InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Moral

25.02.13

Quinto Premio Báculo de Hierro: Monseñor Robert Charles Morlino

Báculo Ahora que estamos en Cuaresma, parece apropiado conceder el V Premio Báculo de Hierro a Monseñor Robert Charles Morlino, de la diócesis de Madison (Estados Unidos). Como recordarán los lectores, este Premio se otorga a aquellos pastores que muestran que están dispuestos a defender a las ovejas con su báculo, según las palabras de Benedicto XVI en la clausura del Año Sacerdotal: “también la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones".

Monseñor Morlino, como buen sucesor de los apóstoles, no se dedica a contar plácidamente los puentes de su diócesis de Madison mientras los fieles pierden la fe, sino que habla con una claridad que es de agradecer. He traducido para el blog parte de la homilía que dedicó a los catecúmenos y candidatos a recibir la confirmación la semana pasada. Merece la pena. Como muestra, quizá baste decir que les explica a los catecúmenos que la barca de Pedro no es un crucero de vacaciones, sino más bien un buque de guerra.

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23.01.13

Lorenzo’s y el mundo

Niño con síndrome de DownEsta mañana, he leído una anécdota que sucedió el otro día en Houston, Texas. En un restaurante italiano con el simpático nombre de Lorenzo’s, uno de los camareros atendía la mesa en la que estaba sentada una familia con varios niños. Uno de ellos, Milo, de cinco años, tenía síndrome de Down. Por lo visto, eran clientes habituales y acudían a Lorenzo’s a comer en familia bastante frecuentemente.

En la mesa de al lado, un señor comenzó a quejarse del ruido que causaba Milo. Según el camarero, “Milo no se estaba portando mal; sólo hablaba y hacía pequeños ruidos”. El señor, sin embargo, siguió quejándose y terminó cambiándose con su familia a otra mesa. En ese momento, afirmó en voz alta que “los niños especiales deberían ser especiales en otro lugar”.

El camarero, con un valor y una cortesía propios de otra época, se acercó y le dijo sin armar alboroto: “Señor, me temo que no voy a poder seguir atendiéndole”. El hombre se levantó airado y se marchó con su familia del restaurante. La familia de Milo, en cambio, no se enteró de nada y siguió comiendo tranquilamente.

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19.12.12

El lado oscuro de Mallorca

MallorcaEl otro día viajé por trabajo a Palma de Mallorca. Este tipo de viajes son de una refinada crueldad, porque le permiten a uno vislumbrar desde el avión o el taxi las bellezas de Palma y sus alrededores, pero nada más. Me habría encantado pasear por aquellos campos, ir a rezar ante la Moreneta de Lluc, caminar por la playa… pero no hubo manera, había que trabajar.

Al igual que la belleza de aquella tierra, también pude vislumbrar otras realidades más tenebrosas y deprimentes. No, no me refiero a la capilla de Barceló en la Catedral de Palma, que no tuve tiempo de ver, sino a algo (aún) más tenebroso y deprimente.

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11.12.12

Caridad y dulzura no son sinónimos

En el post que escribí hace unos días, criticando unas declaraciones engañosas y que calumniaban a la Iglesia aparecidasen Religión Digital, una lectora me reprochó que ese post era una muestra de falta de humildad y caridad: “[Antes] no eras así; tenías humildad y caridad de verdad […]no eres el mismo. Siento decírtelo, de verdad”. Es totalmente cierto que de humildad no he andado nunca muy sobrado, ni antes ni ahora. Lo que decía esta amable lectora sobre la caridad, sin embargo, me dejó pensativo y estuve dándole vueltas durante varios días.

Al margen de mi caso personal (no se me ocurre ningún tema más aburrido que mi persona), creo que hay aquí un tema en el que conviene profundizar un poco. ¿Hablar con dureza es una falta de caridad? ¿Los cristianos siempre tenemos que tener cuidado para no ofender con nuestras palabras? Creo que el mismo hecho de que se planteen estas preguntas muestra un peligro grande que tenemos los cristianos en nuestra época: confundir la dulzura y la caridad.

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27.10.12

Bob Esponja, Hello Kitty y el pecado original

Hello Kitty y Bob EsponjaHace unos días, en la Puerta del Sol de Madrid, los famosos dibujos animados Bob Esponja y Hello Kitty se liaron a puñetazos ante la sorpresa y perplejidad de niños y mayores que pasaban por allí. No es la primera vez. El año pasado, Minnie (la eterna novia del ratón Mickey) y Dora la Exploradora se enzarzaron en una pelea y, en aquella ocasión, fueron separadas por Bob Esponja.

Por supuesto, se trata de personas disfrazadas de dibujos animados (espero que no muchos de mis lectores se sorprendan si les digo que los dibujos animados no son reales), que deambulan por la Puerta del Sol para que los niños se hagan fotos con ellos y conseguir unas monedas. Las peleas vienen, de hecho, del intento de conseguir los mejores sitios, ahuyentando la competencia de otros dibujos animados.

Quizá sea deformación profesional de un bloguero católico, pero todo esto me ha resultado una parábola perfecta de la existencia del pecado original y, por lo tanto, del fracaso inevitable de las utopías basadas en la mera “buena voluntad” de los hombres.

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