Papá, ¿me he hecho daño?
Voy a contarles algo que quizá les suene a los que tienen hijos o sobrinos pequeños. Mi hija Cecilia tiene ahora mismo algo menos de dos años, lo cual quiere decir que se pasa el día corriendo de un sitio a otro sin parar, normalmente sin mirar a dónde va. Su parecido con el correcaminos es sorprendente: un momento la ves y otro ya no sabes donde está.
Como aún no está muy familiarizada con las leyes de la física y el equilibrio, sus carreras a menudo terminan en el suelo. Tenemos en casa una buena provisión de tiritas con dibujos de perritos para ponerle si se hace un rasguño, de manera que pueda luego pasarse el día entero enseñándoselas a todo el mundo.