Los milagros y las leyes de la Física
Signos de la fe XVII. Hoy voy a intentar arrojar algo de luz sobre otra de esas dificultades que suelen tener las personas que comienzan a considerar el cristianismo desde fuera. A menudo se dice (en las últimas semanas lo he leído tres veces) que los milagros son algo absurdo en sí mismo, porque van contra las leyes de la Física o, en el mejor de los casos, porque Dios no crearía las leyes de la naturaleza para romperlas después.
A mi juicio, el núcleo de la solución a esta objeción reside en entender bien lo que son las leyes físicas. Para ilustrar este tema, comenzaré contándoles la instructiva historia de Olliver Physicsfan, ilustre científico y gloria de la Ciencia europea y mundial.
Physicsfan, ya desde muy joven, dio muestras de un gran entusiasmo por la Física. Se dice que la primera palabra que pronunció fue “Heisemberg”, aunque su antigua niñera opina más bien que lo que hizo el niño en aquella ocasión fue estornudar por primera vez en su vida. En cualquier caso, desde muy pequeño se interesó por el conocimiento científico en su vertiente física. Con ocho años, consiguió resolver él solo la ecuación matemática del arco descrito en el aire por un cuerpo impulsado por un fuerte golpe en su parte posterior. Parece ser que, cuando sus compañeros de clase se enteraron del descubrimiento realizado por Olliver, éste tuvo la ocasión de comprobar la validez de su fórmula, por experiencia propia y en repetidas ocasiones.


Casi siempre que he seguido un consejo sobre ir al cine a ver una película, me he arrepentido. En gran medida, los gustos son personales e intransferibles, así que es fácil no coincidir en ellos. Sin embargo, como ayer recibí un consejo de este tipo y me alegré de haberlo seguido, se lo transmito: si no lo han hecho ya, vayan a ver El Gran Torino, de Clint Eastwood.
En El Salvador, el día de la madre se celebra hoy, día 10 de mayo. Con este motivo, un lector de este blog, Cristhian, que fue testigo de Jehová y contó
Me encanta, a la vez que me estremece, el refrán español que compara algo con “poner una vela a Dios y otra al diablo”. El refranero tiene una capacidad sorprendente de trasladar ideas abstractas y doctrinas a imágenes sencillas y de fácil comprensión. En vez de hablar de la coherencia de vida, el compromiso o el discernimiento, habla de poner velas, algo que todos hemos hecho o hemos visto alguna vez. En este caso, la imagen es durísima, porque poner una vela al diablo es algo que una persona normal no puede imaginar sin estremecerse.



