InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

17.07.23

¿Qué podemos hacer los laicos en concreto?

Una de las ventajas de los blogs sobre los periódicos o los libros reside en que el autor recibe en directo los comentarios de los lectores y puede darse cuenta de que algo que ha escrito no se ha entendido bien. Eso me ha sucedido con el artículo ¿Qué vamos a hacer con el Sínodo? En él y en relación con el inminente Sínodo de la Sinodalidad, intenté resumir las ideas contrarias a la fe que se han ido introduciendo en la Iglesia en estos últimos años y señalaba que, desgraciadamente, los católicos apenas hemos hecho nada para evitarlo.

Sin darme cuenta, el artículo debió de quedarme pesimista o quietista y en la mente de algunos lectores se introdujo la idea de que yo creía que no podíamos hacer nada para luchar contra los problemas de la Iglesia. Así lo manifiesta, por ejemplo, un comentario del autor del legendario blog Embajador en el infierno, tristemente desaparecido:

“¿De verdad no podemos hacer nada? ¿De verdad no podemos pasar a la acción? ¿Estamos seguros de que Dios no quiere que pasemos a la acción? ¿De verdad?”

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13.07.23

¿Qué vamos a hacer con el Sínodo?

En el siempre interesante blog Caminante Wanderer, se publicó ayer un post titulado “Nosotros ¿qué haremos?”. El bloguero se preguntaba por lo que vamos a hacer los católicos si, como parece probable, en el Sínodo de la Sinodalidad se aprueban las bendiciones a parejas del mismo sexo, como piden tantos obispos alemanes y de otros países. Las reflexiones me resultaron fascinantes, no solo por la incisiva pregunta del título y el habitual análisis certero de los problemas de la Iglesia, sino ante todo por lo que no se preguntaba. El elefante en la habitación, como dicen los anglosajones.

Intentaré explicarme. A mi juicio, la pregunta importante no es tanto qué vamos a hacer si en el Sínodo de la sinodalidad se aprueba algo contrario a la fe. Más bien, lo que debemos preguntarnos es qué hemos hecho durante varios años en respuesta a declaraciones y documentos vaticanos con graves afirmaciones contrarias a la fe. Porque, desgraciadamente, eso es lo que viene sucediendo desde hace más de una década y todos lo sabemos. De hecho, tanto en este blog como en el del Wanderer se han discutido muchas veces esos errores. Sin embargo, el torbellino informativo tan propio de nuestra época hace que en la práctica nos olvidemos de lo que ha sucedido recientemente ante el asalto constante de nuevos acontecimientos que nos abruman, como, en esta ocasión, el Sínodo de la Sinodalidad.

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13.06.23

El enemigo de la familia

“Conviene repetir a tiempo y a destiempo que quien ha destruido la familia en el mundo moderno ha sido el capitalismo. Sin duda, podría haberlo hecho el comunismo, si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo, fuera del desierto cuasimongol en el que florece actualmente. No obstante, en lo que nos concierne a nosotros, quien ha quebrado los hogares, fomenta los divorcios y trata las viejas virtudes domésticas cada vez con más desprecio es la época y el poder del capitalismo. Ha sido el capitalismo quien ha impuesto una lucha moral y una competencia comercial entre los sexos, quien ha arrancado a los hombres de sus hogares para que busquen trabajo, quien les ha obligado a vivir cerca de sus fábricas o empresas en vez de cerca de sus familias,  y, sobre todo, quien ha fomentado, por motivos comerciales, un desfile de publicidad y de estridentes novedades que, por su propia naturaleza, acarrean la muerte de todo lo que componía la dignidad y la modestia de nuestras madres y nuestros padres. No ha sido el bolchevique, sino el jefe, el publicista, el vendedor y el anunciante quienes, como una horda desenfrenada de bárbaros, han derribado y pisoteado la antigua estatua romana de Verecundia [es decir, de la modestia]”.

G. K. Chesterton, The Well and the Shallows, 1935

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El enemigo está dentro. Tirad sobre nosotros”, transmitieron por radio desde el cuartel de Simancas, en Gijón, al comienzo de la guerra civil. Algo similar deberíamos retransmitir nosotros desde nuestras casas, porque, como señalaba Chesterton con su habitual clarividencia, el enemigo está en ellas. Ni siquiera hemos opuesto una resistencia numantina, como los valientes defensores del cuartel, sino que hemos dejado entrar al enemigo por nuestra propia voluntad.

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8.06.23

El placebo ecológico

Hace muchos años, viajando con un amigo por Europa con las mochilas al hombro, por casualidad vimos una iglesia anglicana. Llevábamos varias horas caminando por una ciudad belga u holandesa, ya no me acuerdo cuál, cuando me fijé en que, según el mapa, había una iglesia anglicana en un parque cercano. Decidimos acercarnos a echar un vistazo, intrigados por aquella herencia de Enrique VIII tan fuera de lugar en un parque de Flandes. Además, las iglesias anglicanas suelen ser bonitas.

Aquella iglesia anglicana en particular era fea con ganas y además estaba cerrada, así que el paseo fue en vano, pero allí vi algo que no he olvidado en todos estos años. Junto a la puerta había un panel de corcho informativo y en él lo único que ponía, el único mensaje que aquellos anglicanos se habían asegurado de transmitir incluso cuando el templo estaba cerrado, era una serie de consideraciones sobre lo importante que era reducir la huella de carbono y sobre las medidas que estaban tomando en ese sentido.

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17.05.23

¿De cura a papa?

El otro día, comentando la novela Yo fui secretario de León XIV, un lector preguntaba si se había dado alguna vez el caso de que un simple párroco o sacerdote fuera elegido papa, como el protagonista de la novela. No es extraño que se lo preguntase e incluso podría haberse preguntado si un mero obispo podría ser elegido papa, porque lo cierto es que ha pasado medio milenio desde la última vez que se eligió papa a alguien que no fuera cardenal.

En la historia de la Iglesia hay prácticamente de todo, como corresponde a una institución con unos dos mil años de vida y que ha tenido a miles de millones de personas por hijos. Los sacerdotes que han pasado directamente a ser papas, sin embargo, no son un caso extraordinario, sino en cierto modo lo normal. De hecho, esa era la práctica habitual en los primeros siglos, en los que el papa era elegido de entre el clero de Roma.

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