Dos calles de Sevilla

El otro día, escribí sobre el P. Berríos, jesuita chileno, y sus artículos más o menos contrarios a la doctrina de la Iglesia en varios puntos importantes. Me parecieron muy interesantes algunos comentarios que venían a decir, en mi opinión, que todos esos temas de moral no son importantes, que hay diversas opiniones sobre ellos y que no hay que ser rigoristas. Es decir, que no merece la pena discutir por cosas de tan poca importancia.

Todo esto me recordó a dos calles en Sevilla que resultan muy curiosas. Hay muchísimas calles en Sevilla que resultan curiosas, interesantes y muy bonitas, pero me refiero a dos en particular que despertaron mi atención la última vez que fui por allá. Son dos calles estrechas, muy cortas y paralelas. Ambas salen de la misma placita, una de esas preciosas plazas sevillanas, llenas de luz, azulejos y naranjos. Lo curioso de estas calles prácticamente gemelas es su nombre, que muestra el sentido del humor propio de los sevillanos: una se llama la calle de la Vida y otra la calle de la Muerte. No tengo datos, pero imagino que el precio del metro cuadrado debe de ser muy diferente en una calle y en la otra.

La calle de la Vida y la calle de la Muerte están muy cerca una de otra, prácticamente pegadas. Y, cuando es de noche, resulta muy fácil confundirse. Un paso a la derecha o un paso a la izquierda pueden hacer que vayas por una y no por la otra. Exactamente lo mismo sucede con la moral y la vida cristiana, porque la moral marca la diferencia entre la vida y la muerte para el hombre. No da igual aceptar o no el divorcio. No es lo mismo un matrimonio indisoluble que uno “indisoluble mientras las cosas vayan bien”. Tampoco es lo mismo un matrimonio abierto a la vida que uno que utiliza anticonceptivos. Ni un noviazgo casto que uno al estilo del mundo. Puede parecer que no es importante defraudar a Hacienda, porque todo el mundo lo hace, pero no es cierto. Podemos pensar que el aborto, las relaciones homosexuales, el quedarse con dinero de la empresa o las mentiras en la política son admisibles, porque ya todo el mundo acepta esas cosas, y que la honradez o el respeto a la palabra dada son cosas de otro siglo, pero nos estaremos engañando a nosotros mismos. Todos esos comportamientos son o bien pasos en el camino de la Vida o bien en el camino de la Muerte. Y no da igual caminar por uno o por otro, aunque estén muy juntos.

Lo mismo podríamos decir de todas las enseñanzas morales de la Iglesia. La vida no es un juego y no es lo mismo acertar que no acertar. Si la Iglesia se mantiene firme en lo que enseña, por mucho que cambien las modas, se hundan los imperios, surjan nuevas filosofías o haya nuevos inventos de la técnica, es porque un paso en la dirección equivocada nos pone en el camino de la Muerte. Y eso es algo muy serio. Las consecuencias de una moral equivocada son terribles, porque destruyen la vida de las personas, la vida aquí en el mundo y la vida eterna. Por eso, al enseñar la moral cristiana, no se trata de ser originales, sino de ser muy fieles a lo que enseña la Iglesia, que es la única que nos puede mostrar claramente qué cosas llevan a la felicidad y qué comportamientos son una receta para la infelicidad y la muerte. Como se dice aquí en España, los experimentos mejor con gaseosa.

Todo esto no es una originalidad mía, más o menos ocurrente. Es una de las catequesis cristianas más antiguas. La catequesis de la vida y de la muerte, que ya recoge la Didajé, uno de los primeros documentos cristianos que se han conservado, redactado en el siglo I y probablemente anterior a varios de los libros del Nuevo Testamento. Empieza así:

Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.

El camino de la vida es éste: Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro. Y de estos preceptos la enseñanza es ésta:
Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigos.[…]

El segundo mandamiento de la Enseñanza es éste. No matarás, no adulterarás, no corromperás a los menores, no fornicarás, no robarás, no practicarás la magia o la hechicería, no matarás el hijo en el seno materno, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes del prójimo.

Es fácil ver que el camino de la muerte no ha cambiado mucho desde el siglo I: matar a otros (literalmente o en el propio corazón), adulterio, pederastia, fornicación, robo, ocultismo, aborto, infanticidio, codicia… y otras muchas cosas que se pueden leer en el texto completo y que podrían haberse dicho ayer. Al igual que sucede hoy, muchos de esos comportamientos estaban aceptados en las sociedades en las que vivían los cristianos. El adulterio y la fornicación en la Roma del s. I eran algo muy habitual y apenas suscitaban ya un rechazo social. La pederastia estaba extendidísima. El ocultismo, con sus diversas variantes, solía formar parte de la última moda que había que seguir para no quedarse atrasado. El aborto, el infanticidio o el abandono del recién nacido siempre se habían aceptado como una de las prerrogativas del paterfamilias. Es decir, prácticamente lo mismo que sucede actualmente.

Es de suponer que los cristianos tenían, como hoy en día, la tentación de plegarse al modo de vida de los paganos, de pensar que a fin de cuentas daba igual, que no merecía la pena distinguirse y ser tan estrictos. Sin embargo, la Iglesia, cumpliendo su misión, advertía de la diferencia entre el camino de la Vida y el de la Muerte. En ocasiones, esa diferencia podía y puede parecer pequeña o sin importancia, pero sus consecuencias son totalmente distintas. Por eso, los caminos son incompatibles. Si uno quiere tener vida, debe amar al prójimo e incluso al enemigo, con la ayuda de Dios, pero también debe evitar el camino de la muerte, por muy seductor, agradable, razonable y moderno que parezca.

Y podemos remontarnos aún más atrás en el tiempo. Josué, en el s. XIII antes de Cristo, ya dio esta misma catequesis a los israelitas. Antes de morir, los reunió a todos y les dijo: “elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi familia serviremos al Señor”. Como nosotros y como los cristianos del siglo primero, los israelitas recién llegados a la tierra prometida tenían la tentación de “hacer como todo el mundo”, adorando a los dioses del lugar y adaptándose a sus costumbres, pero el Señor es un Dios celoso, porque sabe muy bien dónde por donde vamos hacia la Vida y por dónde sólo podemos encontrar la muerte.

La elección, más de tres mil años después, sigue siendo la misma. O servimos al Señor, o vamos tras otros dioses. O seguimos el camino de la Vida o el de la Muerte. O escuchamos la voz de la Iglesia sobre cómo ha de vivir un cristiano o será el mundo el que nos catequice. Cada uno, que haga lo que quiera. Mi familia y yo serviremos al Señor. Con su ayuda, claro.

21 comentarios

  
Catholicus
Parece que demasiados, dentro de la propia Iglesia, y que se empeñan en convencernos de que ellos predican al verdadero Jesús, le enmendan todos los días la plana a Cristo:

"Entrad por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino espacioso son los que conducen a la perdición, y son muchos los que entran por él. ¡Oh, qué angosta es la puerta y cuán estrecha la senda que conduce a la vida eternal, y qué pocos son los que atinan con ella!"

San Mateo 7: 13-14

Creen salvar almas por un tibio voluntarismo, pero lo que hacen es guiarlas hacia la muerte.
21/05/10 12:51 PM
  
Iñaki
Creo que hoy en día no se hace excesivo hincapié en que los cristianos no podemos ser del mundo, ni actuar como actúa el mundo. Es algo que no se oye nunca en las homilías. Incluso hay gente muy católica, que vive los sacramentos y asiste a misa a la que no le gusta utilizar el término mundo, por miedo a sonar "clerical". Se emplean circunloquios como "hay que ser de mundo, pero sin mundanizarse" que al final no dejan nada claro el criterio: del mundo o de Jesucristo.
21/05/10 3:14 PM
  
Miriam de Argentina
Bruno: ¡excelente!!. Agradezco a Dios cada día por haber creado a la Iglesia, y que ella me enseñe a vivir según el Corazón de Cristo. Bendito Dios que quiso darnos un Papa para saber dónde hay que mirar. Sólo en la obediencia a la Iglesia tengo seguridad del "puerto" al que quiero llegar. Gracias también a vos por tu fidelidad que anima a la fidelidad!!
21/05/10 5:07 PM
  
Spir
"el precio del metro cuadrado debe de ser muy diferente en una calle y en la otra" =D
21/05/10 6:15 PM
  
kepa
"Defraudar" a Hacienda, en realidad, es un imperativo moral, como defraudar a un atracador que pretende quedarse con nuestro dinero, por lo menos mientras se mantenga la actual estructura de gastos.

Otro asunto sería engañar al Estado para que nos conceda ayudas que no merecemos; ahí sí estaríamos apropiandonos de los bienes de otros.

En el primer caso, solo defendemos nuestras propiedades -o las defienden los que pueden hacerlo- de la voracidad insaciable y creciente del Estado moderno.

Esto cada vez se parece más a aquellas razzias que organizaban los señores feudales para arrapiñar con los pocos bienes de sus subditos.

Le quitan a la gente honrada casi la mitad de sus ingresos, y a cambio, le dan una educación lamentable, una sanidad en ruinas, una justicia de cachondeo, unas pensiones de miseria, y un millón de subvenciones a distintos lobbys y amiguetes.

Y no se puede decir, "no, gracias", prefiero pagarme yo todos esos maravillosos servicios: hay que pagar el lote completo. Solo faltaba que además de la obligación legal, existiera una obligación moral de hacer el canelo.
21/05/10 8:30 PM
  
Bruno
Kepa:

El Catecismo de la Iglesia Católica dice:

2240 La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país:

«Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor» (Rm 13, 7).


Es decir, en principio hay un deber moral de pagar impuestos. Puede haber casos o circunstancias excepcionales, pero el deber general es el de pagar los impuestos que le tocan a cada uno.

Saludos.

21/05/10 8:58 PM
  
Winston Smith
”2240 La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país:

«Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor» (Rm 13, 7)”
.

Pero ésta es una exigencia moral con una cierta base de “ingenuidad”. La cita de Rm 13 hay que leerla desde más arriba para entender su contexto, aunque sea un contexto un tanto idealizado:

”De hecho, los que mandan no son una amenaza para la buena acción, sino para la mala. ¿Quieres no tener miedo a la autoridad? Sé honesto y tendrás su aprobación, pues ella es agente de Dios para ayudarte a lo bueno. En cambio, si no eres honesto, teme, que por algo lleva la espada: es agente de Dios, ejecutor de su reprobación contra el delincuente.
Por eso forzosamente hay que estar sometido no sólo por miedo a esa reprobación, sino también por motivo de conciencia. Y por la misma razón pagáis impuestos, porque son funcionarios de Dios dedicados en concreto a esa misión.”
Rm 13,3-7.

San Pablo hizo una peligrosa concesión al Poder de Roma, probablemente para evitar “males mayores” previniendo, por un lado, la posibilidad de una insumisión de la secta de los cristianos, una secta en la que su fundador, un tal Jesús el Mesías, predicaba un Evangelio que decía que todos somos hijos de un mismo Padre, y disipando sospechas a Roma, por otro, para que no obstaculizara la extensión de la predicación. Concesión tanto más “desafortunada” cuanto que contradecía la enseñanza del propio Jesús acerca del Poder temporal, que nos dijo ”Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen. No será así entre vosotros…” Mt 20,25.

E incluso, ante la trampa dialéctica que le tendieron, dejó claro: “Pues lo que es del César devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.” Mt 22,21.

De modo que, Bruno, te pregunto, ¿cuál ha de ser, en tu opinión, la actitud del cristiano ante un estado injusto, un estado que se da a sí mismo el derecho a decidir quién vive y quién muere mediante una ley de aborto libre?¿Cuál la actitud frente al pago de impuestos con los que este estado financiará miles de abortos injustos pero legales? ¿Cuál la actitud de un cristiano con cuyos impuestos se van a financiar proyectos educativos que tratarán de imponer a nuestros hijos menores una visión de la sexualidad profundamente contraria a la cristiana? ¿Y cuando paguemos la eutanasia activa?

Claro, en tiempos de un Poder Absoluto, tiranía o dictadura, el asunto era más sencillo, porque no hay corresponsabilidad propiamente dicha. Ahora no vale “hacerse el loco” diciendo, “yo pago mis impuestos y el estado hace con ellos lo que quiere, sin que ni siquiera me entere”. Ahora sí sabemos, en parte, lo que va a hace con él. Y tampoco podemos decir que nos vaya la vida en ello si nos oponemos, al menos todavía. Perjuicios, sí. La vida, no.

Sólo veo dos posibilidades: mirar para otro lado, o algún modo de desobediencia civil, astutos como serpientes y sencillos como palomas. Ahora, eso de la exigencia moral y de someterme porque son agentes de Dios…

“Quid vobis videtur, Bruno?”

Saludos.

21/05/10 10:19 PM
  
Fredense
Buen post, Bruno, si señor. Te ha quedado redondo, y a mí me ha venido muy bien leerlo.
21/05/10 10:45 PM
  
Bruno
Winston:

Muy buena pregunta. Como verás, he señalado dos ámbitos diferentes:

- El caso general, en el que el principio está muy claro: hay un deber moral de pagar impuestos, de colaborar con la sociedad en la que uno vive.

- Casos excepcionales, en el que otras circunstancias puedan ser más poderosas que el deber moral general de pagar impuestos.

Un caso excepcional, por ejemplo, puede ser el de una familia que no tiene lo suficiente para vivir. En ese caso, el deber de cuidar de la propia familia y el destino universal de los bienes priman sobre el deber de pagar impuestos.

Otro caso excepcional puede ser el que tú dices: Nuestro Estado, que usa parte del dinero público para usos gravísimamente inmorales. Es un caso más complicado, porque no hay relación directa entre el pago del impuesto y esos usos inmorales (nuestro Estado tiene caja única, no hay dinero "con nombre"). Eso hace que, en mi opinión, no sea un deber moral negarse a pagar impuestos. Sin embargo, si uno considera que puede ser útil para luchar contra el aborto el hecho de negarse a pagarlos (o negarse a pagar una parte de ellos, definida de acuerdo con un cálculo aproximado de lo que se utiliza para esos usos inmorales), creo que esa posibilidad bastaría para hacer que fuera moral actuar así.

En conclusión, debido a la ausencia de relación directa y a que ese tipo de protesta individual probablemente tendrá pocas consecuencias provechosas, la cuestión es "de grado" y debe quedar a la conciencia y a la consideración de cada uno. Por lo tanto, a mi juicio, ambas formas de actuar son admisibles para un católico.

Algo diferente sería si existiese una posibilidad de acción conjunta y dirigida. Por ejemplo, si los obispos pidiesen a los católicos españoles que no pagasen impuestos hasta que se prohibiese el aborto (personalmente creo que deberían hacerlo). Entonces, la posibilidad de éxito de una acción así sería significativa y el posible deber de no pagar impuestos tendría bastante más fuerza.

Por otra parte, por lo que dices creo que no entiendes lo que dice la Iglesia sobre la autoridad. No es ya que estés en desacuerdo, sino que no has llegado a comprenderlo bien (sin duda porque nadie te lo ha sabido explicar). Como es un tema muy amplio, espero que podamos dedicarle un post (si Dios quiere y tengo tiempo para ello).

Saludos.
21/05/10 10:59 PM
  
Bruno
Por cierto: "quid tibi videtur, Bruno?" (o Brune, si quieres ser muy purista). Vobis es plural.

:)
21/05/10 11:04 PM
  
kepa
Bruno, Winston, no hay que llevar las cosas hasta el extremo. Solo era la opinión de un trabajador de Hacienda que no se cree la propaganda de su propia empresa.

Sin más, creo que nosotros tenemos que hacer todo lo posible por sacar la pasta al ciudadano, y el ciudadano tiene que hacer todo lo posible para que no se la saquen.

Me parece razonable un nivel mínimo de impuestos, que cubran los gastos que han de ser obligatoriamente para uso común, y aquellos, que por su importancia estratégica, la mayoría de ciudadanos estime que hay que pagar entre todos.

De ahí al despendole que se traen los políticos de cualquier nación con dinero ajeno, va un mundo.

El catecismo puede hablar de el pago de impuestos para la policia, el ejercito, las obras públicas, la justicia, la sanidad. Tal vez para la educación, en cuanto se refiera a garantizar su derecho, tal vez para alguna ayuda social concreta.

Pero ¿para pagar campos de futbol? ¿para subvenciones "culturales" dudosísimas? ¿para el cine español? ¿para el sostenimiento de empresas quebradas? ¿para salvar bancos?

¿tenemos obligación moral de pagar una fortuna para una jubilación que no vamos a cobrar? ¿o tenemos la obligación, si pudieramos, de huir de ese expolio, y garantizarnos una jubilación digna con un plan de pensiones? Creo que es evidente.

La postura de la Iglesia sobre la relación del cristiano ciudadano con el poder establecido siempre me ha parecido conformista y poco crítica. Parece que cualquier tío que llega a la poltrona se convierte ya en digno de obediencia, y tenemos que entregarle nuestros bienes, porque sí.

No hay ninguna referencia a la legitimidad del poder, ni ningún límite fuera de los religiosos.

Si un cristiano vive en la selva colombiana, donde el poder real lo ejerce el narcotráfico, no está obligado a obedecerle. Pero si un cristiano vive en un Estado gobernado por un narcotraficante -que los hay-, entonces sí está obligado a obedecer.

Es igual que el tiranuelo haya llegado al poder a golpe de metralleta, o que lo haya hecho mediante elecciones democráticas. Es el poder y hay que apechugar, siempre que no vaya contra las convicciones religiosas. No le veo demasiado sentido, pero ya dedicarás un post a ello.

22/05/10 1:35 AM
  
rastri
"2240 La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país".
_____________________

Vaya que el artículo no compromete la moralidad del mismo en la calidad y cantidad del cuánto y cómo hay que pagar los impuestos.


Amén de que lo primero que tiene explicarme este artículo es que se me permita, a ciencia cierta sea en conocimiento de causa, saber QUIÉN ES Y CÓMO SE ENTIENDE LA AUTORIDAD a la cual yo MORALMENTE debo de estar sometido.


Po lo demás está escrito: "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César"

Acepto la autoridad de Dios sí. Más no la del César.


22/05/10 8:49 AM
  
rastri
«Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor» (Rm 13, 7)”
__________________

Éste ya me cuadra más. DAD A CADA CUAL LO QUE SE LE DEBE,....
22/05/10 8:53 AM
  
susi
no entro en lo de Hacienda, porque me da un ataque de nervios tener que pagar, pero lo hago.
Entro a decirte cuánta razón tienes en lo que comentas: para ser cristianos hay que observar una moral bastante dura si se juzga sin la fe y suave y beneficiosa si se ve con los ojos de Dios, que ha puesto sus leyes para conducirnos a Él en esta vida y, si queremos seguirle por siempre, en la otra.
Es verdad que la gente ya no ve como pecados algunas cosas, muchas, diría yo, pero por eso es bueno que haya gente que nos lo recuerde, como tú.
Gracias por esta labor que haces. DIos te bendiga.
22/05/10 10:17 AM
  
Catholicus
A nadie le gusta pagar impuestos, desde luego, pero uno no puede engañarse a sí mismo, y menos a Dios. Dios nos dice que es su Providencia la que permite gobiernos, tanto justos como "injustos", y hay que pagar impuestos, porque en conjunto estos sirven para garantizar el orden, unidad y desarrollo común de cualquier ciudad/nación.

Siempre habrá cosas que no gusten, pero entonces lo que hay que hacer es pagar impuestos y luchar contra lo negativo en paralelo. Esto salvo casos clamorosos de gobiernos injustos, que el lenguaje cristiano casi se centran en decir que no permiten el culto a Dios, el cumplimiento de los cristianos con su fe, y otra barbaridades menos frecuentes. Excepciones las hay.

Por otro lado, Dios no distingue si son poderes absolutos, separados, dictadura o democracia. Eso nada tiene que ver, sino la justicia intrínseca y extrínseca que esos gobiernos puedan ejercer.

Los grandes ejemplos de la historia bíblica no son democracias precisamente. Desde Moisés, David, Salomón, Jueces hasta Simón Macabeo el dictador.. la "democracia" está ausente, pero son gobiernos gratos a los ojos de Dios.
Las doctrinas sobre las obligaciones de los príncipes cristianos es bastante amplia, y aunque no son dogmáticas, aportan mucha luz en ese asunto.
22/05/10 10:48 AM
  
Winston Smith
” La postura de la Iglesia sobre la relación del cristiano ciudadano con el poder establecido siempre me ha parecido conformista y poco crítica. Parece que cualquier tío que llega a la poltrona se convierte ya en digno de obediencia, y tenemos que entregarle nuestros bienes, porque sí.

No hay ninguna referencia a la legitimidad del poder, ni ningún límite fuera de los religiosos”
.

Ciertamente, Kepa, ésta es una opinión muy extendida, acerca de la Iglesia, pero no es real, sino, creo yo, es sólo una “simplificación” de la doctrina católica para convertirla en defensora de un concepto autoritario del Poder.

La cita del Catecismo que Bruno nos ha traído, CIC 2240, es una línea de Rom 13, y, como ya indiqué, leyendo la totalidad del capítulo, claramente se ve cómo San Pablo habla de esta obligación moral de la sumisión del cristiano a la autoridad, asumiendo que ésta es siempre agente de Dios para ayudarnos en lo bueno. No dice nada de cuando la autoridad ejerce el Poder de forma injusta e inmoral, según la Ley de Dios.

Por eso hablaba yo de la “ingenuidad” del apóstol, y no sólo de él, que el propio San Pedro se refiere a la autoridad en los mismos términos en 1 Pe.

También hay que pensar, que en el siglo I, un posible conflicto con el Poder político podría desembocar en violencia y persecución, motivos ambos por los que podría haber muchas almas perdidas para la salvación. Muchos estaban convencidos de la inminente venida de Ntro. Señor, de modo que, ¿para qué complicarse la vida con lo poco que queda de ella?¿Para perdernos la eternidad?

”…os revelo un secreto: no todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final. Cuando resuene, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados…” 1 Cor 15, 51.

El propio Pablo pensaba que todo esto llegaría incluso antes de morir él, de modo que mejor no soliviantar a nadie y que cada uno siguiera según el estado en el que estuviera, para lo poco que quedaba.

Pero lo cierto es que la Iglesia no se olvidó, al menos en su doctrina, de que las obligaciones con el César nunca pueden ser contrarias a nuestras obligaciones con Dios.

Bruno podría habernos traído dos números más del CIC:

2242 ”El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22,21). "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29):

Cuando la autoridad pública, excediéndose en sus competencias, oprime a los ciudadanos, éstos no deben rechazar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito defender sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esta autoridad, guardando los límites que señala la ley natural y evangélica (GS 74,5).

2243 La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: (1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; (2) después de haber agotado todos los otros recursos; (3) sin provocar desórdenes peores; (4) que haya esperanza fundada de éxito; (5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores.”


Como se ve, el cristiano no sólo no tiene obligación de no seguir los mandatos inmorales de la autoridad, sino que tiene la obligación de no seguirlos.

Otra cosa es encontrar el modo cristiano de enfrentarse a un Poder injusto e inmoral, y más aún, cuando éste se reviste de la supuesta legitimidad de una democracia. El artículo 2243 llega, incluso, a considerar lícito el recurso a una sublevación con armas, en circunstancias de poca determinación objetiva, muy expuestas a la subjetividad interesada. Es más, creo que este artículo es más que cuestionable, tratándose de la doctrina de los seguidores de un Cristo que nos exige amar a nuestros enemigos.

Pienso que, efectivamente, tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres y aprender a enfrentarnos al Poder injusto cuando sus leyes atenten contra la moral cristiana, por más que sean leyes deseadas por una mayoría. Eso no hace buenas las cosas malas, sólo las hace legales. Pero tenemos prohibida la violencia, de modo que lo único que podemos arriesgar es a nosotros mismos.

La desobediencia civil, la resistencia no violenta, el testimonio, … creo que debemos explorar a fondo estos métodos de oposición.

Saludos.


22/05/10 5:09 PM
  
Winston Smith
Bruno,

Sinceramente creo que la Iglesia tiene mucho más claro en su doctrina cuál debería ser nuestra actitud frente a un Poder que dicta leyes contrarias a la moral cristiana, que en la práctica. Y hablo de la Iglesia en su conjunto, no sólo de la Jerarquía. Quizá ello sea un síntoma de su propia conciencia de saber que hay asuntos ante los que los mismos cristianos estamos divididos y no quiera, por prudencia, precipitar nuevas escisiones con la exigencia de prácticas más estrictas, fieles, comprometidas y arriesgadas.

En fin, yendo a tu respuesta,

”El caso general, en el que el principio está muy claro: hay un deber moral de pagar impuestos, de colaborar con la sociedad en la que uno vive”.

Hay muchos modos de colaborar. Hoy día, yo preferiría hacerlo contribuyendo a instituciones avaladas por la Iglesia. Porque prefiero colaborar a extender la cultura del matrimonio indisoluble que la del divorcio “exprés” o la del “gaymonio”. También prefiero subvencionar organizaciones benéficas en el Tercer Mundo con la humilde pretensión de ayudarles a quitarse el hambre, que pagar mi alícuota correspondiente en subvencionar organizaciones gays y lesbianas de Uganda. Prefiero que con mi dinero se enseñe a mantener la higiene necesaria tras el parto, aunque sea con un humilde trozo de jabón, que gastarse una millonada en pretender descender la mortalidad materno-infantil con el aborto, en países donde la desesperación les llevará clientes seguros. Preferiría colaborar con hospitales donde un cristiano pueda llevar un crucifijo, si quiere, y pueda preguntar a los pacientes si desean una oración por ellos, que no hospitales donde lo cristiano se arrincone o prohíba mediante el acoso y la represalia. Y como esto, todo, Bruno.

Eso de la colaboración con nuestros impuestos es una falacia. El Poder es un agujero negro que todo lo devora. Piénsalo bien, como mínimo el 60% de nuestro trabajo es para el estado, un estado que siempre tiene excusas para no llegar, ni siquiera, a un ridículo 0,7% en obras de caridad con los pobres del Mundo.

”Casos excepcionales, en el que otras circunstancias puedan ser más poderosas que el deber moral general de pagar impuestos”.

Yo me referiría, más bien, a casos inmorales, contrarios a la Ley de Dios, casos cada vez más comunes y menos excepcionales. Es aquí donde tenemos que hacer una opción, porque no podemos servir a dos amos, porque si estamos a favor de uno, estaremos en contra del otro.

”En conclusión, debido a la ausencia de relación directa y a que ese tipo de protesta individual probablemente tendrá pocas consecuencias provechosas, la cuestión es "de grado" y debe quedar a la conciencia y a la consideración de cada uno”.

Sin embargo, pienso yo, que nuestra posición no debería depender de su eficacia o utilitarismo práctico, de su éxito, sino, simplemente, de afrontar lo gravemente injusto y contrario a la ley divina mediante nuestro testimonio ante el mundo, aunque no fuera provechoso.

Por otro lado, tu argumento de “caja única” del estado en la que no se diferencia la contribución al pago de abortos, creo que no es válido, porque incluso, admitiendo el bien común como fin último de mis impuestos, nunca quedaría justificado con ello un medio intrínsecamente malo.

Además, ni el peor de los tiranos es tan malvado como para serlo todos y cada uno de los minutos del día y la noche. Los verdugos de los campos del exterminio salían de sus “trabajos” y eran buenos padres de familia y esposos.

Quiero decir, que si un estado vulnera gravemente la Ley de Dios en alguna de sus leyes, y la del aborto lo hace, el estado y su Poder pasan a ser injustos e inmorales, aunque otras leyes no lo sean. Y, por tanto, nosotros deberíamos tener una reacción testimonial como católicos.

Quid tibi videtur, Brune?






22/05/10 6:17 PM
  
Winston Smith
Para resumir,

Simplemente se trata de encontrar el modo de NO COLABORACIÓN con un Poder gravemente injusto e inmoral respecto a la Ley de Dios. Que reconstruyan el mundo y el hombre a espaldas de Dios y a su manera, pero no con nuestra ayuda, aunque sean más numerosos que nosotros.

Saludos.
22/05/10 6:22 PM
  
Mar
Sería realmente hermoso que los cristianos, todos los cristianos, nos resistiéramos de algún modo a este abuso de poder que estamos presenciando, a todas estas leyes contra la moral cristiana, contra la ley de Dios. Como dice Bruno sería genial que los obispos o quien sea hicieran un llamamiento en ese sentido, pero sé que es casi una utopía, todos estamos muy cómodos viviendo nuestras vidas y no queremos meternos en líos. Además este país tiene muchos bautizados pero pocos convencidos, muchos niños-adolescentes eligiendo la religión pero en su mayoría a favor del aborto (según recientes encuestas realizadas entre alumnos de religión que se han publicado)....¿cómo se puede explicar esto?
¿Nos están enseñando en las Misas de los domingos, en las clases de religión, en las catequesis, lo que es la auténtica doctrina cristiana? O sólo nos llevan a los niños de excursión para que sigan cogiendo la asignatura y así poder seguir manteniendo ese trabajo? En la Iglesia raramente he oido algo en contra del aborto, raramente he oido posicionarse a un sacerdote de modo enérgido y rotundo para decírselo claro a los fieles. O en contra del nuevo modelo sobre sexualidad propuesto por el gobierno. No sé, hay mucho que reflexionar por parte de todos.

Por nuestra parte, mi esposo y yo llevamos unos años descontando una pequeña cantidad (unos 5 euros) declarando que por objeción de conciencia contra el aborto, fue una idea que nos dio alguna de las asociaciones pro-vida, "a cambio" hacemos una donación a una de dichas asociaciones. Hasta ahora no nos han llamado al orden. Por si sirve de idea.

Saludos.
22/05/10 7:24 PM
  
Catholicus
El CIC no es mas que el resumen de la Doctrina de San Agustin de la guerra justa,a la que a ver quien le pone peros.San Pablo y San Pedro dan las razones por las que hay que pagar impuestos,y nada tienen que ver con la guerra y persecucion.Las cosas son como son por disposicion divina.
22/05/10 9:14 PM
  
Luis I. Amorós
Hermoso artículo, Bruno, y muy acertadas las dos citas que haces. Me ha gustado mucho.
26/05/10 10:23 PM

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