La biblia de los evolucionistas de hoy
Estos días, uno de los libros más vendidos en los Estados Unidos es The World Without Us (El mundo sin nosotros), de Alan Weisman. Supongo que pronto será traducido al español y llegará a España, aunque, en nuestro país, este tipo de libros suele tener bastante menos éxito que allende los mares.
El tema de este libro, en principio, es bastante curioso. Especula sobre lo que sucedería en la tierra si (por razones que no especifica) la totalidad de los seres humanos desaparecieran de pronto, de ahí la referencia en el título a un mundo sin nosotros. Los bosques irían, poco a poco, volviendo a cubrir las ciudades, las centrales nucleares terminarían por fundirse o explotar, los plásticos tardarían miles de años en desaparecer, el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera se iría reduciendo paulatinamente…
A falta de leer el libro, lo que me gustaría comentar no son esas hipótesis, más o menos acertadas y sin mucha importancia práctica (después de todo, un mundo “sin nosotros” habría dejado de ser nuestra responsabilidad, digo yo). Me llaman más la atención algunas valoraciones de los temas tratados que han recogido las reseñas y que, en mi opinión, revelan la enorme confusión que se esconde detrás del Evolucionismo de pacotilla de nuestra época.

El otro día estuve discutiendo, en los comentarios de un artículo, el papel de la Tradición en la Iglesia. Creo que es un tema que conviene clarificar, porque he observado que, en muchos casos, se plantean los distintos temas “polémicos”, como la autoridad en la Iglesia, el sacerdocio de la mujer, el celibato, la liturgia, etc., como si no existiera esa Tradición o no fuera más que un conjunto de datos puramente históricos que nada tienen que ver con nuestra época.
Caminar por la orilla del mar ayuda bastante a pensar sobre las cosas de Dios. Y si no, que se lo pregunten a San Agustín. Yo, más modestamente, paseando por las playas de la Manga, me he fijado en un castillo de arena. Sin duda, había sido construido con gran trabajo y mucho tiempo, porque era un buen castillo, pero bastó un segundo para que una ola más grande que las demás lo destruyera totalmente y apenas quedara nada. Vanidad de vanidades, como dice el Eclesiastés.
Hoy, 8 de septiembre, la Iglesia conmemora la Natividad (el nacimiento) de la Virgen. Es una fiesta muy antigua, que se celebra desde el siglo VI.
Me ha parecido muy significativo un artículo publicado ayer aquí, en Religión Digital, titulado “



