Más crítica, por favor

Nuestra época se siente orgullosa de ser la más “crítica de la historia”, de haber alcanzado la mayoría de edad del pensamiento, que ya no admite fábulas teológico-religiosas, ni argumentos de autoridad, ni tampoco tradiciones que lastren la libre investigación. Sin embargo, en mi opinión, el problema principal de esta época es que no es lo suficientemente crítica con las ideas aceptadas en ella. Difícilmente se encontraría un momento histórico en el que se haya aceptado más acríticamente el pensamiento dominante.

¿Por qué digo esto? Porque tengo la impresión de que nadie se molesta en analizar de verdad la realidad cotidiana. A nuestro alrededor suceden multitud de cosas sorprendentes y extrañas que, simplemente, se ignoran.

Los que se interesen por la ciencia sabrán que el pensamiento científico avanza siempre gracias a las excepciones, a los casos difíciles, a los hechos que no se entienden y necesitan una explicación. Esto no es una característica especial de la ciencia: el conocimiento humano en general avanza al intentar comprender hechos que no se explican adecuadamente mediante lo que ya sabemos. Si se renuncia a explicar estos hechos sorprendentes, el conocimiento no puede avanzar.

Les daré un ejemplo. Religión en Libertad nos cuenta hoy que, solamente en España, hay cinco mil centros religiosos para atender a ancianos. Estamos tan acostumbrados a ver a esas monjitas cuidando de los ancianos en asilos que ya no nos sorprenden, pero esas monjas son algo extrañísimo. Debería producirnos menos sorpresa ver una sirena nadando en el estanque del Retiro que ver a una de esas monjas.

Si han ido alguna vez a un asilo de ancianos, sabrán que una buena parte de los ancianos apenas recibe visitas y otros no las reciben nunca. Sus familias deben tener cosas más “importantes” que hacer los fines de semana. Son, sin duda alguna, las personas más olvidadas de nuestro mundo y ni siquiera los lazos de sangre evitan este olvido en muchos casos.

En cambio, un gran número de religiosas en toda España dedican su vida a cuidar de esos olvidados. No un rato los fines de semana, no los veranos: su vida entera. No por un gran sueldo, tampoco por un sueldo decente, sino renunciando a recibir ningún sueldo y viviendo en pobreza material. No por cariño natural a sus parientes, sino renunciando a formar una familia para querer a todos como si fueran de esa familia ¿Cómo se puede entender eso? Ciertamente, no es algo meramente natural.

La existencia de miles de religiosos y religiosas dedicados a cuidar de ancianos y enfermos en nuestro país, sin recibir una compensación material de ningún tipo por ello es un “hecho extraño”, que necesita una explicación, porque no se entiende utilizando los criterios económicos o sociológicos habituales. Cuando los gobiernos o la gente por la calle dicen que les parecen muy bien todas esas obras sociales, pero que no les hablen de religión, están cerrándose a la realidad. Renuncian a entenderla.

Pensar que se pueden separar las obras sociales de la Iglesia del Evangelio que proclama a todo el que lo quiere escuchar es no ser lo suficientemente crítico con una idea políticamente cómoda, pero que no explica la realidad.