Ariane: profesora de francés, discípula de Cristo

Hoy ofrezco a los lectores una preciosa historia personal de conversión que me ha enviado una lectora, Eulalia. Como es larga, la he dividido en dos “episodios” y mañana publicaré el desenlace. No hace falta decir que me ha encantado.

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ESTA ES UNA BELLÍSIMA HISTORIA, DE AMOR Y DE ESPERANZA, UNA HISTORIA MUY ANTIGUA, QUE DURA HASTA NUESTROS DÍAS. AHORA MISMO, MIENTRAS ESCRIBO ESTAS LÍNEAS, ESTA HISTORIA SE ESTA REPITIENDO, EN DIVERSOS LUGARES DEL MUNDO, INCLUSO, SEGURAMENTE, MUY CERCA DE NOSOTROS, A NUESTRO LADO, INCLUSO PUEDE QUE NOS ESTE SUCEDIENDO A NOSOTROS MISMOS.
COMENZÓ HACE DOS MIL AÑOS, JUNTO AL LAGO DE GALILEA, NOS LO CUENTAN MATEO (4, 18), MARCOS (1, 16-2) y LUCAS (5, 1-11).

Mateo dice así: “Paseando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos: Simón llamado Pedro, y su hermano Andrés, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres. Ellos dejaron al INSTANTE las redes y LO SIGUIERON. Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, el del Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo, reparando las redes. Los llamo también y ellos, dejando AL PUNTO la barca y a su padre, LO SIGUIERON”.

Acababa de llegar de Madrid, de entrar en casa, y apoyar la maleta, cuando el teléfono empezó a sonar insistentemente, tuve la intención de no responder, pero pensando que podía ser algo urgente, alcé el auricular.

Buenos días, señora, me dijo una voz, somos una escuela de lenguas, y queríamos hacerle una oferta muy interesante. Gracias pero ahora no puedo atenderle. Lo comprendo, pero le aseguro es una oferta tan interesante que es una pena no pueda aprovecharla. La voz inmutable, continuaba insistiendo, mientras yo intentaba cortar amablemente. No había manera. Al final, divertida por su educadísima e imperturbable insistencia, le prometí que iría a verles si me dejaba colgar. Me pregunto cuándo, le dije el día y la hora, y finalmente pude terminar la conversación.

Eficientísima, la tarde anterior a la cita me dejó un mensaje recordatorio, en mi contestador. Acudí con puntualidad, tuve un coloquio con alguien muy amable y el resultado fue que decidí desempolvar tres veces por semana mi francés, que estaba bastante apolillado (y sigue estándolo, a pesar de las lecciones recibidas).

Bastó la primera semana, para arrepentirme de la decisión tomada. Los profesores, cambiaban todos los días, y no eran realmente tales, eran muchachos y muchachas, que habían decidido pasar un año sabático en alguna parte de Europa y se dedicaban a dar clases para ganar algún dinero. Me fui a ver a la directora y le dije que si no era posible tener un profesor competente y fijo, no iba a poder continuar. La directora que estaba muy contenta, por razones que ahora no vienen al caso, de que frecuentara la escuela, me dijo que en la próxima lección tendría lo que deseaba.

Apareció una muchacha joven de media estatura, de ojos verdes y pelo pelirrojo, con una agradable sonrisa. Desde el primer instante comprendí que conocía bien la lengua, y que finalmente, tenia un método (me contó después, que estudiaba literatura francesa en la Sorbona) y, además, algo muy importante, tenia sentido del humor .Como teníamos que hablar durante una hora, de unas cosas y otras, pues pusimos manos a la obra.

Hablábamos un poco de todo. Poco tiempo después, un día, no recuerdo bien cómo, salió la conversación sobre el Santo Padre. La conté que había vivido por primera vez la emocionante experiencia de su elección en la Plaza de San Pedro y, conmigo, la ciudad entera de Roma: algo verdaderamente increíble, emoción y participación, que la televisión en ningún modo logra trasmitir, ni siquiera pálidamente.

Me dijo que ella también había estado presente. Después, me confeso que no era católica, que no estaba bautizada, no sabía rezar y nadie le había enseñado nada sobre Dios. Venía de una familia agnóstica y sus padres habían luchado activamente en contra de todas esas ideas. Su hermano seguía la trayectoria de sus padres.

La escuché en silencio. Todo lo que me contaba, lo decía con toda naturalidad, tal cual era la situación. Le sonreí con afecto cuando termino, con la mayor sencillez de la que fui capaz, le dije lo que Dios significaba para mí y que mi vida perdería todo significado sin Él. Me sonrió, y me dijo que lo comprendía muy bien, pues tenía una amiga que era creyente y que sentía lo mismo que yo. Lo dejamos ahí, la lección se había terminado.

Salí y baje a la calle, hacia un día maravilloso. Durante todo el trayecto hasta casa (lo hacia siempre a pie), me duró la emoción de la conversación mantenida y pedí a Dios, desde lo mas profundo de mi corazón: ¡Señor ayúdame!

Seguimos hablando de religión en las siguientes ocasiones. Ariane (así se llama mi pequeña amiga) me escuchaba. Hablábamos naturalmente de otras cosas, pero yo, cada dos o tres días, volvía al tema.

Comencé a llevarle libros (en francés naturalmente), mirando con mucha atención las ediciones que fueran lo mejor, las más bellas como lenguaje y más ortodoxas como contenido. Le lleve las oraciones del cristiano, las epístolas, los evangelios. Nunca los rehusó, los acogía con una sonrisa sin decir nada. Era una amante de la literatura, quería escribir teatro y se estableció una especie de intercambio cultural entre nosotras. A mis libros religiosos, ella respondía regalándome obras clásicas de teatro: Víctor Hugo, Clodel, etc. Comentábamos sobre ellos y sus autores. Un día me dijo que estaba leyendo Nietzsche y me dejo asombrada con su análisis sobre el autor. Era una muchacha sin programación mental, no obstante su educación y su entorno. Su mente era libre, sin preconceptos, capaz de tener un criterio independiente sobre las cosas y las ideas, abierta y perceptiva, tenía una honestidad intelectual notable.

Llego la Navidad, y la Semana Santa, Ariane durante las vacaciones, se marchaba aquí y allá, me mandaba alguna postal, nunca hacia referencia al tema religioso. Cuando retomamos las clases, todo siguió igual, hablábamos de religión, literatura, de Europa y la crisis de identidad que la azota, y de nuestra responsabilidad ante ello. Se había establecido una relación amable y respetuosa, siempre con un poco de reserva por su parte, muchas veces escuchaba lo que le decía sin decir nada. Alguna vez le pregunte si le daba fastidio hablar del tema religioso, me dijo que no, sin más.

Yo seguía pidiendo intensamente a Dios que me ayudara y me iluminara, perfectamente consciente que sin Su intervención, nada de lo que hiciera o dijera tendría ningún efecto sobre ella. Cada vez que iba a la librería a comprar un libro Le pedía Su ayuda.

Un día le lleve los Pensamientos de Pascal. Ariane tomó el libro, lo miró y se quedó como petrificada. Después de algunos momentos, me lo devolvió, diciéndome que ya lo conocía, que lo había estudiado durante dos años con un profesor muy creyente y que ese estudio y ese profesor la habían impresionado mucho y ya no hablamos más de ese tema. Con el tiempo me contó que se había quedado muy impresionada de que hubiese elegido Pascal para dárselo y lo tomó como una señal, una llamada. A la siguiente ocasión le lleve los sermones del Cardenal Newman.

Llegó el mes de Mayo. Un día, Ariane desapareció, y en su lugar apareció otro profesor, así durante toda la semana, y parte de la otra, me dio un vuelco al corazón. Lo primero que pensé fue que la había cansado de tal forma, que no quería saber más de darme clase, estaba consternada.

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7 comentarios

  
Bruno
Aprovecho para animar a los lectores a que me envíen historias de conversión o evangelización, aunque sean muy breves. Por ejemplo, ocasiones en las que pudieron compartir su fe con alguien en la calle, en un tren, en el trabajo... en cualquier sitio.

Creo que este tipo de cosas nos animan a todos a evangelizar en la medida de nuestras posibilidades y en nuestro ambiente concreto.

Muchas gracias a todos (y especialmente a Eulalia).
27/12/07 3:05 PM
  
Bruno
Una piedra blanca:

Así es, buena memoria. Ése era su seudónimo cuando mencionó esta historia hace mucho tiempo en un comentario. Le pedí que la ampliara un poco y ha cumplido su palabra.

Espero que más comentaristas se animen, al leerla, a enviar sus propias historias de cómo han podido compartir la fe en alguna ocasión o cómo alguien les habló alguna vez de Dios.
27/12/07 4:16 PM
  
Juan Antonio
¡Vaya! ¿Y ahora tengo que esperar a mañana para leer el resto?

Fuera de bromas, me parece una idea excelente que pongas buenas noticias, aunque sean atrasadas. A pesar de que estamos celebrando la Buena Nueva, las noticias que nos aparecen en los periódicos y en los blogs son a cual peor. Por eso se agradece, especialmente en estas fechas, un post como éste.

Bien, ahora que estoy más animado voy a buscar regalos :)
27/12/07 5:55 PM
  
Carmen Bellver
Espero la segunda entrega.¿Qué pasará mañana?
27/12/07 6:19 PM
  
Bruno
Como habréis visto, lo he cortado justo en el momento de más emoción...

Mañana el resto.
27/12/07 6:36 PM
  
JLLM
Buena tecnica esa de cortar en lo más interesane, estoy deseando leer la segunda parte.
27/12/07 8:36 PM
  
Juan Antonio
¿Que si lo hemos visto? ¡Pues claro! Como mañana nos gastes una inocentada y no pongas la segunda parte, el Señor te castigará, ya verás.

Acabo de leer una historia de conversión en internet, dejo aquí el enlace para quien quiera leerla. A mí me ha gustado.
27/12/07 10:02 PM

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