Ariane: profesora de francés, discípula de Cristo (II

Aquí tienen el esperado final de la historia de Ariane, que comenzó en el de ayer.

Me encanta cómo Eulalia cuenta la historia, con esos detalles que la hacen tan expresiva y, sobre todo, transmitiendo sus estados de ánimo en cada momento. Se nota perfectamente su urgencia por anunciar el evangelio.

No se si saben que “Eulalia” significa en griego “la que habla bien". Creo que el Señor podría decirle lo que un día le dijo a Santo Tomás: “Has hablado bien de mí". A mi juicio, es evidente que el cristianismo sólo se transmite por contagio. Cuando alguien se topa con una persona con una fe profunda, una esperanza firme y una caridad llena de vida, quiere tener también ese algo especial que ve en ella y que no es más que la presencia de Cristo. Así se convirtió el mundo hace dieciocho siglos y así tiene que suceder también hoy.

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Llegó el mes de Mayo. Un día, Ariane desapareció, y en su lugar apareció otro profesor, así durante toda la semana, y parte de la otra, me dio un vuelco al corazón. Lo primero que pensé fue que la había cansado de tal forma, que no quería saber más de darme clase, estaba consternada. Viendo que no aparecía, me fui a la directora y le pregunté por ella. La directora me dijo que Ariane sólo podía venir por la tarde y que como yo venía por la mañana no podía darme clase. Respiré con más tranquilidad y le dije que no quería cambiar de profesor y que vendría por la tarde. Y así fue.

Llevo siempre conmigo una cruz, la Cruz de San Benito, y la apretaba con fuerza mientras esperaba el inicio de la clase. Se abrió la puerta y apareció Ariane. Una gran sonrisa ilumino su rostro. Oh Señora X, ¡que alegría! Tenía tanto miedo de no volverla a ver nunca más… Dentro de unos días vuelvo definitivamente a Francia, pues tengo que preparar mi nuevo curso en la Sorbona. Mi alegría fue enorme, naturalmente, al escucharla y ver que mis temores eran infundados.

Me contó todos sus planes de encontrar un apartamento, su programa de estudios, las personas que deseaba encontrar para su proyecto de escribir teatro, estaba muy ilusionada. Al regresar a casa llamé inmediatamente a un sacerdote amigo mío, que además es español, y le dije: Padre, ¿conoce algún buen sacerdote en Paris? Le explique la situación y le pedí que le advirtiera al otro sacerdote que posiblemente Ariane podía llamarle en cualquier momento. Me llamo al día siguiente y me dio la dirección de un amigo suyo también español, al que conocía muy bien y que reunía todos los requisitos.

Algunos días mas tarde llego el último día de mis lecciones con Ariane. Antes de ir a clase me fui a comprarle unos bombones para el viaje. Fue una lección un poco especial: hablamos de cosas triviales, después de un rato le di los bombones y un saludo a sus padres, especialmente a su madre, pues Ariane me había dicho que le hablaba con frecuencia de mí. Después le di la dirección del sacerdote, diciéndole que, como en la vida no se sabe nunca, en caso de necesidad, si se encontraba sola o con algún problema, le llamara, que estaba avisado. Y después, le insistí: llámalo Ariane, aun si no tienes ningún problema. Creo que de todas formas te gustara hablar con él. Ella sonrió sin decir nada.

Le di mi dirección mis teléfonos, y mi e-mail, diciéndole que yo estaba SIEMPRE disponible en cualquier momento me necesitase. Ella me dio su dirección de la casa de sus padres en Tours, pues todavía no conocía su nueva dirección en París. Nos levantamos y nos dimos la mano (la gente fuera de España no se besa normalmente al saludarse). Al estrechársela, le dije con todo afecto: Ariane mil gracias, te deseo todo lo mejor del mundo. Ella apretó mi mano con fuerza y respondió casi en un susurro: Quiero que sepa que ha ganado usted. Me quede sin palabras. Ariane, te aseguro, dije, que no soy yo. Y, señalando el Cielo, proseguí: el único que ha ganado es Él. Ariane me sonrió, mientras desaparecía a través de la puerta entreabierta.

A principios de junio, recibí una postal de Ariane. Me decía que había vuelto a su vieja vida, sus amigos y sus cafés en Tours. Me contaba que finalmente había encontrado un apartamento en Paris y poco más. Le escribí una larga carta y, como cuando iba a la librería a comprar los libros, pedía siempre a Dios que me iluminara y escribiera por mí.

Pasó el mes de junio y, en julio, mi marido y yo hicimos un viaje a Turquía, en Agosto a España. Regresamos en el mes de septiembre a casa. Entre la correspondencia que había llegado durante ese tiempo y que se había acumulado esperando nuestro regreso, no había ninguna noticia de Ariane. Volví a la vida de todos los días, me acordaba siempre de Ariane y pensaba en ella con cierta preocupación, aunque rezaba siempre por ella. Había vuelto a Francia, a sus amistades, a su nueva vida. Qué seria de ella… y de aquella pequeña llama que se había encendido en su corazón.

Termino septiembre, llegó octubre y empezó noviembre. Un día, por casualidad, miré mi móvil (había dejado en él mi tarjeta española y no había vuelto a utilizarlo más desde mi regreso) y vi que había varias llamadas. No reconocí el número, pero llamé a ver quién era. Era mi amigo, el sacerdote español.

Uy Padre, perdone, le dije, no haba visto sus llamadas. ¡Eulalia! Te he estado buscando por todas partes. ¿Donde te habías metido? Tengo muy buenas noticias: Quería decirte que Ariane ha llamado al Padre José Maria, ha tenido una entrevista con él, y todo ha ido muy bien. ¡Que alegría, Padre!, exclamé. Demos gracias a Dios.

El Padre siguió explicándome que su amigo sacerdote había indicado a Ariane el sitio donde seria instruida en la religión católica, pues éste era su deseo (el de Ariane naturalmente), y las personas que la acompañarían y sostendrían en ese proceso que duraría unos dos años. La llamada me produjo una grande conmoción, que me duró todo el día, y pedí a Dios aun con más intensidad por ella.

Llegó Navidad y el mes de enero, sin más noticias. Mi marido y yo, por nuestras obligaciones, nos fuimos de nuevo de viaje, regresamos en febrero. Encontré esperándome una carta muy afectuosa de Ariane, que me anunciaba que estaba siguiendo los cursos de catecumenado y que era muy, muy feliz. Le contesté con otra larga carta, siempre pidiendo al Señor que escribiera por mí las palabras.

Pasaron los meses, un año. Llego el segundo año. En Navidad llego la siguiente carta de Ariane: Querida Eulalia: Después de dos años, estoy preparada. El final de este largo camino y de esta larga espera ha llegado. La semana próxima, el Domingo de Pascua de Resurrección, seré bautizada. ¡Qué gran Misterio! La uno a mis sentimientos y pensamientos (perdón por la traducción) porque usted siempre creyó, que ese día llegaría. Lloré de emoción y agradecimiento a Dios.

Ariane se bautizo el Domingo de Pascua de Resurrección del año 2007. Fue una ceremonia llena de emoción y belleza. Al bautismo asistió su madre (que no obstante cuando Ariane le comunico que quería convertirse al catolicismo, contestó: hija mía hemos luchado toda nuestra vida contra esas ideas, pero si estás decidida a hacerlo, no tengo nada que decir en contra). Su padre y, el más contrario de todos, su hermano, también asistieron.

Algunos meses mas tarde al regreso de otro viaje en agosto, de paso hacia otro destino, encontré en mi contestador, una llamada de Ariane, diciéndome que estaba en la ciudad por dos días, la llame de inmediato, me dijo que estaba delante de uno de los monumentos mas antiguos de la ciudad, me fui a su encuentro, estaba con una amiga, nos fuimos a tomar algo en un lugar tranquilo, no muy lejos. Hablamos durante un buen rato. Estaba mucho mas guapa, mas madura, emanaba serenidad y dulzura y habían caído sus defensas. Fui feliz de encontrarla.

¡Gloria a Dios en el Cielo!

4 comentarios

  
Juan Antonio
Qué bien, la segunda parte llega puntualmente y con un final feliz. Perfecto.
28/12/07 3:04 PM
  
Carmen Bellver
Muy emotivo el relato. Hay vidas de novela. Seguramente la de Ariane es una de ellas.
28/12/07 3:21 PM
  
Bruno
A mí, lo que me gusta de este tipo de historias es:

- Que están llenas de "casualidades": unas clases de idiomas de las que nos ofrecen a todos, un cambio de profesor, un libro en particular, encontrar un teléfono móvil viejo... Son los ojos de la fe los que ven en ellas el plan de amor de Dios. Siempre me recuerdan que mi vida y la de cada persona es una Historia de Salvación que Dios tiene con nosotros.

- Que, muchas veces, son tan poco "espectaculares": Dios se vale de cosas normales y personas corrientes para hacer que te encuentres con él.

- Que, a pesar del punto anterior, están llenas de milagros: se puede ver que es Dios quien actúa. Es él quien toca un corazón que, humanamente, tiene todo en su contra para de encontrar la fe. Me parece que eso Eulalia lo sabe muy bien y, quizá por eso, deja actuar a Dios, viviéndolo todo desde la oración.
28/12/07 7:20 PM
  
juvenal
Muy bueno el relato, aunque odio que lo dividan en partes, lo disculpo por el fiinal.
Estoy de acuerdo con los de los signos, últimamente se prodigan mucho, hoy por indicación de un sacerdote he ido a consultar un anuario, y... decisión de Yelsint de dar por acabada la URSS y crear la Comunidad de estados independientes, ocho de diciembre, alocución de Gorbachov presentando su dimisión y extinción del estado soviético, 25 de diciembre.
La vida es una riada continua de milagros, lo asombroso es que tanta gente no los vea.
28/12/07 8:25 PM

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