InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

3.05.10

La plegaria más antigua a la Virgen

He leído en el blog del Fr. Hunwicke, un anglocatólico (para variar), algo que me ha parecido interesante recoger en esta bitácora. Especialmente ahora que ya ha llegado el mes de mayo. Se trata de una referencia a un estudioso de la Universidad de Oxford, experto en papirología, Edgar Lobel, que dedicó su vida al estudio de los papiros encontrados en Egipto. Como sabrán los lectores, el clima extremadamente seco de la mayor parte de Egipto ha hecho que se conserven multitud de fragmentos de papiros antiquísimos, con textos de hace milenios, en griego y en copto. Muchos de estos textos se habían perdido, como los poemas de Safo, que han sido reconstruidos en parte gracias a los papiros (y a los estudios del propio Lobel). En otros casos, los papiros sirven para confirmar la antigüedad de textos que sí que se habían conservado a través de sucesivas copias o traducciones.

Pues bien, uno de estos papiros, descubierto en las proximidades de la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco, contenía una oración a la Virgen. Y no cualquier oración, sino una plegaria que continuamos rezando hoy en día, la oración Sub tuum praesidium. De hecho, es una de las opciones para la antífona final a la Virgen que se pueden rezar todos los días en Completas. La versión latina es:

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21.04.10

Paralelismo ecumaniaco

De vez en cuando, leo blogs anglicanos… Sí, ya sé que esta confesión hará que muchos lectores se echen las manos a la cabeza, borren este blog de sus favoritos y finjan no conocerme cuando me vean por la calle. En mi descargo debo decir, sin embargo, que son muy interesantes, porque muestran a dónde llevan humanamente las tendencias que podemos ver actuando en la Iglesia Católica. Estas tendencias, en la Iglesia, por obra de la promesa de Cristo, se quedan en simples modas más o menos dañinas, pero en el anglicanismo a menudo tienen éxito, con resultados evidentes: Obispos y obispas gays y lesbianas, curas casados por lo civil, divorcios sucesivos, sincretismo religioso, inclusivismo a ultranza, comunión para no cristianos, bodas gays, politización, doctrinas totalmente opuestas, modas elevadas a la categoría de dogmas, sacramentalización del aborto y un larguísimo etcétera (perdonen que no ponga comillas en los términos que deberían llevarlas; tendría que entrecomillar la mitad de las palabras).

En el anglicanismo se pueden encontrar también, sin embargo, valiosos destellos de catolicismo. Camuflados, eso sí, por un toju-baboju de nacionalismos, historicismos, herejías y, frecuentemente, tonterías. A veces, quizá debido a su aislamiento, esos destellos parecen brillar incluso más de lo que estamos acostumbrados a ver en el interior de la Iglesia Católica.

Traigo hoy a esta bitácora uno de esos destellos, encontrado en el blog de un simpático pastor anglocatólico, Giles Pinnock SSC, de la vicaría de Sta. María la Virgen de Kenton. Su blog se llama onetimothyfour (Primera Carta a Timoteo, capítulo cuatro) y en él he leído el siguiente texto, relativo al ecumenismo, que me ha gustado:

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28.03.10

La pura realidad

El Domingo de Ramos siempre me ha parecido una solemnidad muy curiosa. Casi parece que “no pega” con el resto de la Semana Santa. Llevamos cinco semanas de cuaresma, de penitencia, ayuno, oración, limosna, ausencia de aleluyas y glorias… y de pronto llega esta fiesta con una entrada triunfal en Jerusalén, con palmas y ramos de olivo, cantando hosannas y bendiciones al Hijo de David, es decir, al Rey y Mesías esperado.

Y, sin embargo, estamos en tiempo de Pasión, esperando el día de la muerte del Señor. De hecho, en la liturgia del Domingo de Ramos se leen dos evangelios que relatan dos hechos muy distintos. Primero, antes de la procesión con las palmas, el pasaje precioso y triunfante de la entrada en Jerusalén. Después, como evangelio de la Misa, la pasión según uno de los evangelistas sinópticos, con el prendimiento, el juicio y la crucifixión de Cristo. El color litúrgico de hoy es el rojo, pero mañana se vuelve de nuevo al morado cuaresmal y penitencial.

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23.03.10

Castellani y las llagas de la Iglesia

El interesantísimo blog Theseus, está publicando estos días, por entregas, un texto de Leonardo Castellani en el que éste comenta un libro clásico de Rosmini de mediados del S. XIX: “Las cinco llagas de la Iglesia”. Este libro fue muy escandaloso en su tiempo y, de hecho, se incluyó en el índice, porque, aunque es perfectamente ortodoxo, realizaba una crítica muy dura contra diversos abusos y prácticas escandalosas en la Iglesia. Cada llaga era uno de estos grandes abusos y Rosmini los fustigaba sin piedad. Castellani hizo un comentario breve, de unas ocho páginas, de estas llagas de la Iglesia. Recomiendo a los lectores que acudan a este blog para leer todo el texto, porque no tiene desperdicio.

He recogido aquí el brevísimo comentario que hace Castellani a una de las llagas, la de la situación de los seminarios. Se escribió hace unas cuantas décadas, pero podría haberse escrito hoy. Es muy interesante lo que dice, profundamente católico y muy poco clerical. Además, me ha gustado especialmente darme cuenta de que lo que propone Castellani es precisamente lo que hizo Don Francisco Pérez y Fernández-Golfín, el primer obispo de Getafe, cuyo proceso de beatificación acaba de comenzar. ¿Es casualidad que el Seminario de Getafe sea hoy uno de los mejores de España? No creo.

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12.03.10

Nadie rezará por nosotros cuando hayamos muerto

En el último viaje que hice a Munich, hace un par de semanas, estuve leyendo una serie de lápidas muy antiguas colocadas en la fachada de la catedral. Los alemanes suelen ser muy cuidadosos con las cosas del pasado y generalmente se preocupan por mantener y restaurar las que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico, las inscripciones estaban en latín, así que ya imaginarán que no había grandes colas para leerlas y pude hacerlo con tranquilidad.

Una de las lápidas me llamó la atención. Era de Henricus Vambes de Florimont. Este Don Enrique del Monte Florido era un eques gallus, es decir, un caballero francés, y me cayó bastante simpático. El pobre hombre, fue enviado en el s. XVII desde Francia a Baviera por María Victoria, la esposa del Delfín de Francia, que era alemana. Allí gastó sus energías trabajando y fue envejeciendo: “adolevit, viguit, consenuit”. Finalmente, “mortem Christiane obiit Monachi ex morbo senectute”, murió de viejo cristianamente en Munich cuando casi había llegado ya a los noventa años.

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