Gracias a Dios por el cardenal Eijk

Hoy tengo envidia, sana envidia, de los fieles de Utrech. Qué alegría leer a un cardenal que no tiene miedo de cumplir con su misión. Qué maravilla ver que hay pastores que no abandonan a sus ovejas ante los lobos, que saben denunciar las falsas doctrinas que se están introduciendo en la Iglesia.
Con claridad y sencillez, ha señalado que la propuesta de la mayoría de los obispos alemanes de permitir la intercomunión con los luteranos es una barbaridad contraria al Derecho Canónico y a la fe de la Iglesia. Además, ha recordado que no son las mayorías, aunque sean de obispos, las que determinan la fe de la Iglesia. También ha afirmado que lo mismo podría decirse de las otras “iniciativas”, como la de bendecir a las parejas del mismo sexo. Y no contento con eso, para poner la guinda del pastel, ha indicado respetuosamente que eso es lo que el Papa, como Sucesor de Pedro, debería haberles dicho a los obispos alemanes, en lugar de limitarse a pedirles unanimidad, porque la unanimidad en el error no es una virtud. Y por si fuera poco, ha recordado que la apostasía de la verdad en la Iglesia es un signo apocalíptico del misterio de la iniquidad. ¿Qué puedo decir ante esto? ¡Olé, olé y olé!



A veces, cuando uno lee la noticia del último disparate eclesial, se asombra y piensa: ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Por qué nadie lo impide? ¿Están ciegos? Y al cabo de un par de horas o un par de días el escándalo se olvida, hasta que llega la noticia de un nuevo disparate eclesial y uno se indigna de nuevo y se pregunta otra vez el porqué.
Una de las desventajas de tener un blog en el que se discuten multitud de temas es que uno se encuentra con una gran cantidad de sofismas, es decir, de argumentos que aparentemente son correctos, pero en realidad adolecen de un vicio oculto que los inutiliza y los lleva a conclusiones erróneas.









