9.06.21

5.06.21

La Misa antigua como piedra de toque

Estos días se habla de que el Papa, en respuesta a las solicitudes de varios obispos italianos, va a modificar la legislación de Benedicto XVI que permitía a cualquier sacerdote celebrar la Misa tradicional, sin restricciones más allá de que hubiera un grupo estable de fieles que la pidieran. Cuando digo Misa tradicional me refiero, por supuesto, a lo que estrictamente hablando se llama la forma extraordinaria del rito romano y a menudo se conoce como la Misa antigua o, de forma muy poco precisa, la Misa en latín (a pesar de que también hay Misas en latín según la nueva forma del rito romano).

Sobre este tema se podrían decir muchísimas cosas, pero creo que un buen punto de partida es darse cuenta de que la Misa tradicional es una piedra de toque muy clara o, según las palabras del anciano Simeón, signo de contradicción para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones. ¿Por qué digo que la Misa antigua es una piedra de toque? Porque, a mi juicio y de manera casi infalible, los que la desprecian, combaten o injurian activamente parecen ser gente que hace tiempo que abandonó de hecho el catolicismo, aunque permanezcan por inercia en la Iglesia o incluso, horresco referens, sean sacerdotes u obispos. ¿Puede haber alguna excepción? Alguna habrá, porque los seres humanos a menudo somos ilógicos, pero será eso, una excepción.

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1.06.21

A mayor santidad de los sacerdotes, mayor santidad de los fieles

Monseñor Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica, en la Araucanía chilena, ha concedido una entrevista a InfoCatólica para conversar sobre la santidad. En ella nos habla de la estrecha relación entre la santidad de los sacerdotes y la de los fieles, entre la santidad de los cristianos y la santificación del mundo, entre una educación cristiana en familia de los hijos y su vida eterna.

—Monseñor, hace poco se ha publicado Historias de santidad en Chile, un libro sobre cristianos que han vivido en “olor de santidad” en tierras chilenas. En el prólogo, escrito por usted, afirmaba que “también nosotros estamos llamados a ser santos. Es lo que quiere el Señor”. ¿De verdad todos estamos llamados a ser santos? ¿No es solo para algunos elegidos especiales?

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26.05.21

21.05.21

Fuego del cielo

“En el Antiguo Testamento se habla varias veces del «fuego del cielo», que quemaba los sacrificios presentados por los hombres. Por analogía se puede decir que el Espíritu Santo es el «fuego del cielo» que actúa en lo más profundo del misterio de la Cruz. Proviniendo del Padre, ofrece al Padre el sacrificio del Hijo, introduciéndolo en la divina realidad de la comunión trinitaria. Si el pecado ha engendrado el sufrimiento, ahora el dolor de Dios en Cristo crucificado recibe su plena expresión humana por medio del Espíritu Santo. Se da así un paradójico misterio de amor: en Cristo sufre Dios rechazado por la propia criatura: «No creen en mí»; pero, a la vez, desde lo más hondo de este sufrimiento —e indirectamente desde lo hondo del mismo pecado «de no haber creído»— el Espíritu saca una nueva dimensión del don hecho al hombre y a la creación desde el principio. En lo más hondo del misterio de la Cruz actúa el amor, que lleva de nuevo al hombre a participar de la vida, que está en Dios mismo.

El Espíritu Santo, como amor y don, desciende, en cierto modo, al centro mismo del sacrificio que se ofrece en la Cruz. Refiriéndonos a la tradición bíblica podemos decir: él consuma este sacrificio con el fuego del amor, que une al Hijo con el Padre en la comunión trinitaria. Y dado que el sacrificio de la Cruz es un acto propio de Cristo, también en este sacrificio él « recibe » el Espíritu Santo. Lo recibe de tal manera que después —él solo con Dios Padre— puede « darlo » a los apóstoles, a la Iglesia y a la humanidad”.

Dominum et vivificantem, Juan Pablo II, 1986

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Hoy, viernes antes de Pentecostés, me ha parecido oportuno traer al blog estos párrafos profundísimos de la encíclica de Juan Pablo II, sobre el Espíritu Santo. Creo que pueden ayudarnos a entender un aspecto que no solemos tener en cuenta de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

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