Higinio Fernández: "Ese cura sedicioso"
Participante invitado: Higinio Fernández, licenciado en Teología Pastoral Buenista por la Universidad Koinonía de Teología a Distancia y profesor en el Instituto de Ciencias Sociorreligiosas de Parla (Madrid). Está casado y mantiene el blog Todos somos hijos de Dios en Multirreligión Digital.
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Me han llegado noticias de que he sido mencionado en el blog de cierto cura trabucaire y sedicioso con ínfulas de grandeza, de cuyo nombre no quiero acordarme. Para preservar su anonimato, solo diré que tiene apellido de río y que su nombre, de santo que nunca existió, empieza por Jo- y termina en -rge. En cualquier caso, es un personajillo insignificante. Su parroquia ni siquiera tiene categoría suficiente para estar dedicada a una santa y no le han asignado más que una beata. Y por supuesto, su blog no lo lee nadie.
Este curilla pretende… No, requiere… No, más bien exige que le ayude a salir del pozo en que se ha metido él solito. ¡Habrase visto tamaña desfachatez! Por fin se ha dado cuenta de que la trayectoria que llevaba lo conducía al abismo y ahora me pide ayuda, con un artículo titulado. “Estoy echado a perder. Higinio ¡te necesito!”. Patéticamente, se pone a mis pies, suplicándome que lo instruya en el progresismo para poder reciclarse teológicamente.
Mi primer instinto habría sido rechazar de plano su petición y sacudirme el polvo de las sandalias, como hizo el mítico Adán al salir del igualmente mítico paraíso. Sin embargo, ya que estamos en la década de la misericordia y después de mucho reflexionar, he decidido… rechazar de plano su petición y sacudirme el polvo de las sandalias. Sí, en este caso, darle la espalda es lo más misericordioso, porque es culpable del pecado que Pablo, en su carta a los Colonicenses, llamó “el pecado que no se perdona en esta vida ni en la otra". Es terrible, pero lo diré: lo de este cura es imperdonable. Im-per-do-nable.

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales, se esfuerza siempre y en toda ocasión por elogiar al Papa. Es muy comprensible que un buen católico desee lo mejor al Papa, pero, por alguna razón, esos esfuerzos a veces parecen algo forzados y artificiales. Hasta tal punto de que tienen el resultado (sin duda no deseado por el propio obispo) de que, más que defender al Papa, dan la impresión de estar atacándolo.
Tenía la intención de escribir algo en el blog sobre la pésima costumbre de hablar de “católicos progresistas” y “católicos conservadores”, utilizando conceptos políticos que no tienen nada que ver con la fe, en lugar de usar términos verdaderamente católicos, como tradicional y ortodoxo. Por no hablar de que progresismo y conservadurismo no son más que hermanos gemelos, que a menudo resulta difícil distinguir y que comparten el mismo código genético.
Quaestio Quodlibetalis XXXIII
Como bien sabe todo epicúreo que se precie, hacer eses montando en bicicleta es uno de los grandes placeres de la vida. Algunos desdichados solo lo experimentan en la niñez y más tarde lo olvidan, bajo la presión de otros placeres más sofisticados y mucho menos placenteros. Lo cierto, sin embargo, es que puede disfrutarse a cualquier edad si uno conserva la capacidad de admiración común a niños, poetas, filósofos y santos.



