Nos cansamos de leerlo

A lo largo del año, se leen en el Oficio de Lecturas una serie de textos de los Libros de las Crónicas y los Libros de los Reyes, y también fragmentos de los profetas, en los que se habla de la historia política de los israelitas. Al hablar de cada rey de Judá o de Israel, quizá la frase más repetida sea “hizo lo que el Señor reprueba”. Al parecer, Jeconías, Joaquín, Sedecías, Oseas, Nadab, Salomón, Manasés y tantos otros tuvieron en común hacer lo que el Señor reprueba. A veces se añade, “pero no tanto como su padre” o “aunque no tanto como sus predecesores”, lo que no arregla mucho la cosa, la verdad.
Como consecuencia, del pueblo se dice también, una y otra y otra vez, que hicieron “lo que el Señor reprueba” y que “no hicieron caso, sino que se pusieron tercos, como sus padres” y “rechazaron sus mandatos”, adoptando “las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante ellos” y haciéndose “ídolos de fundición”.
No es extraño, claro, porque los gobernantes y las leyes, además de regir el país, también deben desempeñar una función ejemplarizante. Es obligación de todo gobernante dar buen ejemplo a los súbditos y guiarles por el buen camino. El hecho de que lo hayamos olvidado y nos parezca casi inimaginable que los políticos en general puedan dar buen ejemplo solo es una muestra de lo bajo que hemos caído, igual que aquellos israelitas.
En cualquier caso, el comentario más habitual que he oído sobre estas lecturas es que son muy aburridas, liosas y no se saca nada en limpio de ellas. Es comprensible, porque la mayoría de los cristianos no están familiarizados con los avatares políticos de la monarquía israelita y tantos nombres raros desorientan. Lo cierto es, sin embargo, que Dios no da puntada sin hilo y, al contarnos esas historias, nos está hablando de verdades inmensamente consoladoras: la fidelidad de Dios, su paciencia y su misericordia. Y lo hace con hechos reales, con las andanzas históricas de su pueblo, que pudo experimentar esa fidelidad, esa paciencia y esa misericordia en su propia carne.
Si la historia del pueblo de Israel fue una sucesión de infidelidades, por parte de Dios la historia de salvación fue una constante fidelidad. Dios es fiel a su alianza, incluso cuando los hombres no lo son. Como diría mucho después San Pablo, que era miembro del mismo pueblo y sabía de lo que hablaba, si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.
Igual que los reyes de Israel, nuestra historia personal se caracteriza por hacer una y otra vez “lo que el Señor reprueba”. ¡La historia de Jeconías, de Sedecías y de tantos otros reyes de nombres raritos es nuestra propia historia! ¿Cómo no nos va a interesar esa historia? Las lecturas son repetitivas porque, por desgracia, nosotros somos igualmente repetitivos. Al leerlas, solo podemos alegrarnos de que Él sea fiel a pesar de nuestras infidelidades, se nos recuerda que necesitamos la medicina de su misericordia para nuestra miseria y, si somos sinceros, reconocemos que la paciencia de Dios es nuestra salvación, como dijo San Pedro, que también sabía muy bien de lo que hablaba por experiencia propia.
El Señor es un Dios fiel, un Dios paciente y un Dios misericordioso, que es justo lo que nos hace falta que sea, y la Escritura no se cansa de repetirlo, aunque nosotros nos cansemos de leerlo.
33 comentarios
Leía tres capítulos diarios empezando así: uno del Génesis, otro de los libros Sapienciales y otro del Nuevo Testamento. Esta simultaneidad hace que te des cuenta de cuánto del NT está en el AT y a que se refería Jesucristo en sus discusiones con los fariseos.
A mi los dos Libros de los Reyes me resultaron de lo más reveladores, porque allí están las profecías, el Cautiverio Asirio, para el Reino de Israel, y el de Babilonia para Judá. Después de la muerte de Salomón, sino antes porque Salomón comenzó haciendo la vista gorda a ciertos cultos extranjeros, pocos reyes hubo que fueran fieles a Yavhé por la cada vez mayor población mezclada, sobre todo mujeres extranjeras, que traían sus cultos politeístas. En la Biblia Nácar Colunga dice que esos cultos se celebraban en "Los Altos", que supongo serían altozanos o colinas circundantes a las ciudades, de forma semiclandestina pero autorizada de alguna manera. Algún rey suprimió esos cultos por poco tiempo porque el siguiente seguía haciéndose el zonzo y el Pueblo de Israel volvía a apostatar cayendo en el sincretismo. De manera que se entiende que Nabucodonosor fuera el monarca elegido por Dios para acabar con aquello. En Babilonia los hebreos tuvieron que espabilarse para no ser subsumidos por los babilonios, que tenían una cultura muy rica y ostentosa donde se podía hacer mucho dinero- ¡Ah, Mammón, qué grande es tu poder! -y los que resistieron ya estaban purificados. Cuando Ciro II, rey de los persas, conquistó Babilonia permitió a los hebreos volver a su pais y reconstruir el templo, pero solo volvieron los resilientes, que diría un moderno.
Todo esto es de lo más actual y de adecua perfectamente a la situación que estamos viviendo dentro de la Iglesia.
No está incluido como texto canónico ni el Tanaj ni en la Biblia protestante.
Cuando el NT dice lo que comía San Juan Bautista: langosta y miel silvestre, recuerdas lo que aparece en el Levítico 11, 21-22 y te das cuenta por qué comía saltamontes y no cualquier animal que viviera en el desierto. Por eso es interesante leer la Biblia en la forma que recomienda Fray Nelson, a no ser, claro, que prestes poca atención o tengas mala memoria.
En general, la mayor parte de los cristianos no están familiarizados con la gran historia del Próximo Oriente Antiguo. Hablo ahora desde mi perspectiva historiográfica. Sé que no es lo más importante, espiritualmente hablando, pero en mi caso personal, cuando estudié la carrera y seguí la especialidad de Historia Antigua, el conocimiento de la Antigüedad me abrió a una mayor comprensión de la Biblia y reforzó mi fe.
Cada vez estoy más convencido de que es usted un seudónimo de uno de los trolls residentes en este portal. He tenido que borrar (otra vez) varios comentarios suyos. No multiplique los comentarios sin medida, no diga barbaridades y así no tendré que borrar sus comentarios.
Puede usted discutir los temas, pero no dar consejos malvados a los demás comentaristas. Este no es el lugar para eso. Si quiere hacerlo, en su blog.
Elisa, con todos mis respetos, actualícese porque en la Iglesia seguimos haciendo penitencia. Como ya he comentado, la Iglesia pide unos mínimos de penitencia a todos los bautizados, para que todos podamos coincidir en días determinados de penitencia como la abstinencia de carne todos los viernes del año sin límite de edad, y el ayuno y la abstención de carne el Miércoles de Ceniza y Viernes Santo, pero no pretenderá que todos hagamos sólo esta penitencia ¿verdad?
Los samaritanos, que aparecen con frecuencia en el NT, la mayoría de nosotros no sabemos realmente quiénes son, pero el problema que Samaria tenía con galileos y judíos en tiempos de Jesús no se puede entender sin saber lo que pasó en Samaria cuando los asirios se llevaron a los israelítas con ellos, porque esa región fue repoblada con gentes venidas de fuera, lo que hizo que la población tuviera cultos sincréticos que les convirtieron en algo así como los agotes o los chuetas en España.
La fidelidad del Señor a su pueblo infiel es lo que mantiene nuestra esperanza en estos tiempos convulsos. Los Salmos están llenos de llamadas a esa fidelidad.
Pero de su lectura saca uno una sensación alegre: si el pueblo de Dios (reyes y súbditos) hacía estas cosas y Dios no olvidó su alianza, tampoco lo hará ahora con su Iglesia y con nosotros.
Por otro lado es muy impresionante el hecho de que la Biblia no oculte todas estas cosas, la intención parece más bien que las tengamos muy en cuenta
Vi una entrevista de Fabrice Hadjadj hablando de su conversión, en la que explicaba que como no creyente tenía una idea falsa de los creyentes. Él pesaba que los creyentes tenían una idea muy alta de sí mismos, y le sorprendió cuando en la Escritura encontró un componente tan intenso de autocrítica por parte del Pueblo de Israel.
Es un mantra piadoso decir que todos hacemos lo que Dios reprueba, pero hay que diferenciar el pecador impenitente del pecador penitente, y este último no hace lo que Dios reprueba porque se arrepiente y se confiesa y enmienda, que es en lo que consiste acogerse a la Misericordia Divina.
Hay una relativización "eclesialmente" correcta e igualitaria por la que se supone que todos somos igual de pecadores. No es así. No es lo mismo una pecadora como Santa Teresa de Calcuta que otro como el padre Maciel, por ejemplo. La propia Madre Teresa decía: "entramos en el confesionario pecadores con pecado y salimos pecadores sin pecado".
Los momentos del Antiguo Testamento en los que el Pueblo elegido es infiel "desesperan" a Dios por su obstinación. Si de verdad todos fuéramos tan malos como pretende esta postura, el mundo habría sido aniquilado por el Señor hace tiempo.
Conviene no ir cambiando de seudónimo, sino mantenerlo en la medida de lo posible.
"Es un mantra piadoso decir que todos hacemos lo que Dios reprueba, pero hay que diferenciar el pecador impenitente del pecador penitente, y este último no hace lo que Dios reprueba porque se arrepiente y se confiesa y enmienda, que es en lo que consiste acogerse a la Misericordia Divina"
Creo que entiendo lo que quiere decir, pero lo que dice es erróneo. Lo que Dios reprueba es el pecado. Si uno peca, está haciendo lo que Dios reprueba. Si peca y, además, no se arrepiente, está cometiendo además otro pecado mayor, que es la impenitencia (el pecado contra el Espíritu Santo), pero el primer pecado es un pecado también, una ofensa a Dios, contrario a su Voluntad y, por sí mismo, en caso de ser grave, lleva al infierno. Decir que Dios no reprueba el pecado si luego nos arrepentimos es una barbaridad. Tal como lo ha dicho es, mutatis mutandis, el error de la Opción Fundamental, condenado por la Iglesia.
"Hay una relativización "eclesialmente" correcta e igualitaria por la que se supone que todos somos igual de pecadores"
Paradójicamente, yo solo he visto eso en aquellos que, en realidad, no creen en los pecados, para los cuales el "todos somos pecadores" funciona como una forma de diluir la existencia misma del pecado.
"Si de verdad todos fuéramos tan malos como pretende esta postura, el mundo habría sido aniquilado por el Señor hace tiempo"
No tenemos ni la más remota idea de lo que haría el Señor, así que, en general, no conviene afirmar esas cosas así, tajantemente, sino, a lo sumo, como una hipótesis muy probablemente disparatada.
"como no creyente tenía una idea falsa de los creyentes. Él pesaba que los creyentes tenían una idea muy alta de sí mismos"
Una de las cosas más interesantes que me ha demostrado el paso de ateos por el blog es que es el ateo medio el que tiene una idea muy alta de sí mismo, mientras que el cristiano medio (pero serio) siempre se considera pecador.
A fin de cuentas, el que no tiene luz en su casa no puede ver la suciedad. Una vez que se enciende la luz, uno se lleva una desagradable sorpresa.
Lo que digo es que Dios reprueba el pecado y aprueba el arrepentimiento. En eso consiste la historia de la salvación.
"...peca y, además, no se arrepiente, está cometiendo además otro pecado mayor, que es la impenitencia (el pecado contra el Espíritu Santo), pero el primer pecado es un pecado también, una ofensa a Dios, contrario a su Voluntad y, por sí mismo, en caso de ser grave, lleva al infierno. Decir que Dios no reprueba el pecado si luego nos arrepentimos es una barbaridad."
Yo no he dicho eso, así que le agradecería que no tergiverse mis palabras. En ningún momento he dicho que el pecado no lleva al infierno. Evidentemente, por eso hay que arrepentirse y confesarse, si no nos condenamos. Es algo muy obvio como para tener que señalarlo.
"Paradójicamente, yo solo he visto eso en aquellos que, en realidad, no creen en los pecados, para los cuales el "todos somos pecadores" funciona como una forma de diluir la existencia misma del pecado."
Vuelve a tergiversar lo que he dicho. Si yo dijera que no creo los pecados y en su gravedad no diría que es necesario arrepentirse, otra obviedad que no hace falta recalcar.
"No tenemos ni la más remota idea de lo que haría el Señor, así que, en general, no conviene afirmar esas cosas así, tajantemente, sino, a lo sumo, como una hipótesis muy probablemente disparatada".
Disparatado es pensar que el arrepentimiento y la confesión no borran la reprobación del pecado eso sí es disparatado. Sí los fieles no nos arrepintiéramos y confesáramos correríamos la misma suerte del pueblo elegido que desapareció de la faz de Israel.
Y sinceramente ese mantra igualitario de decir que somos todos iguales me parece directamente falsa humildad.
"Bruno, yo no cambio de seudónimo"
En este blog, usted ha sido Falstaff, Luis K, Norberto y, ahora, Andrés Éfeso. Conviene mantener el seudónimo, porque de otro modo es muy difícil conversar. No es que pase nada por cambiarlo (excepto en el caso de los trolls), pero en general conviene mantener el seudónimo por cortesía hacia los demás.
"Lo que digo es que Dios reprueba el pecado y aprueba el arrepentimiento"
Claro, pero eso no es lo que dijo antes (dijo: "el pecador penitente ... no hace lo que Dios reprueba), por eso le señalaba que entendía lo que quería decir, pero lo que decía no estaba bien. Lo cierto es que el pecador penitente hace lo que Dios reprueba y después se arrepiente.
"Yo no he dicho eso, así que le agradecería que no tergiverse mis palabras"
Se lo acabo de mostrar en el párrafo anterior. No hay tergiversación ninguna. Otra cosa es que usted quisiera decir otra cosa (cosa que di por supuesta), pero lo que dijo fue eso. ¿Qué quiere que le haga yo?
"Vuelve a tergiversar lo que he dicho. Si yo dijera que no creo los pecados..."
No ha entendido esa frase, vuélvala a leer con cuidado. No se refería a usted. Usted ha dicho que había una idea "eclesialmente correcta" de que todos éramos igual de pecadores y yo he señalado que los que he visto pensar que todos éramos igual de pecadores eran los que, en realidad no creen en el pecado. Creo que está claro.
"Disparatado es pensar que el arrepentimiento y la confesión no borran la reprobación del pecado eso sí es disparatado"
Bueno, es que no la borran. Dios reprueba el pecado, pero acoge al pecador arrepentido. El cual es un pecador arrepentido precisamente porque no se ha borrado ese pecado, sino que se ha perdonado. Que ese pecado existió y ofendió a Dios y Cristo tuvo que morir por él y Dios lo reprueba será verdad siempre.
"Y sinceramente ese mantra igualitario de decir que somos todos iguales me parece directamente falsa humildad"
Como ya he indicado, a mí me parece falta de fe... en el pecado. Pero, vamos, yo en ningún momento he dicho que todos seamos iguales.
En cualquier caso, si lee con tranquilidad la conversación desde el principio, verá que no he tenido ninguna intención de molestarle u ofenderle.
Por lo visto piensan que nosotros, como el fariseo de la parábola, estamos todo el día dando gracias a Dios por no ser publicanos, cuando en realidad es al contrario porque sí somos publicanos. No decimos a Dios: "Gracias, Señor, porque no soy como éste" sino "Misericodia, Señor, porque he pecado".
Una lástima que el Confiteor se rece tan poco en las misas.
Hasta donde puedo ver, todo lo que reprocha se refiere a lo mismo: que no he hablado de lo que usted quería que hablase. Pero entenderá que ese reproche no tiene fuerza alguna. Yo he hablado de lo que quería hablar y todo lo que he dicho es cierto. ¿Podría haber hablado de su tema? Claro, igual que podría haber hablado de otros cien que les gustarían a otros lectores, desde la predestinación hasta la ignorancia culpable, pero entonces tendría que dedicar la vida entera a escribir no un artículo, sino una enciclopedia. No tiene sentido reprochar que un artículo no sea una enciclopedia.
Que me acuse de calvinista o jansenista es tan absurdo que no puedo dignificarlo con una respuesta. Es ya el fondo del barril de los argumentos.
En cuanto a la comparación que le molesta con el pueblo de Israel, ¿de verdad cree que somos menos pecadores que ellos? Varios de esos reyes se arrepintieron de sus pecados y también el pueblo lo hizo múltiples veces, como cuenta la Escritura.
La historia del pueblo elegido no tenía el don de adorar a Dios encarnado, ni las consiguientes obras fruto de los Sacramentos y la relación con Cristo. Él mismo lo dijo: "veréis cosas más grandes". La historia del pueblo elegido no es la historia de la Iglesia, no es la historia de San Agustín, o San Cosme y San Damián, San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, el Padre Pío y muchos otros santos y mártires anónimos.
Sé que es difícil salir de esa dulce pátina de auto culpabilización (casi siempre bastante ficticia, por cierto), se cuela en cualquier ambiente y es casi de obligado cumplimiento en homilías, artículos, y blogs; incluso en chascarrillos de conversaciones normales.
Pero el católico no es un pueblo de réprobos.
"No, Bruno, no se trata de que no hable de lo que yo quiero"
Bueno, es lo que me ha reprochado en todos sus comentarios anteriores. Celebro que haya cambiado de idea.
"La historia del pueblo elegido no tenía el don de adorar a Dios encarnado, ni las consiguientes obras fruto de los Sacramentos y la relación con Cristo"
Claro, pero eso no hace que nuestros pecados sean menos culpables, sino más: al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá.
"La historia del pueblo elegido no es la historia de la Iglesia"
Empiezo a pensar, sin ánimo de ofender, que es un problema de buscartrespiesalgatismo. Es una obviedad que mi vida o la vida de cualquiera no es exactamente igual a la de ningúuna otra persona, ni presente ni futura. Pero si leemos en el Antiguo Testamento la vida de Abraham, de Isaac, Jacob, David y tantos otros o la del pueblo de Israel en conjunto es porque en esa historia de salvación que Dios tuvo con ellos podemos ver reflejada e iluminada nuestra propia historia de salvación. Cuando Dios dice a Abraham "levántate, sal de tu tierra y ve a la tierra que yo te mostraré", yo escucho lo mismo, adaptado a mis propias circunstancias. Cuando David dice "misericordia Dios mío por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa", yo puedo hacer mías sus palabras, porque su historia, en lo esencial, es mi historia. Yo no he adulterado con Betsabé ni he hecho matar a Urías ni he escrito los salmos ni tantas otras cosas concretas, pero tengo mis propios pecados y lo que veo en David no me resulta ajeno, sino que lo encuentro reflejado en mi propia historia. Israel es figura o prefiguración de la Iglesia y, por lo tanto, de todos nosotros.
Esto es algo básico, que todo cristiano conoce, luego me veo obligado a concluir que, si usted lo niega, es porque se ha dejado llevar por esta discusión bastante estéril y ya ha perdido de vista la realidad en el bosque de argumentos.
"Sé que es difícil salir de esa dulce pátina de auto culpabilización (casi siempre bastante ficticia, por cierto), se cuela en cualquier ambiente"
Vaya, observo que se ha colado hasta en la liturgia, que empieza todos los domingos diciendo "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa". No una vez, sino triple culpabilización. Y todos los viernes, en laudes, se reza el miserere: "pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces". Y hasta existe un sacramento de la confesión, al que la Iglesia nos anima a acudir frecuentemente, como si, ¡horror!, tuviéramos culpas que confesar. Es más, Santo Tomás enseña que todo hombre puede pensar con razón que es el más pecador de todos los hombres. Y podríamos seguir enumerando culpabilizaciones así durante días. Está claro que la Iglesia está infiltrada por los calvinistas.
Perdón por la ironía, pero el ironiómetro estaba ya a punto de explotar.
"el católico no es un pueblo de réprobos"
Supongo que se da cuenta de la falacia de hombre de paja que ha cometido: una cosa es ser un réprobo (es decir, un condenado al infierno o, como mínimo, un hereje) y otra hacer cosas que el señor reprueba. Son cosas diferentes y yo he hablado de lo segundo, no de lo primero, como cualquiera puede comprobar. Todos nosotros (excepto los que hayan alcanzado un alto grado de santidad) hacemos cosas que el Señor reprueba, pero eso no quiere decir que seamos réprobos.
De todas formas, aunque es un hombre de paja porque yo no había dicho nada por el estilo, lo cierto es que, en la Iglesia Católica, hoy en día, son muchísimos más numerosos los que han abandonado la fe que los que la mantienen y los que prescinden por completo de la Ley de Dios que los que intentan cumplirla, así que no parece que en ese aspecto y en conjunto tengamos mucho de lo que enorgullecernos en comparación con los israelitas.
En cualquier caso, intentando buscar más allá de sus palabras un sentido a lo que querrá decir, supongo que se está refiriendo a la desesperanza que hay en algunas predicaciones y conversaciones que hablan de que "todos somos pecadores" en el sentido de que no es posible no pecar y, por lo tanto, ¿para qué esforzarse?, etcétera. Eso (que sería luteranismo más que calvinismo) se encuentra a veces y estoy de acuerdo en que es sumamente reprobable (si me permite el juego de palabras), porque de la desesperanza no puede salir nada bueno. Pero, también hay que decir que no hay ni rastro de eso en mi artículo, que está escrito precisamente para lo contrario, para animar a la conversión.
Saludos
Los Reyes pretenden explicarnos los pecados que hicieron caer a Judá y a Israel, mientras que Crónicas tiene sólo en mente a Judá, lo cual es especialmente interesante porque de esa dinastía, merced a la profecía de Natán, surgiría el Mesías, Jesucristo. Ciegos están quienes no ven que todo el A.T. nos lleva a Cristo.
Claro que si usted se identifica con el rey David, poco tengo que decir; yo soy más mediocre.
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