Una asignatura pendiente
En relación con el post de hace un par de semanas sobre la (falta de) formación de los católicos, un amable lector me ha enviado un escrito que presentó sobre ese tema al sínodo que celebrado en la archidiócesis de Oviedo hace unos años. Según me dice, ni siquiera le dieron un acuse de recibo, quizá por un descuido, pero en cualquier caso a mí me ha parecido muy interesante, por las cuestiones que plantea, algunas de las cuales ya se mencionaron aquí.
Como el asunto despertó bastante interés entre los lectores y todo lo que se hable sobre él será poco, me ha parecido útil publicar en el blog dos o tres fragmentos del escrito, para su discusión. Ofrece argumentos y hechos muy sencillos y, a mi entender, en eso reside precisamente su fuerza. La situación eclesial actual clama al cielo y no hace falta ser un gran teólogo para darse cuenta de ello. En realidad, lo que hace falta es estar ciego para no darse cuenta de ello. El fragmento de hoy se titula, muy significativamente, Una asignatura pendiente.


Cuando leemos los Evangelios, a menudo experimentamos una tendencia casi irrefrenable a emparejar a cada uno de los personajes evangélicos con personas o grupos de personas de nuestro entorno… y también a menudo lo hacemos fatal, proyectando nuestras neuras y rencores en el Evangelio, en lugar de dejar que el Evangelio sane esos rencores y esas neuras.
Es frecuente oír la queja de que los católicos están muy mal formados en lo referente a la fe, la Escritura, la historia de la Iglesia, la moral, la liturgia y un largo etcétera. Una queja frecuente y más que comprensible. Esa ignorancia se hace especialmente evidente si uno visita Hispanoamérica y observa los millones de católicos que se han hecho (y se están haciendo) protestantes debido en buena parte a que nunca tuvieron una formación adecuada y no sabían responder a acusaciones contra el catolicismo que, en realidad, no tienen fuerza ninguna o están basadas en malentendidos. Lo mismo podría decirse de España, con la diferencia de que los católicos mal formados dejan la Iglesia en dirección al agnosticismo más que al protestantismo.
Una de las cosas que más me han gustado de la Exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco es un pequeño detalle que quizá a otros les parezca nimio: su llamada a utilizar un lenguaje adecuado al hablar de los temas de la familia y de los problemas y pecados relacionados con ella.









