InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

23.09.21

De la boca de los comentaristas y los niños de pecho

El otro día, en Eslovaquia, el Papa Francisco se reunió con jesuitas del país y tuvo una conversación distendida con ellos. Prefiero no comentar la mayor parte de esa conversación, porque creo que tiene más que ver con debilidades humanas que otra cosa. Hay una frase, sin embargo, de la que conviene hablar, porque afecta a toda la Iglesia y a la fe y la moral católicas.

Ante la pregunta de un joven jesuita, el Papa dijo: “Estoy pensando en el trabajo que se ha realizado —el Padre Spadaro estaba allí— en el Sínodo de la Familia para hacer entender que las parejas en segunda unión no están ya condenadas al infierno”. Es una frase asombrosa, que nos revela lo que piensa el Papa sobre Amoris Laetitia y sobre el cambio que quiere realizar en la moral de la Iglesia.

A mí la frase más bien me deja sin palabras, pero, por suerte, una comentarista con el norteño seudónimo de Argia ha hecho honor a su nombre (argia significa luz) y ha dejado en mi blog un resumen difícilmente mejorable de lo que ha dicho el Papa:

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13.09.21

El problemilla del sínodo sobre la sinodalidad

Aparte de la llamativa autorreferencialidad del tema elegido, como diría el Papa Francisco, me permito señalar, con todo el respeto, que el próximo sínodo de los obispos tiene, a mi juicio, un problema básico del que le resultará muy difícil escapar.

Por lo que se ha anunciado hasta el momento, es de prever que la reflexión sobre la sinodalidad va a ser muy poco sinodal. En efecto, antes de que empiece el sínodo, el Papa ya ha decidido cuál va a ser su resultado, como se indica con una cita suya en el primer párrafo del documento preparatorio: “precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.

¿Cuál va a ser el resultado del sínodo? Después de meses de reuniones, preparaciones, documentos interminables, votaciones, viajes y el derroche de enormes cantidades de dinero y sobre todo tiempo que no podemos permitirnos, el resultado fundamental del sínodo será “descubrir” que el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. ¿O alguien cree seriamente que el resultado va a ser otro? Aparte, por supuesto, de páginas y más páginas de pesadísima prosa y confusión más o menos generalizada.

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6.09.21

La protohomilía perdida

A lo largo de los siglos y a través de las edades, se han escrito numerosos tratados de homilética y oratoria con el laudable fin de ayudar a los sacerdotes a componer sus sermones dominicales. No cabe duda de que estos voluminosos y completos tratados han resultado muy útiles a incontables clérigos a la hora de sostener muebles cojos y encender chimeneas en las largas noches de invierno. No obstante, a pesar de ese carácter a la vez práctico y versátil, común a tantos libros de temas eclesiásticos, se percibe en los tratados modernos una carencia fundamental. Unum eis deest, una cosa les falta: la protohomilía.

Como sabrán los lectores, la protohomilía es un texto de venerable antigüedad que, según diversas tradiciones, establecía a grandes rasgos lo que debía decir cada sacerdote la primera vez que predicase, antes que todas las demás homilías que ese mismo clérigo pronunciaría después durante su vida, porque era absolutamente necesario para que esas homilías posteriores sirvieran de algo. Así se encauzaba bien su labor homilética desde el principio, siguiendo la vía marcada por sus sabios predecesores. A pesar del carácter excepcional y primigenio de la protohomilía, esta podía y debía repetirse posteriormente de vez en cuando, cuando el sacerdote fuera trasladado de parroquia, por ejemplo, o para refrescar su mensaje fundamental en la mente de los feligreses.

Desgraciadamente, la protohomilía, que se ha atribuido a diversos santos Padres y Doctores de la Iglesia, se perdió durante las invasiones bárbaras, persas y musulmanas tanto en Oriente como en Occidente y solo muy recientemente ha sido recuperada, merced a la labor infatigable de sesudos investigadores con los palimpsestos maronitas del lago Baikal. El blog Espada de Doble Filo se complace en ofrecer a los lectores la primera traducción (provisional) al español de este texto, realizada desde el nabateo occidental.

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29.07.21

¿En qué creen nuestros obispos?

A principios de este mes ocurrió algo curioso y que no sucede todos los días: el Papa Francisco nombró un arzobispo ad personam en África. Como sabrán los lectores, normalmente los arzobispos son los obispos de archidiócesis, es decir, de diócesis particularmente importantes, que a menudo son también sedes metropolitanas. Hay casos muy poco frecuentes, sin embargo, como este, en que el Papa nombra arzobispo al obispo de una diócesis normal, sin encomendarle una archidiócesis. Es un título que tiene escasas consecuencias jurídicas y se trata a grandes rasgos de una forma de honrarle públicamente.

Confieso que pensé que esta costumbre había caído en desuso, teniendo en cuenta que el Papa eliminó al principio de su pontificado el equivalente para los sacerdotes (excepto para mayores de 65 años), que era el título de Monseñor: un título honorífico con consecuencias más bien litúrgicas y protocolarias. En aquel momento se dijo que era para combatir el carrerismo eclesial, pero parece ser que, por alguna razón, lo que se considera desaconsejable para sacerdotes no lo es para los obispos.

En cualquier caso, el arzobispo ad personam en cuestión es Monseñor Franklyn Atese Nubuasah, religioso del Verbo Divino, que gobierna la diócesis de Gaborone, en Botswana. Como probablemente les sucederá a muchos lectores, no sigo de cerca a la diócesis de Gaborone y no me suena el nombre de su pastor, así que lo busqué. Supongo que el arzobispo habrá hecho muchas cosas buenas, pero lo que encontré en Internet fue una carta pública escrita por el prelado con ocasión de la muerte de George Floyd, que como recordarán desató una oleada de disturbios en Estados Unidos y en todo el mundo.

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26.07.21

Descatolizar la Iglesia

No sé si los lectores habrán notado alguna vez que los que más apelan al Concilio Vaticano II a menudo son justamente los que menos conocen lo que de verdad dijo el Concilio Vaticano II y los que, con pasmosa regularidad, defienden exactamente lo contrario de lo que realmente enseñó el Concilio. Vivimos en una época de decadencia y también los heterodoxos son de ínfima categoría.

Veamos, como ejemplo, el artículo que ha escrito en Religión Digital el P. Jorge Costadoat SJ. El jesuita chileno, que ya ha aparecido alguna vez en este blog, aprovecha el último motu proprio del Papa para intentar arrimar el ascua a su sardina y promover sus diversas obsesiones y heterodoxias. Como en otras ocasiones, el artículo original va en negro y mis comentarios en rojo.

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