Timos informáticos
En los últimos días, he recibido varios correos electrónicos de esos que intentan timarte a través de internet. Incluyo uno al final, porque resulta muy divertido. Los correos originales estaban en inglés y, claramente, han sido traducidos con algún traductor automático. Y, por cierto, deben de ser timadores con muy poca habilidad, porque, en los dos últimos días, he recibido tres veces la misma carta, firmada por tres “viudas” diferentes: Janet Morgan, Elisabeth Williams y Emily Cherry.
Las supuestas viudas me proponen algo que parece un negocio estupendo: enviarme sin ningún tipo de contraprestación tres millones y medio de dólares (cada una), procedentes de la herencia de sus difuntos maridos. Con la única condición de que utilice el dinero para obras pías y para la beneficencia, claro. Para justificarlo, cuentan una triste historia de un diplomático kuwaití fallecido y su desconsolada y cristianísima viuda que no sabe qué hacer con el dinero.

Hace algunos días, se hizo referencia en el blog al Orden de las Vírgenes. Como la mayoría de los católicos no sabe qué es el Ordo Virginum, me ha parecido una buena idea hablar de él. He pedido a una lectora que me envíe algo de información sobre el tema.
Hoy quiero invitar a los lectores a pensar un poco. Pero no como respuesta a razonamientos rigurosos y profundos, porque eso, por desgracia, se lleva muy poco actualmente (con honrosas excepciones, claro, como los lectores de este blog). Pasaron ya los tiempos, más sabios que los nuestros, en los que una disputa entre Arrio y Atanasio, San Bernardo y Abelardo, Newman y Kingsley o Chesterton y Shaw electrizaba a la opinión pública y era seguida con tanto o más interés que una guerra o una crisis económica.
El rito hispano o mozárabe no es más que la antigua liturgia que se celebraba en la Hispania romana y visigótica, antes de la conquista musulmana. Esta liturgia casi desapareció en España en el siglo XI, cuando el rito romano se extendió por la península. Paradójicamente, se conservó en la zona de dominación árabe, ya que los cristianos sometidos que vivían en ella apenas tenían comunicación con los de la España cristiana.
Al ser traductor, con frecuencia me pide la gente sugerencias para aprender un idioma. Entre otras muchas cosas, cuando la persona que me lo pregunta es católica, le suelo aconsejar que rece el rosario o, si puede, que vaya a Misas celebradas en ese idioma. De esa forma, con frases que a uno le resultan familiares y que se repiten una y otra vez, se va acostumbrando a pensar y hablar directamente en el idioma que sea, en lugar de pensar en español y luego traducir. Yo mismo lo he hecho así muchas veces y he rezado innumerables rosarios o la liturgia de las horas en inglés, francés, alemán, italiano, griego o latín y he asistido cuando he podido a Misa en las parroquias inglesa o francesa de Madrid.



