Dos calles de Sevilla
El otro día, escribí sobre el P. Berríos, jesuita chileno, y sus artículos más o menos contrarios a la doctrina de la Iglesia en varios puntos importantes. Me parecieron muy interesantes algunos comentarios que venían a decir, en mi opinión, que todos esos temas de moral no son importantes, que hay diversas opiniones sobre ellos y que no hay que ser rigoristas. Es decir, que no merece la pena discutir por cosas de tan poca importancia.
Todo esto me recordó a dos calles en Sevilla que resultan muy curiosas. Hay muchísimas calles en Sevilla que resultan curiosas, interesantes y muy bonitas, pero me refiero a dos en particular que despertaron mi atención la última vez que fui por allá. Son dos calles estrechas, muy cortas y paralelas. Ambas salen de la misma placita, una de esas preciosas plazas sevillanas, llenas de luz, azulejos y naranjos. Lo curioso de estas calles prácticamente gemelas es su nombre, que muestra el sentido del humor propio de los sevillanos: una se llama la calle de la Vida y otra la calle de la Muerte. No tengo datos, pero imagino que el precio del metro cuadrado debe de ser muy diferente en una calle y en la otra.

Acabo de leer una historia tristísima, sucedida en Chicago. Janine Denomme, una conocida activista homosexual, fue “ordenada” como sacerdote el mes pasado, por un grupo llamado Roman Catholic Womenpriests (Mujeres Sacerdote Católicas). Como es lógico, eso supuso su excomunión latae sententiae. El Código de Derecho Canónico prevé la excomunión automática para todos aquellos que participan en una simulación del Sacramento del Orden Sacerdotal.
Un lector me pide que comente el siguiente
Temporibus illis, hace muchos años, tuve un profesor de Filosofía que me dio un consejo que todavía recuerdo. Sugirió que fuésemos un día al cine y nos sentáramos en la primera fila. Después, en cuanto empezara la película, en lugar de verla, lo que teníamos que hacer era darnos la vuelta y mirar a la gente que había ido al cine. Decía que la gente, sus actitudes, sus caras y sus reacciones ante lo que estaban viendo eran muchísimo más interesantes que la propia película.
Por fin, parece ser que los años de callada y constante labor de la diplomacia española están dando sus frutos. Otros países, o al menos algunos grupos dentro de ellos, empiezan a reconocer el papel de nuestro país en la escena internacional. En particular, lo que se reconoce es la inmensa labor de nuestro Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, autor de iniciativas de tanto calado mundial como la Alianza de Civilizaciones, que la Historia sin duda recordará como uno de los grandes logros del s.XXI, fundamento de una paz y un entendimiento al menos tan duraderos como los de Versalles.









