InfoCatólica / Espada de doble filo / Archivos para: 2018

2.08.18

¿Dónde está nuestra herencia?

En ocasiones me siento como un viajero que, después de un largo viaje, vuelve a su hogar y lo encuentra vacío y abandonado, la lumbre apagada, las polvorientas habitaciones desiertas y las ventanas tapadas por cartones. Vagando por los alrededores, reconoce, aquí y allá, a través de las ventanas de casas ajenas, los retratos de sus ancestros, los libros de su abuelo e incluso algunos de los juguetes con los que jugaba de niño. Cuando pregunta, nadie puede decirle qué ha pasado, más allá de vagas referencias a derroches, malas decisiones, deudas y una lenta pero inexorable decadencia. Al fin, cansado de preguntar, el viajero se sienta solo en las gradas de su hogar, donde tantas veces pasaba el tiempo con sus hermanos, y se echa a llorar desconsolado.

Así me sentí ayer al escuchar por primera vez la canción Sinnerman, de Nina Simone. Quizá les suene a algunos de los lectores más aficionados a la música que yo. Además de ser muy popular en los años sesenta, se incluyó en la banda sonora de series como Sherlock o The Blacklist y de películas como El secreto de Thomas Crown y Corrupción en Miami.

La canción, muy sencilla, pertenece a la tradición de los espirituales negros, y es una versión modificada de una vieja melodía, con una armonía más moderna. El texto, por su parte, está vinculado al de otras canciones aún más antiguas, cuyo origen se pierde en la historia norteamericana, como There is no hiding place down here. Como buen ejemplo de su género, Sinnerman habla del juicio final y la segunda venida de Cristo de una forma tan concreta e inmediata que es muy difícil no sentirse conmovido ante la historia de un pecador que no ha querido convertirse hasta que ya es demasiado tarde.

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4.07.18

Valle de los Caídos: la Iglesia y el agradecimiento

A veces no hace falta remontarse a cosas muy elevadas, porque fallamos lastimosamente en las humanas más sencillas. Quien no es fiel en lo poco, tampoco lo será en lo mucho.

El agradecimiento es una de esas cosas humanas y sencillas. Como virtud natural, no forma parte del triunvirato de grandes virtudes teologales —la fe, la esperanza y la caridad— que constituye el núcleo de la vida cristiana. Sin embargo, cuando el agradecimiento o las otras virtudes naturales están ausentes, no es aventurado suponer que las grandes virtudes se limitan a malvivir, si es que no se han extinguido por completo. La vida cristiana es una unidad y no se puede vivir por partes. El mismo Dios no solo es sobreabundantemente agradecido (quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más), sino también escrupulosamente agradecido, y premia hasta las más nimias cosas que uno hace por él: quien dé un vaso de agua fresca a uno de estos por ser discípulo mío no quedará sin recompensa.

He creído conveniente hablar del agradecimiento porque me parece un tema muy relevante hoy. Especialmente en relación con la polémica por los planes del gobierno de sacar los restos mortales de Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos. Preocupados por el alto perfil mediático del caso, los obispos españoles han reaccionado no reaccionando o, dicho de otro modo, procurando desentenderse del asunto. En consecuencia, el portavoz de la Conferencia Episcopal, ha intentado trasladar el problema a otros, diciendo que es un tema “político” y “familiar”, pero en ningún caso de la Iglesia.

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29.06.18

La meditación de las dos fronteras

Quizá sorprenda a mis lectores si digo que una de las cosas que más me gustan de este Papa es su insistencia en ir “a las fronteras”. Tiene un cierto aire de la noble virtud de la magnanimidad (de la que también ha hablado el Papa en varias ocasiones), del magis de San Ignacio, el “siempre más” que ardía en su corazón y que llevó a los jesuitas a ir literalmente al fin del mundo para anunciar a Jesucristo. También me hace pensar en el plus ultra o “más allá” de la monarquía española, que llevó el Evangelio a un nuevo continente.

Como decían los escolásticos, sin embargo, pensar es distinguir y creo que conviene preguntarse de qué frontera estamos hablando, porque en las alusiones que muchos hacen a ir a las fronteras, se pueden reconocer claramente dos sentidos. Inspirémonos de nuevo en San Ignacio y hagamos una meditación de las dos fronteras.

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14.06.18

¿Cómo será el Anticristo?

«Al principio [el Anticristo] no odiaba a Jesús. Reconocía el mesianismo y la dignidad de Cristo, pero creía sinceramente que no era más que su gran predecesor. La acción moral de Cristo y su absoluta originalidad se escapaban a su inteligencia, oscurecida por el amor propio. “Cristo”, pensaba, “vino antes que yo. Yo vengo después, pero lo que sigue en el tiempo es anterior en el plano del ser. Yo soy el último, al final de la historia, precisamente porque soy el salvador definitivo y perfecto. Cristo fue mi heraldo. Su misión fue preparar mi aparición”.

[…] También justificaba de otra forma el hecho de anteponerse a Cristo: “Cristo”, se decía, “al enseñar y cumplir en su vida el bien moral, fue el redentor de la humanidad, pero yo debo ser el bienhechor de esa humanidad, en parte redimida y en parte no redimida. Yo daré a los hombres todo aquello que necesitan. Como moralista, Cristo dividió a los hombres mediante los conceptos del bien y del mal, pero yo los uniré por medio de beneficios tan necesarios para los buenos como para los malos. Seré el verdadero representante de Dios, que hace brillar el sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Cristo trajo una espada, yo traeré la paz. El amenazó a la tierra con el juicio final, pero yo seré el juez y mi juicio no será el juicio de la justicia, sino el de la misericordia”».

Vladimir Soloviev, Relato sobre el Anticristo, 1900

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11.06.18

Oración por los antiguos maestros y profesores

A menudo me acuerdo con cariño de varios profesores que tuve de niño y que dejaron una imborrable huella en mí. Supongo que a muchos lectores les pasará lo mismo.

Al escribir estas líneas, vienen a mi memoria nombres, rostros, anécdotas o enseñanzas que no solo despiertan la nostalgia de aquellos años, sino también un profundo agradecimiento por su labor, su paciencia y su presencia diaria, gastando y desgastando su vida poco a poco. El bien que nos hicieron no se puede medir, ni podemos recompensarlo adecuadamente. Sus siempre escasos salarios no pueden ni siquiera comenzar a pagar la deuda que los alumnos y la sociedad entera tenemos con los que han dedicado su vida a enseñar y educar.

Como dice el refrán español, es de bien nacidos ser agradecidos, así que he pensado que era una buena idea escribir una oración para pedir por mis antiguos profesores. La traigo al blog por si a alguien le sirviera para pedir por los suyos.

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