también puede llevar a eso, pero los datos son tozudos. El número de cristianos que dieron su vida por proteger a judíos es tan abrumador que hasta el mismo Yad Vashem tuvo que plantearse la incidencia del Cristianismo en ese asunto.
Los que no creen en Dios simulan entender el sacrificio que piden a los demás cuando hay una pandemia, pero en realidad no entienden nada porque para ellos un sagrario abandonado y una iglesia vacia es lo mismo que la carabina de Ambrosio, lo que en realidad están pensando es que han hecho entrar en razón a un fanático. He aquí la total incomprensión del asunto.
Por muchas noticias de asesinatos de cristianos que vengan en Infocatólica un ateo pasa por encima y, ni siquiera por un mínimo de dignidad ética, se molesta en pensar qué lleva a esas personas a comportarse así, luego alguien lo dice y piensan que es horrible.
No. NO distingue usted entre un principio y un caso concreto, que es prudencial. Usted se imagina un caso concreto con unas circunstancias particulares inventadas por usted, que, como todos los casos concretos, depende de esas circunstancias (que en este caso solo conoce usted, que es el que se las inventa) y decide que, en ese caso concreto, no habría que ir a Misa. Pues bueno, eso depende del caso concreto.
En cambio, el principio, que es lo que importa, no lo entiende, porque no tiene fe. La Misa es esencial para nosotros, adultos o niños. Sine dominica non possumus, sin la Misa del domingo no podemos subsitir, dijeron los mártires de Abitene al principio del siglo cuarto, cuando se les perseguía por celebrar la Eucaristía. Lo mismo hicieron multitud de sacerdotes que entraron ocultamente en Inglaterra para celebrar la Misa para los católicos y fueron martirizados por ello. Merece la pena dar la vida por aquello que nos da la vida eterna: es una ecuación muy fácil de comprender, si uno parte de la fe.
Por supuesto, en algún caso concreto puede ser prudencialmente mejor no ir a Misa si se trata de algo puntual y el riesgo es muy alto o si uno puede ir a Misa con menor riesgo el día siguiente o mil otras posibilidades más, pero el principio está claro: por la Misa vale la pena dar la vida.
Eso es lo que vale la Misa. Anímese y pruébelo.
A mí mi conciencia, no escrupulosa, me dijo que una lejanía de la misa prolongada no era buena para mi alma y me imagino que si hubiera estado vivo el Cardenal Newman habría dicho lo mismo porque los sacerdotes pueden celebrar en solitario, pero los fieles dependemos de la presencia del sacerdote. La Iglesia durante la pandemia no estuvo muy fina, por eso los ateos se regocijaron tanto. Si se cerraran todas las iglesias de África situadas en puntos peligrosos, los sacerdotes se escondieran para no "provocar" a Boko Haram, etc...los ateos verían la medida como prudencial... mirando por nosotros, naturalmente. Siempre dispuestos a que no nos maten a costa de lo que sea mientras no sea el abortero o el de la eutanasia, que esos están bendecidos por ley.
Lo de los sacerdotes en las dos islas más peligrosas en los S. XVI-XVII, Gran Bretaña y Japón, era para llevarlos directamente al frenopático. ¡Ríete de la conciencia escrupulosa! Y no digo nada de los vandeanos que no aceptaban sacerdotes juramentados.
Me alegra leerte porque me encuentro a menudo siendo juzgada porque "con todo lo que rezo" (mentira, sólo que depende de con quien me compare y quien me juzga rezar menos o no lo hace), debería verse más luego en las obras... yo siempre respondo: pues imagina si no rezara...
También porque mi familia, vecinos, incluso "amigos" me dicen continuamente que soy egoísta porque estoy dedicando mi vida al servicio gratuito y a la evangelización. Yo verdaderamente estoy súper tentada de volver y de escuchar sus razonamientos, pero cuando lo pienso un poco siempre me aparece la razón irrefutable: Dios me ha pedido esto y lo quiere...
"O sea, que está claro que por la misa merece la pena dar la vida... a menos que el riesgo de perderla sea real. Ya nos vamos entendiendo"
¿De verdad no le da vergüenza comportarse como un miserable? Sabe perfectamente que no he dicho nada por el estilo. En fin, ha demostrado sin lugar a dudas que la verdad le importa un bledo, asi que no pinta nada en este blog. No se moleste en volver a comentar. Dios le bendiga abundantemente, pero en su casa.
En cuanto a lo de Marta y María, tema de hoy, lo interpreto en el espíritu divinamente fino y delicado del Maestro como queriendo significar la prioridad de los valores o cosas (vale decir, la comida siempre puede esperar, y aquí hay Alguien que debe ser considerado por más que un comensal): "Primero fue el Verbo".
Mire, para nosotros, el alma inmortal es tan importante, que no lo cambiaríamos por nada de este mundo, ¿para qué queremos vivir un millón de años en este mundo sin Fe? No sólo no lo queremos, es que sería un infierno para nosotros. No me imagino ni siquiera vivir un día sin Fe. Algunas veces lo he comentado con los amigos, ¿cómo sería nuestra vida sin Dios? No somos capaces ni de imaginarlo, para nosotros Dios no es Fe, Dios es una certeza, Dios corre por nuestras venas, no nos es posible separarnos de Dios, por eso, si tuviéramos que dar la vida la daríamos, porque qué vamos a hacer sin Dios, qué vamos a hacer sin sacramentos, qué vamos a hacer si Fe. Una vida no, mil vidas si las tuviéramos antes que vivir sin Fe. ¿Para qué queremos la vida sin Dios? No se imagina usted lo que es vivir sin Dios cuando has vivido con Dios. Pero claro este es un largo recorrido, tampoco se empieza la carrera hacia el Cielo en este punto. Se empieza mucho más atrás, pero tampoco hemos llegado a la meta, no piense que ya estamos en la meta porque nosotros en este mundo somos insaciables, luego ya en el Cielo nos calmaremos.
Si alguien hace retorcmeinto intelectual eres tú.
Lo que yo escribí no tiene retorcimiento ninguno.
Si nos ceñimos al asunto de la adúltera,
1) Por supuesto que para optar por un "No te condeno" debes partir de un juicio, pero de un juicio del hecho no de la persona. Jesús a ella no la juzga, juzga aquello de lo que se la acusa y decide que no merece la pena condenarlo y le recomienda que no peque, que en cualquier circunstancia es un buen consejo.
2) No tenemos la más mínima idea de lo que ocurrirá en la segunda venida de Jesús, si es que se produce en los términos en los que tú lo describes, que lo dudo. En cualquier caso, Jesús en su predicación, nos presenta un Padre lleno de misericordia. Yo me quedo con eso. Entre otras cosas porque el Dios vengativo, castigador y rencoroso, que vosotros predicáis, no me interesa. Ciertamente renuncio a cualquier cosa que pueda darme un dios tan ruín (Mens mal que ese dios no existe)
3) En cuanto a mi condición de cristiano, los católicos deberñiais dejar de miraros el ombligo. Hoy en día hay muchos más cristianos que siguen a Cristo de formas distintas a vosotros e incluso los hay dentro de la propia Iglesia Católica.
Obviamente ya no soy católico (No debería extrañarte esta frase. En la redacción de Infocatólica hay un personaje que ha cambiado de Iglesia varias veces y ahí lo tenéis) pero no por eso soy agnóstico. El agnosticismo me parece una postura respetable de la que se puede aprender mucho; pero es una postura cobarde. Permite a la persona no tomar posición.
Ciertamente, hay una serie de dogmas católicos a los que una buena dosis de agnosticismo les viene de perlas, por ejemplo el de la virginidad de María. A mi me trae sin cuidado que maría fuera virgen o no. No cambia ni un milímetro mi cariñ, devoción, admiración y respeto por la Señora María. De hecho me parece una falta de respeto andar preguntándose uno sobre si tenía o no relaciones con su esposo y por lo tanto yo no lo hago.
Eso es una actitud agnóstica, pero es solo un poquito agnóstica y siempre es sobre cosas de sentido común donde vosotros recurris a magias y misterios.
Yo me considero cristiano. Un cristiano heterodoxo (Como tantos otros) pero cristiano.
No sois los únicos en este planeta, Bruno.De hecho, cada día sois menos.
Gnnhhh! Waaaaghhhh-rrrrrrrh! Gnnnngh-woooaarrrgghh-huffff!
woooaarrrgghh-huffff
Rrrraaaaaaahh!! Raaaa-ghhh-rruh! Aaaaarghh-hrrrnnnnghhhhh!
Hrnnnnghh... chwaaaah! Grrrahhhhhh-brrrahhh! Graaaahhh-huffff-ghhhh!
ES-trad: Chewbacca opinando del cambio climático.
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