Unidades pastorales y otros adefesios lingüísticos
Acabo de leer que en la diócesis de San Sebastián se ha creado una nueva unidad pastoral. Es decir, una especie de agrupación de parroquias, capillas y casas religiosas cuya dirección se ha encargado a algunos laicos comprometidos. No voy a hablar del hecho en sí, porque no conozco los detalles del mismo. Me voy a limitar a subrayar el horrible nombre del engendro: unidad pastoral.
Sería difícil haber elegido un nombre más feo que el de “unidad pastoral”, con sus resonancias burocráticas. Y, lo que es aún peor, de burocracia eclesial. No me cabe duda de que la fealdad de las palabras que utilizamos para hablar de la Iglesia y de sus asuntos reflejan una forma prosaica, materialista y mundana de entender la Iglesia que, por desgracia, se ha hecho muy común en nuestra época y nos afecta a todos. Proliferan los coordinadores, consejos, directores, asesores, áreas, grupos, unidades y demás zarandajas empresariales.