El odium plebis y el cardenal Fernández

Los distintos cánones jurídicos que ha aprobado la Iglesia a lo largo de la historia muestran a menudo una gran sabiduría, que maravilla al lector interesado. Es una sabiduría cimentada tanto en la fe como en la experiencia de siglos y milenios, en criterios a la vez teológicos, jurídicos y de un apabullante sentido común. Un ejemplo podría ser el concepto de odium plebis en lo relativo a los motivos de remoción de un párroco.

Antiguamente, era mucho más difícil que ahora retirar a un párroco de su parroquia. Un buen número de los párrocos, de hecho, tenían la parroquia “en propiedad”, lo que no significaba que fuera literalmente de su propiedad, sino que habían accedido por oposición al cargo de párroco de esa parroquia en particular. En esos casos, el obispo no podía cambiarles sin más de parroquia, como en la práctica sucede ahora, sino que tenía que poner en marcha un arduo proceso canónico de remoción. Como todo tiene sus pros y sus contras, con ello los obispos de entonces tenían menos libertad de acción, pero a cambio los sacerdotes ganaban en seguridad jurídica.

Sea como fuere, uno de los motivos de remoción existentes según el antiguo Código de 1917 era el de odium plebis, es decir, odio del pueblo: el hecho de que el rebaño que debía pastorear el párroco aborreciese al sacerdote en cuestión. Era un criterio practico, porque, si ese aborrecimiento fuera “tal que impidiese el ministerio parroquial útil y no se previese que fuera a cesar en breve” (c. 2147), la labor del párroco se haría imposible y no tendría sentido que continuase al frente de la parroquia.

No se trataba de un castigo al párroco, sino de una cuestión de sentido común. De hecho, se admitía como motivo el odio del pueblo “quamvis iniustum et non universale”, aunque fuera injusto y no afectase a todo el rebaño. Si, por la razón que fuese, una gran parte de los fieles no podían tragar al párroco, probablemente lo mejor fuera buscar a otro que desempeñara el cargo. A fin de cuentas, la ley suprema en la Iglesia es la salvación de las almas, como sigue señalando el nuevo Código de Derecho Canónico, precisamente en relación con la remoción de los párrocos (c. 1752).

En el Código actual ya no se usa el término odium plebis, que ha sido sustituido por la expresión algo más suave de aversio in parochum, “aversión contra el párroco”, junto con la “pérdida de la buena fama a los ojos de los feligreses honrados y prudentes” (can. 1741), pero la sustancia es la misma, incluida la posibilidad de que el motivo de remoción se dé “sin culpa grave del interesado” (can. 1740).

Llevo un tiempo pensando en todo esto en relación con el actual Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Por supuesto, los cánones citados no son directamente aplicables, ya que no se trata de un párroco y, además, los cargos de la curia Romana son de libre disposición del Papa, que puede nombrar y retirar a sus colaboradores a voluntad. Sin embargo, tiendo a pensar que, por analogía al menos, el criterio de odium plebis puede darnos algo de luz en este caso.

Escribo en un medio de comunicación católico y tengo que encargarme periódicamente de la moderación de los comentarios de los lectores, una labor bastante pesada, pero que proporciona una visión privilegiada de cómo está y cómo va cambiando la opinión pública en la Iglesia o, al menos, entre los católicos hispanohablantes. Pues bien, esos comentarios, unidos a lecturas y conversaciones con multitud de clérigos y laicos de diversos países, me indican que existe algo bastante parecido al odium plebis en relación con la figura del actual Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

En InfoCatólica hace bastante que sabemos que, si en una noticia aparece el cardenal Víctor Manuel Fernández, aunque sea porque ha dicho o hecho algo bueno y sensato, los comentarios serán en su gran mayoría fuertemente negativos y, en una buena proporción, insultantes y necesitados de moderación. Algo parecido sucede en las conversaciones privadas con seglares, sacerdotes e incluso obispos. Multitud de artículos en otros medios de comunicación lo corroboran (mencionemos, por ejemplo, al Catholic Herald, al Wanderer o a la Bussola Quotidiana). El hecho es que una buena proporción de los fieles y los clérigos simplemente no acepta nada que venga del cardenal.

Me estoy refiriendo, por supuesto, al auténtico pueblo de Dios, no a aquellos que se dicen católicos, pero se han apartado de la fe de la Iglesia y opinan lo mismo que el mundo. Estos últimos parecen encontrarse a gusto con el cardenal Fernández, creyendo al parecer que introducirá cosas como el divorcio, las relaciones del mismo sexo e inmoralidades similares en la Iglesia, pero su opinión es irrelevante, porque no son católicos más que de nombre. Entre los que tienen fe, en cambio, se observa que cuanto más serios, piadosos y formados son los fieles, más marcado resulta ese odium plebis.

Al margen de cualquier otra consideración, se trata de una situación lamentable, que perjudica significativamente al pueblo de Dios. Precisamente aquellos que son obedientes y a los que les importa lo que diga el Dicasterio para la Doctrina de la Fe desconfían de lo que pueda decir el Dicasterio y ya no se fían de que vaya a ser acorde con la fe de la Iglesia. Esto es la definición de una situación que impide “el ministerio útil” de un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Las razones para haber llegado a esta situación son muy numerosas. El cardenal, a fin de cuentas, fue protagonista de las páginas menos brillantes del pontificado anterior. Por ejemplo, es sabido que fue uno de los asesores que estaban detrás del texto de Amoris Laetitia que no solo negaba el dogma de fe de que Dios siempre da la gracia necesaria para no pecar, afirmaba asombrosamente que Dios a veces quiere que pequemos y negaba la doctrina moral básica de que el fin no justifica los medios y la existencia de actos intrínsecamente malos, sino que de hecho introducía el divorcio en la Iglesia. Asimismo, tiene en su haber un documento, Fiducia supplicans, que permitía lo que el mismo Dicasterio había prohibido dos años antes, tuvo que ser “aclarado” solo dos semanas después y fue rechazado públicamente por una gran cantidad de obispos por introducir la ambigüedad en un tema, las relaciones del mismo sexo, en que la Iglesia debe ser clarísima. No podemos olvidar que es responsable de que el Papa firmara un texto en el que se corregía a la misma Palabra de Dios, afirmando que “algunas consideraciones del Nuevo Testamento sobre las mujeres” y “otros textos de las Escrituras […] hoy no pueden ser repetidos materialmente”. Su último documento sobre los títulos marianos de Corredentora y Medianera de todas las gracias han recibido, merecidamente, fuertes críticas por su confusión y escaso nivel teológico y argumentativo, además de por silenciar las enseñanzas de papas y doctores anteriores en contra de su tesis personal. Como prefecto y como obispo ha manifestado en varias ocasiones opiniones claramente erróneas y ofensivas a oídos piadosos. Ya antes de ser obispo tenía fama de heterodoxia, que fue investigada por la antigua Congregación para la Doctrina de la Fe y obstaculizó su nombramiento como rector de la Universidad Católica Argentina, una dificultad que solo se salvó por el empeño personal del cardenal Bergoglio. Es, además, autor de textos (¡y libros enteros!) decididamente impropios para un alto prelado de la Iglesia, con una fuerte carga erótica. Todo esto es lo contrario de lo que conviene para un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Es decir, no faltan razones que expliquen esta situación. De todas formas, como hemos visto en el caso de los párrocos, no es necesario meterse en consideraciones de culpabilidad o inocencia del interesado, de que merezca o no merezca lo que sucede. Solo el hecho de la aversión entre el pueblo fiel basta para que convenga que el Papa considere la posibilidad de solucionar este problema, quizá retirando al cardenal de su cargo.

A fin de cuentas, ¿de qué sirve un Dicasterio para la Doctrina de la Fe del que los fieles católicos desconfían? En la Iglesia, si por la razón que sea se pierde la auctoritas, toda la potestas del mundo no hará posible desempeñar un cargo para “la salvación de las almas”, que es la ley suprema. Por desgracia, parece que don Víctor Manuel se ha granjeado el odium plebis, ha perdido “la buena fama a los ojos de los feligreses honrados y prudentes” y ya no tiene la auctoritas necesaria, algo que, lamentablemente y al margen de su responsabilidad personal, le incapacita para ejercer su misión.

28 comentarios

  
Manuel Pérez
El problema de Amoris Laetitia no es una negación doctrinal, sino ambigüedades pastorales nacidas, eso sí, de un auténtico y profundo celo por acompañar situaciones heridas. Es decir, de una preocupación pastoral que ha dejado al margen aspectos teológicos irrenunciables.
Sin embargo, Veritatis Splendor recuerda que existen actos intrínsecamente malos, que no pueden quedar relativizados por discernimientos subjetivos (VS 79–83).
Cuando la praxis sacramental se separa de la moral objetiva, la doctrina queda debilitada en la práctica, aunque se afirme en teoría.
La Iglesia Madre no puede separarse de la Iglesia Maestra.
16/12/25 9:25 AM
  
Manuel Pérez
Fiducia supplicans no contiene un error doctrinal formal, pero sí una ambigüedad pastoral grave en un ámbito donde la Iglesia debe ser inequívoca.
La intención es claramente pastoral y acogedora, pero el texto adolece de una antropología insuficientemente integrada (persona, cuerpo, sexualidad y verdad moral), lo que genera confusión práctica y ruptura de la unidad episcopal.
El problema no es la misericordia, sino una pastoral desvinculada de una antropología moral sólida.
Es una pena que hayan metido en un cajón la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, que tanto puede iluminar en estos momentos.
16/12/25 9:29 AM
  
Juan Mariner
El NOM habla por la boca del cesaropapista Fernández. Abajo el NOM y sus lacayos clericales.
16/12/25 9:30 AM
  
Bruno
Manuel Pérez:

"El problema de Amoris Laetitia no es una negación doctrinal, sino ambigüedades pastorales"

Ojalá fuera así, pero no lo es. En Amoris Laetitia se dice expresamente que Dios a veces quiere que pequemos (y gravemente, porque el contexto es el del adulterio), que Dios no siempre da la gracia necesaria para no pecar y que el fin justifica los medios y que no existen actos intrínsecamente malos. Son cuatro negaciones frontales de principios doctrinales y morales fundamentales, infalibles e irreformables. A lo que hay que añadir la aprobación práctica, expresa y solemne del divorcio, algo que, si no hubiera sucedido y siguiera sucediendo, resultaría inconcebible.

Es lamentable, pero no ganamos nada con cerrar los ojos a la realidad.

"aunque se afirme en teoría"

Es que no se afirma en teoría, se niega.

"Fiducia supplicans no contiene un error doctrinal formal, pero sí una ambigüedad pastoral grave en un ámbito donde la Iglesia debe ser inequívoca"

Me temo que las ambigüedades intencionadas en materia grave (y son intencionadas, porque sin ellas Fiducia supplicans y las bendiciones que permite no podrían existir) equivalen a errores doctrinales. Cuando uno no se atreve a negar la doctrina, pero de hecho hace como si no existiese y parte de presupuestos contrarios a ella, todos entendemos que está negando la doctrina. Empeñarse en lo contrario es hacerle el juego a una ficción maliciosa.

"Es una pena que hayan metido en un cajón la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, que tanto puede iluminar en estos momentos"

La teología de Juan Pablo II y toda la moral y la doctrina de los últimos dos milenios, por desgracia.
16/12/25 9:36 AM
  
Luis López
Que el prefecto de la Doctrina de la fe escriba una NOTA muy restrictiva contra la creencia de los católicos en la corredención mariana, y omita en el espeso documento la más contundente expresión del Vaticano II en favor de la misma es de juzgado de guardia.

Lumen Gentium nº 61 (lo escribiré en el original latino porque, aunque no sé hablar latín, como catolico lo entiendo perfectamente en la liturgia y en materia de fe).

"Filioque suo in cruce morienti compatiens, operi Salvatoris singulari prorsus modo cooperata est, oboedientia, fide, spe et flagrante caritate, ad vitam animarum supernaturalem restaurandam".

En fin, él mismo se ha buscado la antipatía de los católicos..
16/12/25 10:03 AM
  
Bruno
Caballero Jorge:

Siempre me alegra que haya comentarios en verso, pero me veo obligado a censurarlo por no guardar el respeto debido, lo siento.
16/12/25 10:15 AM
  
Pablo
Como tanta veces en la historia, dentro de la Iglesia hay gente que simplemente debiera estar fuera. Desde la base hasta la cúspide.
Y la madre Iglesia muchas veces madrastra, regaña al fiel y pasa la mamo por el lomo al díscolo. Y este es el caso. No el único pero completamente sintomático.
16/12/25 10:25 AM
  
Oscar
Me temo que a estas alturas el pueblo fiel es una minoría exigua, los pepinillos en vinagre.
A día de hoy un odium plebis al párroco es casi garantía de ortodoxia. Recuerdo hace tiempo el párroco predicó un poco sobre el pecado y las fuerzas vivas de la parroquia se le alzaron en armas, le duró un domingo. En alguna ocasión me dijeron que no se puede estar a toda hora hablando sobre el pecado, cuando no se hablaba nunca.
Para mí que muchos sectores de la Iglesia se regodean ante las quejas del pueblo fiel. Ciertamente el feligrés medio no sabe ni quién es el Tucho
16/12/25 10:41 AM
  
Hugo Z. Hazckenbush
Niego la mayor.
Mejor dicho, niego las 2 mayores.
En primer lugar, sólo los de uno de los 2 bandos, que se han producido en la Iglesia, odia al Cardenal Fernández y además, ni siquiera todos. Muchos ni le conocen. Son sólo esos que le llaman "pornófago" sin haber leído una letra de sus libros.
Son solo los habituales odiadores públicos e inquisidores de la Sta. Pepis que pueblan vuestra caja de comentarios.
Pero te permites, Bruno, afirmar que esos inquisidores aficionados son "el auténtico pueblo de Dios". Esta afirmación es provocativa e insultante, además de falsa de toda falsedad.
Sería ese dios (Así en minúsculas, no sea que uno de tus talibanes de guardia se rasgue las vestiduras, gritando "¡¡Blasfemiaaa!! ¡¡Crucifícalo!!) un dios de fariseos si su pueblo fueran solo los pretendidamente justos y perfectos (Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra).
Si ese dios existiera, que me apunten a su infierno, donde, seguro, me encontraré muy bien acompañado.
Pero volviendo al tema, no lo va a echar. Para gozo de muchos y muchas

NOTA: Veo con placer indescriptible como ninguna de las dos "infos" tradis católicas os hacéis eco de la defenestración en Nueva York del Card. Dolan (El amigo de Trump) y su sustitución por Roland Hicks, probablemente uno de los más aperturistas de USA y con verdadero olor a oveja (Ya tú sabes). Una verdadera patada en la boca al lobby gringo ultra conservador.
Ni siquiera ha abierto la boca la Cigüeña y eso que se apresura a comentar el más mínimo cambio en la diócesis de Colliguilla (Cuenca).
Prevost empieza a ser vuestra pesadilla, Dolan se va, Hicks llega y el Tucho se queda. Buena forma de comenzar la mañana.
16/12/25 10:58 AM
  
Marta de Jesús
No veo ese odio, más que mínimamente. Será que estoy de vuelta de todo, y al venir de una vida alejada, no me escandalizan los pecados de la Iglesia, pues son los míos. Los hijos pródigos no nos escandalizamos fácilmente. Todo esto pasará, más Cristo y sus palabras, no. Veo sobre todo tibieza. La gente pasando de todo, menos de las vanidades del mundo, de la salud, etc. Me veo rodeada de gentiles. Una pena.
Dicho eso, me preocupa Hugo y su obsesión con este blog, y por lo visto con otros también.
Ver la paja del fariseísmo mosaico y no ver la viga del fariseísmo adámico actual, mucho más poderoso y sangrante hoy por hoy, es no ver con claridad.
Mentar el olor a oveja y no mentar el pestazo a apostasía es no oler con nitidez. Eso independientemente de las elecciones que tome el Papa. Él en su responsabilidad y cada uno a la suya.
Dios nos envíe los dones del Espíritu, pues estamos muy faltos de ellos.
16/12/25 12:14 PM
  
Mariano
Si es merecido, no es "por desgracia" que se lo ha granjeado.
De cualquier manera, si ante tales barrabasadas citadas el tipo sigue ahí, esto del odium plebis (interesante, razonable y que aplica), pues no creo que cambie nada.
Dado que es un odium plebis fundado, como lo muestra la entrada, el final es demasiado suave: "conviene", "considere la posibilidad", "quizá". En cualquier empresa seria, a un empleado tan desencajado lo hubieran mandado a paseo hace tiempo.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen Corredentora!
16/12/25 12:42 PM
  
ROBERTO IBARRA VIDELA
Es muy difícil discernir que hacer ante el cardenal Tucho Fernández. Creo que lo mejor es ignorar todo lo que escriba o tomarlo con beneficio de inventario, y rezar para que sea reemplazado o que se convierta. San Agustín era maniqueo y lujurioso antes de su conversión, y terminó como doctor de la Iglesia. Quien sabe lo que Dios nos tenga preparado. La Paz.
16/12/25 12:45 PM
  
Cuervo negro
Creo que el cardenal Fernández tiene como fuente primaria de sus creaciones teológicas a otro ilustre Fernández: El Dr. Higinio.
16/12/25 12:53 PM
  
Lydia Eugenia González García
Lo grave, no que Fernández escriba lo que escriba, lo indignante, escandaloso; es que los Papas (Francisco y León) lo aprueben.
16/12/25 1:51 PM
  
Bruno
Lydia Eugenia González García:

"lo indignante, escandaloso"

En efecto, cuanto más alto es el cargo, mayor es la responsabilidad y mayor la gravedad de tolerar lo que no se debe tolerar.
16/12/25 2:18 PM
  
Bruno
Mariano:

"Si es merecido, no es "por desgracia" que se lo ha granjeado"

Es una desgracia que estemos en una situación en que los católicos tengan que desconfiar del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Creo que se entiende.

"el final es demasiado suave: "conviene", "considere la posibilidad", "quizá". En cualquier empresa seria, a un empleado tan desencajado lo hubieran mandado a paseo hace tiempo"

En cualquier empresa seria, también sabe todo el mundo que es contraproducente decirle al jefe lo que tiene que hacer y lo que conviene es sugerirle cortésmente lo que se considere conveniente.
16/12/25 2:25 PM
  
Chico
No entiendo: Todo lo que publica este cardenal va firmado por el Papa. Luego todo ataque al cardenal va contra el Papa. Seamos claros
16/12/25 2:25 PM
  
Mariano
Entendido lo primero. Gran desgracia.
A lo segundo: "señor jefe, el empleado de nuestra institución educativa para niños y jóvenes, Juanito el buenito, ha violado a tres niñas y a otros tantos niños. Ha matado a cinco alumnos, a uno de los cuales se lo ha luego comido, ha puesto una bomba en el metro, ha robado algunos millones y los fines de semana se toma hasta el agua de los floreros y se fuma hasta la hierba del césped". "Señor jefe, conviene que considere la posibilidad de solucionar este problema, quizá retirando a Juanito el buenito de su cargo".
¿La alteración de la sana doctrina es menos nociva que las aberraciones de Juanito el buenito?
Mejor: "señor jefe, junte fuerza, respire hondo y dele una buena patada a Juanito el buenito, de modo que lo despida bien lejos de su cargo, destituyéndolo del mismo con todos los deshonores habidos y por haber".
16/12/25 2:42 PM
  
SJRM
Ese mismo sentir del pueblo contra un pastor, se da en Lima con castillo.

Coincidencia, tanto el Tucho como castillo eran protegudos de Bergoglio.
16/12/25 2:47 PM
  
Leoncio
No sé qué será más grave, si odiar a este presunto Cardenal o simplemente no tenerle en consideración y no hacer el más mínimo caso a lo que diga, escriba o promulgue. Personalmente estoy más cercano a la segunda opción.
16/12/25 2:59 PM
  
Bruno
Luis López:

"es de juzgado de guardia"

Lamentablemente, es el magisterio confuso que se popularizó en el pontificado anterior.
16/12/25 2:59 PM
  
Bruno
Leoncio:

"No sé qué será más grave, si odiar a este presunto Cardenal o simplemente no tenerle en consideración y no hacer el más mínimo caso a lo que diga, escriba o promulgue"

Si lo entiendo bien, el odium plebis incluye eso: el desprecio de sus enseñanzas. Aunque fuera inmerecido, pero especialmente si es merecido.
16/12/25 3:02 PM
  
Leoncio
Ok Bruno, me alegro de que sea así. Odio o desprecio personal me parece que no tengo, gracias a Dios. De lo otro sí, mucho.
16/12/25 3:05 PM
  
Miguel
Yo desconfío de todo lo que sale de Doctrina de la fe, desde que el Papa Francisco cesó a Monseñor Muller, y nombró a Monseñor Fernández.
Hasta entonces confiaba en esa Congregación.
También desconfío de todo lo que sale del Vaticano.
Ni soy teólogo ni tengo tiempo para estar analizando palabra a palabra todas las frases de cualquier documento que publique el Vaticano, ni estar analizando todas las notas a pie de página de ese documento para evitar que me la cuelen.
En conclusión, que del Vaticano no me fío.
Es una pena, pero es la triste realidad a la que me ha conducido la jerarquía de la Iglesia Católica, con la excepción de unos pocos obispos.
16/12/25 4:06 PM
  
hgb
..Y cuando el encargado de resguardar la Fe trata de demolerla???
16/12/25 4:07 PM
  
Un lector
Buenas tardes:

Hoy, por casualidad, he reparado en la información que se da del autor del texto. Y mi sorpresa ha sido leer: “A pesar de su escasa habilidad literaria, se empeña en (…)”.

Desconozco quién ha tenido el atrevimiento de insertar eso, pero, la decencia, frente a la evidente habilidad literaria del autor, invita a que se elimine esa aserción peyorativa. Este hombre despliega una habilidad literaria de la que carecen “otros” que van de literatos.

Atentamente,
16/12/25 4:17 PM
  
Bruno
SJRM:

"Ese mismo sentir del pueblo contra un pastor, se da en Lima con Castillo"

Por el pecado original, siempre ha habido pastores que no daban la talla, pero la experiencia me dice que, en las últimas décadas, este problema se ha hecho mucho más frecuente, por la desistencia de tantas autoridades eclesiásticas, que han tolerado lo intolerable y a veces incluso lo han promovido.
16/12/25 4:26 PM
  
Alejandro
Así es. Además, cuando este tipo de situaciones no se remedia, es inevitable que el odium plebis se acabe extendiendo a los superiores.
16/12/25 4:33 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.