¿Por qué los gobiernos modernos tienden a ser ateos?

“Cuando el hombre depende de Dios, no depende del Estado. Sin embargo, una vez que se pierde la dependencia de Dios, el Estado asume los atributos de la Divinidad y, al tratarse de un ser material, aplasta hasta el último vestigio del espíritu humano”
Venerable Fulton Sheen, The World’s First Love, 1952.
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Es difícil no preguntarse por qué los gobiernos modernos suelen ser más ateos que sus pueblos (y probablemente mucho más que sus pueblos, si realmente supiéramos lo que piensan y no solo lo que dicen). ¿Por qué tienen esa animadversión a la Iglesia que apenas pueden disimular? ¿Por qué el empeño en conculcar las normas más básicas de la ley natural, en llamar bien al mal y mal al bien, en promover absurdos y perversiones cada vez más disparatadas? ¿Y por qué esa aversión a la familia que muestran?
Hay muchas razones, claro, como corresponde a un fenómeno social tan amplio, pero la razón última ya la señaló el gran Fulton Sheen: la libido dominandi, el deseo de poder, que es una pasión poderosísima. Como es lógico, el deseo desordenado de poder ha existido más o menos desde Adán, pero, en particular desde que la sociedad es poscristiana, es irremediable que ese deseo se vaya haciendo irresistible y absoluto en sus gobernantes (públicos y de facto), porque ya no hay nada en ellos que lo frene. Por su propia naturaleza caída, el deseo de poder tiende a consumirles y a convertirse en un fin en sí mismo. No es extraño, además, que una corrupción cada vez más abierta vaya a menudo aparejada a ese proceso, como señaló Lord Acton.
En efecto, los Estados modernos y sus gobernantes han puesto todas sus energías en acabar con cualquier obstáculo para su poder. Pueden fingir que les importan los derechos, que les preocupan las libertades o la división de poderes, que desean la paz e incluso que son religiosos, pero obras son amores y no buenas razones: sus acciones les delatan, porque son acciones tendentes a crear un Estado absoluto que se meta en todo, que lo controle todo y que lo regule todo y a todos, hasta en los más pequeños detalles. Se diría que el mismo nombre de democracias liberales que tienen nuestros regímenes más característicos es irónico, porque sería muy difícil imaginar Estados más intervencionistas hasta en detalles minúsculos, más alejados de lo que quieren las personas normales, más ávidos de poder y más alérgicos a las libertades verdaderamente humanas.
Los gobernantes posmodernos no creen, pero nadie dice que sean sordos. Tienen buen oído y han escuchado la antigua promesa, susurrada y seductora: seréis como dioses. Más que ninguna otra cosa, quieren ser como dioses y, para ello, todo debe someterse bajo sus pies. El Estado, como parodia de Dios, debe ser omnipresente, todopoderoso, juez del bien y el mal y creador de la realidad misma.
Ese deseo de poder de los gobernantes se encuentra con dos grandes obstáculos: la Iglesia y la familia. No es una coincidencia que sean precisamente las dos instituciones que llevan siglos asediadas en una lucha a brazo partido, en la que van perdiendo terreno poco a poco pero inexorablemente. Se trata, en efecto, de las dos principales realidades que pueden reclamar una lealtad más inmediata y poderosa que la que une a los hombres a los poderes públicos y a las causas con las que distraen a los ingenuos.
Hay otros obstáculos, como las tradiciones, los cuerpos sociales intermedios, el sentido común, la existencia de una verdad objetiva o la ley moral, pero o bien son mucho más débiles o más abstractos. Por ello, cuando el omnipresente Estado les ha hecho la guerra, han ido cayendo uno tras otro. Nadie ignora que las únicas tradiciones lícitas en la actualidad son las de tipo meramente folclórico y las demás han sido o están siendo erradicadas a gran velocidad. Del mismo modo, basta tener ojos en la cara para descubrir que sindicatos, prensa y otras instituciones intermedias están completamente en manos del Estado y de los que manejan los hilos de este. Hace más de medio siglo que las poderosas fuerzas de la educación, el mundo académico y la propaganda constante de los medios se emplean para extirpar el sentido de la ley moral del corazón de los hombres, su sentido común e incluso la creencia básica en una verdad objetiva. El Estado venit, vidit et vicit.
Solo la Iglesia y la familia se mantienen en pie y han mostrado ser mucho más persistentes y difíciles de destruir de lo que pensaban los ideólogos. Es cierto que se tambalean y parecen estar en perpetua retirada, pero siguen ahí y los Estados posmodernos no pueden soportarlo, hasta el punto de que, hoy en día, nada les importa más que acabar con esos dos grandes enemigos. Nada. El resto de sus ocupaciones y esfuerzos son meras anécdotas en comparación con la necesidad de sojuzgar por fin a la familia humana y la familia de Dios.
¿Cómo explicar de otro modo que la sociedad moderna se empeñe en hacerle la guerra a la familia natural aun a costa de suicidarse poco a poco? Durante siglos ha intentado destruir directamente la familia mediante el divorcio, el aborto, los anticonceptivos, la fornicación generalizada y la pornografía. Al ver que eso no bastaba, en las últimas décadas ha comenzado a probar el método indirecto, disolviéndola en el “todo es familia”, de modo que nada lo sea. La guerra es sin cuartel: todo es bueno si lleva a menos familia y más Estado, a que los hijos desprecien a sus padres y a sus madres y sean, por fin, propiedad del Estado. En los casos más avanzados, o menos discretos, se observa que las mismas palabras de “familia”, “padre” o “madre” e incluso “mujer” y “hombre” repelen a los gobernantes posmodernos y les producen una furia incontenible.
En cuanto al segundo obstáculo, todas las religiones, en general, deben ser erradicadas o neutralizadas para que el Estado pueda dominar en solitario, porque no puede haber más que un dios. Sin embargo, a veces se diría que los ateos tienen más fe que muchos católicos, porque no hay duda de que saben que el verdadero enemigo para ellos es la Iglesia Católica. De alguna forma, al igual que los demonios frente a Dios, ven a la verdadera Iglesia y no pueden evitar temblar al contemplar algo inaudito. Las religiones no cristianas y las confesiones no católicas les resultan incómodas, ciertamente, pero a la postre no les resultan significativas. Incluso pueden aprovecharlas como herramientas para restar fuerza a la Iglesia, ya sea a través de la inmigración o como excusa de medidas que acaben con la presencia pública del catolicismo. Pero la Iglesia Católica, ah, con ella no puede haber paz más que fingida, porque, mientras exista, el Estado posmoderno y relativista nunca podrá ser dios. Écrasez l’infâme!
La Iglesia y la familia son aliadas naturales porque ambas proceden directamente de Dios y ambas constituyen un espacio de libertad verdadera frente a la tiranía estatal posmoderna. Por eso, desde al menos la Revolución Francesa, no ha habido auténtica paz entre ellas y el Estado, sino, a lo sumo, treguas temporales y localizadas. Lo cierto es que vivimos en tiempos interesantes, inmersos en una lucha sin cuartel entre titanes, apenas encubierta por ficciones políticas cada vez menos creíbles. Si esto no se entiende, entonces resulta imposible comprender nada de la sociedad actual, de las fuerzas que la zarandean y de la “extraña” forma de actuar de tantos gobernantes supuestamente democráticos.
42 comentarios
Libro: Santo Tomás Becket. A Dios lo que es de DiosAutor: (el magnífico) Robert Hugh Benson.
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Dos días después de Navidad, el arzobispo de Canterbury fue asesinado al pie del altar de su catedral por cuatro hombres de armas del rey Enrique II.
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La historia había empezado de forma muy diferente, con la amistad del rey y Tomás Becket, hijo de un comerciante de Londres. Enrique convirtió a su amigo en ministro y después en arzobispo de Canterbury, el puesto eclesiástico más importante de Inglaterra, para controlar así a la Iglesia. No imaginó que Tomás podría tomarse en serio el servicio a Dios y la defensa de los derechos de la Iglesia, aunque para ello tuviera que enfrentarse al rey.
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Aquella batalla desigual entre el poderoso monarca y su antiguo amigo terminó con el martirio del arzobispo y con el rey postrado para recibir latigazos en penitencia por su asesinato. La sangre derramada de Tomás despertó el fervor de la cristiandad y compró cuatro siglos de independencia para la Iglesia en Inglaterra.
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Sin conocer a Santo Tomás Becket no se puede entender el drama de la Reforma protestante inglesa, que, siglos después, tendría como protagonistas a otro Tomás (Moro) y otro Enrique (el octavo), aunque con un final muy distinto, que separaría al país de la Iglesia Católica. No hay lectura más emocionante que la vida de los santos y nadie mejor para relatar esta historia que Robert Hugh Benson, hijo de un arzobispo (anglicano) de Canterbury, converso al catolicismo, gran escritor y autor de la conocida novela apocalíptica «Señor del Mundo».
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El libro se puede adquirir en Amazon.es, Amazon.com, etc., al módico precio de 9,99 € en formato papel y 3,99 € en formato electrónico.
"Sin embargo, creo que hoy día la Iglesia no es ya un freno tan formidable para los gobiernos modernos en su afán de dominar la sociedad, debido a la actitud sumisa y acobardada de buena parte de la jerarquía eclesiástica"
Sin duda es así (para nuestra vergüenza). Sin embargo y por fortuna, lo importante de la Iglesia nunca ha sido su factor meramente humano y natural, sino el sobrenatural. En la más humilde parroquia frecuentada por cuatro viejas o en el clérigo más cobardón está la Esposa de Cristo, terrible como un ejército en orden de batalla y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, por más débiles que sean sus mimbres humanos.
Los gobernantes no lo creen así, claro, pero los más astutos lo intuyen (porque los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz) y temen terminar derrotados y gritando "venciste, Galileo", como tantos otros antes que ellos.
"En Argentina, el peronismo es una religión". "En Brasil, el petismo (partido político - PT) es una religión"
Desgraciadamente, es una tendencia casi universal en nuestra época. Los detalles son distintos según las ideologías, pero el fondo es común: seréis como dioses.
"Creo q se dan varios factores"
Como ya decía en el artículo, es un fenómeno amplísimo (mundial, de hecho) y muy duradero, así que es inevitable que influyan miriadas de factores.
Sin embargo, si lo piensa un poco, esos que menciona no explican lo que pregunta el artículo.
"El diablo cada vez lo hace mejor"
Si es así, que no lo tengo muy claro, eso sucedería en absolutamente todas las facetas de la vida humana y moral, de modo que no explica la saña especial contra la familia y la Iglesia por parte de los gobiernos y Estados posmodernos.
"La prosperidad alarga la vida y aleja la conciencia de fugacidad de la misma y lleva al olvido de Dios"
Ídem. Y, además, el olvido de Dios es lo contrario de lo que se menciona en el artículo, que es el deseo activo y devorador de acabar activamente con la Iglesia de Dios.
"Las empresas q promueven el pecado o el vicio son muy lucrativas y cada vez animalizan más a la población. La alienan mejor"
Sí, pero claramente no explica de lo que hablamos, que no es el vicio de la mayoría de los seres humanos, sino la animadversión especial y sostenida en el tiempo contra la familia y la Iglesia de la mayoría de los gobiernos.
"Hace un año leí a un periodista opinar que seguramente el único país en el que actualmente sus dirigentes son más religiosos que el común de sus habitantes es Irán"
La mayoría de las cosas que los medios dicen sobre Irán obedecen a 1) el deseo de hacer propaganda contra el país y 2) una abrumadora ignorancia sobre la realidad del Islam, así que yo lo tomaría todo con un grano de sal.
En cualquier caso, por supuesto, hablamos de una tendencia general, en la que puede haber (y de hecho claramente hay) avances y retrocesos y también excepciones.
"Cuando un Estado tiene que acudir a su monopolio de la violencia legítima para esos fines, y con esa intensidad, es porque la población ha dejado de compartir la moralidad de los dirigentes"
Bueno, usando esos criterios diríamos que la entera población mundial es favorable al robo, al asesinato, a la violación y un largo etcétera, porque los gobiernos llevan milenios usando su monopolio de la violencia legítima para acabar con ellos, sin éxito hasta la fecha. Las cosas normalmente son más complicadas.
En cualquier caso, es cierto que el puritanismo musulmán va históricamente por oleadas. Entre oleada y oleada, se relajan las costumbres. Y conviene tener en cuenta que las oleadas puritanas históricamente han sido, además de morales, políticamente revolucionarias y expansionistas. Los almohades y almorávides fueron dos de esas oleadas que llegaron a la Península y por eso las conocemos más, pero a Marruecos llegaron muchas otras a lo largo de su historia.
"una soberbia luciferina"
Ah, la soberbia. Qué desagradable es para todos y, sin embargo, qué difícil de erradicar.
Los necios y los insensatos creen que el Estado es inmortal y el Supra Estado más inmortal todavía.
Y lo que rompe un necio o destruye un insensato no lo reparan veinte sabios.
Siempre cuando se llega a estos límites recuerdo a Eistein "Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo".
Cómo la ves...
La lucha entre el bien y el mal es histórica además de teológica, y se ha dicho que Jesucristo volverá y destruirá a Satanás con un soplo de su boca (o algo así) de lo que se deduce que el poder temporal estará cada vez más en manos del mal.
Por eso los Estados son cada vez más ateos, porque el mal se va apoderando de casi todo, y el Estado es el mayor instrumento de poder.
También el ataque ha ido dirigido contra la Iglesia y ha logrado parte de su objetivo, infiltrándola y haciendo que muchos de sus potentados la pongan al servicio del mal (acuérdense de los "actos de amor" bergoglianos o la misericordiación de los más leales a Cristo, etc, etc...)
Como apunte para reflexionar, señalar que la última guerra mundial de la cual surgieron los cimientos del Leviatán mundial que padecemos hoy, no fue ganada por católicos, sino que fue ganada por protestantes, marxistas y sionistas, si estos iban a sentar las bases del nuevo orden, había que ir agarrándose los machos.
La respuesta da para mucho...
Antes se decía que en aquellas sociedades que tuviesen mayoría de población católica, los Estados deberían ser confesionalmente católicos y dar leyes católicas. El pueblo cristiano llevaba esa máxima grabada en su mente y su corazón.
A partir del Concilio se primó la idea de la neutralidad del Estado en materia de religión y la idea de la libertad religiosa. Consecuencia: descristianización galopante e indiferentismo en Europa y descatolización galopante y sectarismo en la América hispana.
Con esa nueva política, el Concilio pareció olvidar algo esencial: mientras exista el hombre existirá el pecado original, y basta darle al demonio un dedo de nuestra mano, para que en unos años llegue y se implante en nuestro corazón y en nuestra cabeza. O en nuestros Estados antaño cristianos.
Al final es que los dirigentes políticos son más fascistas de lo que les gusta reconocer. El Estado siempre evoluciona hacia el fascismo, sea el que sea el que gobierne.
De hecho, la mayoría de las disposiciones del Código de Derecho Canónico van dirigidas a perpetuar el poder omnímodo de la Iglesia respecto a sus fieles e incluso a quienes no profesan la religión católica.
Y eso mismo ocurre con la práctica totalidad de las religiones oficialmente establecidas.
Es perfectamente comprensible, en ese contexto, que las organizaciones políticas vea a a Iglesia de 2 formas: O bien la ven como un competidor en la consecución y explotación de dicho poder, o bien la ven como un vehículo estupendo para obtener el poder ellos mismos.
Yo preferiría una Iglesia que no se mete en política, que se limita a vivir el Evangelio sin decirle a nadie lo que tiene que hacer, ni gobiernos ni personas.
Ésa sería una Iglesia que ni suscitaría suspicacias a determinados políticos ni se dejaría instrumentalizar por otros regímenes.
De esa manera los regímenes políticos no serían ni confesionales ni ateos. de hecho no le corresponde al Estado meterse en esos jardines.
La idea de la Constitución española es esa precisamente: Crear un estado ACONFESIONAL, en el cuál, cualquier postura religiosa es aceptable (Salvo aquellas que objetivamente, son dañinas para el ser humano, es decir las sectas PELIGROSAS) y a cambio, el Estado no prevalece a ninguna porque no es su papel.
Se que a muchos no os gusta esa reflexión ni esa propuesta política, pero es la que los españoles aceptamos en la Constitución.
Por eso, este anciano país, antes llamado España, no es un país ateo, ni católico, ni testículo de Jehova.
Es una país ACONFESIONAL, donde cualquiera puede profesar la religión que le de la gana (Incluida la no religión), siempre que con eso no haga daño a nadie.
Los medios de comunicación de los obipos están al servicio del pp, lo peor, y los colegios catolicos al servicio de la educación masónica. Por eso siguen comodamente en sus poltronas.
La introducción del impuesto sobre la renta, la pornografia, el divorcio, aborto y demás se introdujo para destruir la familia. El Estado moderno necesita esclavos y la familia moderna se los proporciona: Niños en guarderías, educados por la tele, por las escuelas, y sobre todo destruidos por el fracaso de sus propias familas que se rompen en mas del 70% de los casos.
Estos dos baluartes de resistencia hace tiempo que estan al servicio del Estado masónico. No hay más que ver la sociedad actual.
Claro que el mal necesita aumentar el mal, y seguir autodestruyéndose, en esas está.
Se puede ser heterodoxo y mantener una cierta dignidad, gracias a Dios. Pero, si se rebaja a los eslóganes tontorrones sesentayocheros sin el más mínimo sentido, lo que dice pierde cualquier dignidad. Veamos un ejemplo:
"Yo preferiría una Iglesia que no se mete en política, que se limita a vivir el Evangelio sin decirle a nadie lo que tiene que hacer, ni gobiernos ni personas"
Eso no significa nada. Como sabe cualquiera que sepa leer y, por lo tanto, pueda leer el Evangelio, "vivir" el Evangelio conlleva necesariamente anunciar al mundo ese Evangelio y los mandatos de Dios. O sea, decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer. Luego lo que usted propone es contradictorio consigo mismo. No significa nada. Es del mismo calibre que "¿y si hicieran una guerra y nadie se presentase?" o "prohibido prohibir". Mero ruido para timar a los tontos.
Y el resto de su comentario desgraciadamente, es similar. Más altura, por favor. Gánese el sueldo de troll residente.
¿Está claro?.
Está claro lo de «buscad el reino de Dios». Muchos, gracias a Dios, (y a su Gracia), lo hemos encontrado: El reino de Dios es su Iglesia; En ella, como Esposa de Cristo, encontramos y recibimos (sacramentos) una fecundicia añadidura.
Pero... ¿qué Justicia hemos de buscar en el Reino de Dios para que se nos dé lo demás, "todo" lo demás?
«El reino de Dios vive en vuestros corazones».
Aquí es donde interviene la fecundicia añadidura sacramental recibida en nuestras almas por medio de las "materias" sacramentales.
Por ella, con ella y en ella, «en verdad es justo y necesario, es nuestro deber (deber-deuda) y salvación», rendir por la virtud de la Religión, «todo honor y toda gloria» a nuestro Dios.
Y como ser "social" que es el ser humano, la sociedad humana "debe" «todo honor y toda gloria» a la Divinidad Redentora.
"Yo creo que la razón fundamental es el cambio de perspectiva introducido tras el Concilio Vaticano II"
Eso solo puede ser consecuencia y no causa, porque se trata de un proceso que viene de mucho antes y que afecta también a los países no católicos.
"Antes se decía que en aquellas sociedades que tuviesen mayoría de población católica, los Estados deberían ser confesionalmente católicos y dar leyes católicas. El pueblo cristiano llevaba esa máxima grabada en su mente y su corazón"
El Concilio mantuvo esa doctrina. Otra cosa es lo que después dijeran algunos (o muchos algunos o casi todos los algunos) en nombre del "espíritu" del Concilio.
Yo más bien veo que sí. Si los dos principales obstáculos que tiene Satanás para reinar son la Iglesia y la familia, por supuesto que va a inspirar y alimentar una saña especial hacia estas por parte de los uqe gobiernan este mundo. Para mí está patente la acción especial del demonio en influenciar esa saña de los Estados contra la Iglesia y la familia.
Por que declararse ateo es afirmar que por encima de ellos. No hay ningún ente superior a quien tengan que rendir cuentas.
Aunque por mucho que lo nieguen, nada sucede sin que Dios lo permita.
Porque la lógica y los valores de Dios son contrarios al mundo.
"El que quiera ser el primero, sea el último y sea el servidor de todos".
Porque reconocer la existencia de Dios implica reconocer que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Que tiene una dignidad infinita.
Un mundo sin Dios el ser humano termina por perder esta dignidad que le caracteriza.
La mayor crisis antropológica del hombre es la crisis de Dios.
Volveríamos a los tiempos antigüos, de la esclavitud. Del Imperio Romano. Pero de otra forma. Esclavitud al dinero. Pues a la persona se le valora por lo que tiene y no por lo que es.
21. En la persona, pues, de los Obispos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice supremo, está presente en medio de los fieles. Porque, sentado a la diestra del Padre, no está ausente la congregación de sus pontífices [53], sino que, principalmente a través de su servicio eximio, predica la palabra de Dios a todas las gentes y administra continuamente los sacramentos de la fe a los creyentes, y por medio de su oficio paternal (cf.1 Co 4,15) va congregando nuevos miembros a su Cuerpo con regeneración sobrenatural; finalmente, por medio de su sabiduría y prudencia dirige y ordena al Pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinar hacia la eterna felicidad. Estos pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios (cf. 1 Co 4,1), a quienes está encomendado el testimonio del Evangelio de la gracia de Dios (cf. Rm 15,16; Hch 20,24) y la gloriosa administración del Espíritu y de la justicia (cf. 2 Co 3,8-9).
"Yo más bien veo que sí. Si los dos principales obstáculos que tiene Satanás para reinar son la Iglesia y la familia, por supuesto que va a inspirar y alimentar una saña especial hacia estas por parte de los que gobiernan este mundo"
No, esos son los dos principales obstáculos para la absolutización del Estado. Satanás tiene muchos otros obstáculos: nuestra Señora, la Escritura, la humildad, la oración, los exorcismos, el bautismo, etc. Pero esas cosas no molestan directamente a la absolutización del Estado y, por lo tanto, el Estado no tiene una saña particular contra ellas (más allá del rechazo general a la Iglesia). No se puede decir, por ejemplo, que el Estado moderno esté obsesionado con hacer campañas para desprestigiar a la humildad y a los humildes. El demonio sí, pero el Estado no.
El diablo no tienta a todo el mundo igual, sino que lo hace según sus pasiones dominantes y a los gobernantes, presa de la libido dominandi, les empuja a hacer todo lo posible por acabar con los obstáculos para su poder absoluto, que son la Iglesia y la familia. A ti o a mí, en cambio, nos tienta con otras cosas. La tentación es cosa de dos, el tentador y el tentado.
"Yo sigo haciendo caso de lo que le dijo Jesús a Pedro el poder del infierno (los políticos) no derrotarán a la iglesia"
Ciertamente, pero el hecho de que la victoria final sea de Cristo, y por lo tanto de su cuerpo, que es la Iglesia, no quita que haya muchas derrotas antes y muchos mártires y muchos que sean extraviados por esos ataques. Por eso hay que entender la lucha en la que estamos metidos.
Saludos
Me viene a la cabeza la frase del enérgico P. Jorge Loring:
"PORQUE SON IDIOTAS"
Ahora que salga el imbécil troll de turno para decir que fue por los contactos de la Iglesia con el poder.
Odium fidei.
Y que antes nos justifique el asesinato de miles de mártires.
Es significativo que los gobiernos posmodernos, independientemente de su signo político, combatan a la iglesia católica y a la familia con las armas de un antropocentrismo que se pretende sin limites (cultura de muerte, ideología de género, hedonismo y culto al cuerpo, transhumanismo, etc.). Esto remite al "non serviam" y sugiere, ademas, que hay instancias superiores que comparten con los gobiernos los objetivos de conseguir poder sobre una humanidad desarraigada de la verdad antropológica católica y del anclaje que supone la familia; y que tienen capacidad para dictar las condiciones en que debe desarrollarse el combate. Son instancias dominadas por el afán de concentrar el poder y la riqueza del mundo en cada menos manos, las suyas, a costa de una mayoría de hombres y pueblos sometidos y empobrecidos. La emergencia de tales instancias de poder y la concentración de riquezas en sus manos son más visibles cada día, y evocan a la bestia del mar apocalíptica. Fueren las que fueren y sean o no conscientes de ello, este tipo de poderes levantados contra Cristo y su Iglesia sirven al príncipe de este mundo. No prevalecerán
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