Cristo Rey y el cine
Al hilo de lo que celebramos esta semana, he recogido estos breves párrafos del P. Raniero Cantalamessa, Predicador Pontificio, sobre Cristo Rey.
Me ha parecido una forma muy original de enfocar el tema de Cristo Rey, a través de una manifestación de cómo comprende el mundo de hoy ese misterio: el cine y las películas sobre la vida de Cristo.
Al hacerlo, ha mostrado claramente la facilidad que tenemos hoy para contemplar la humanidad y la humildad de Cristo… y la dificultad que encontramos en reconocerle como Señor del mundo, de la Historia y de nuestras vidas.
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Le veréis venir entre las nubes del cielo…
En el Evangelio de este domingo, Pilato pregunta a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?», y Jesús responde: «Sí, como dices, soy Rey». Poco antes, Caifás le había dirigido la misma pregunta de otra forma: «¿Eres tú el Hijo de Dios bendito?», y también esta vez Jesús respondió afirmativamente: «Sí, yo soy». Es más: según el Evangelio de Marcos, Jesús reforzó esta respuesta, citando y aplicándose aquello que el profeta Daniel había dicho del Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo y recibe el reino que nunca pasará (primera lectura). Una visión grandiosa en la que Cristo aparece dentro de la historia y por encima de ella, temporal y eterno.

Cuando salió a la luz por primera vez el “lío” de la ex-parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías, escribí varios artículos sobre el tema. En uno de ellos, se encontraban los siguientes párrafos, que creo que siguen siendo apropiados, a la luz de las
Al contar en el último artículo que había participado por primera vez en la Misa según la forma extraordinaria del rito romano, un lector, Luis, escribió estas bellas líneas sobre la liturgia tradicional.
A veces me gusta imaginar, con cierta envidia, a alguien que, por ejemplo, nunca haya contemplado una puesta de sol, no haya leído ningún libro de Chesterton o no haya visto el mar y aún pueda saborear estas cosas por primera vez. La novedad nos permite ver las cosas con una mirada limpia y agradecida, disfrutarlas sin darlas por hecho y descubrirlas como lo que son: un regalo que no merecemos. Conforme uno va acumulando años, este tipo de cosas se hacen menos frecuentes y la mayoría de las alegrías y placeres van pasando a la categoría de viejos amigos, que confortan pero no suelen sorprendernos.
Como sé que muchos lectores están rezando por el



