¿Por qué no se van de la Iglesia?
Cuando salió a la luz por primera vez el “lío” de la ex-parroquia de San Carlos Borromeo, en Entrevías, escribí varios artículos sobre el tema. En uno de ellos, se encontraban los siguientes párrafos, que creo que siguen siendo apropiados, a la luz de las últimas declaraciones de Javier Baeza, en las que este sacerdote habla de que hay que hay que cerrar la Iglesia Católica o de que ellos siguen cometiendo los mismos abusos litúrgicos que antes.
Quizá el comentario más frecuente que he escuchado sobre estas declaraciones es: ¿por qué se empeñan en seguir en la Iglesia? Con estas líneas, intenté enfocar la cuestión de un modo distinto a lo habitual. Curiosamente, la propia página de San Carlos Borromeo recogió, en aquel momento, el artículo, así que algo debieron de encontrar en él que les llamara la atención.
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Al contar en el último artículo que había participado por primera vez en la Misa según la forma extraordinaria del rito romano, un lector, Luis, escribió estas bellas líneas sobre la liturgia tradicional.
A veces me gusta imaginar, con cierta envidia, a alguien que, por ejemplo, nunca haya contemplado una puesta de sol, no haya leído ningún libro de Chesterton o no haya visto el mar y aún pueda saborear estas cosas por primera vez. La novedad nos permite ver las cosas con una mirada limpia y agradecida, disfrutarlas sin darlas por hecho y descubrirlas como lo que son: un regalo que no merecemos. Conforme uno va acumulando años, este tipo de cosas se hacen menos frecuentes y la mayoría de las alegrías y placeres van pasando a la categoría de viejos amigos, que confortan pero no suelen sorprendernos.
Como sé que muchos lectores están rezando por el 









