Testigo de lo bueno que es el Señor. Una conversión
Un lector de este blog, Cristhian, me ha enviado este relato de su conversión al cristianismo, después de haber sido testigo de Jehová, de haber caído en la desesperación y de haber intentado suicidarse.
Me ha llamado la atención que, como bien muestra el propio nombre de Cristhian, un elemento esencial de su conversión fue descubrir lo fantástico que es, simplemente, ser cristiano. Es decir, un verdadero Hijo de Dios por adopción, ungido por el Espíritu Santo y llamado participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo. No hay nada mejor que eso, ni en este mundo ni en el otro.
Me ha encantado, una vez más, descubrir que el Espíritu Santo actúa en la debilidad de los que se ponen en sus manos, a pesar de sus defectos y carencias. Su catequista me ha recordado a San Pablo: “Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fueron con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios".
Siempre que leo un relato de conversión, me veo impulsado a alabar y bendecir a Dios, que realiza estos milagros en la vida de los hombres. Espero que a todo el que lea estas páginas le suceda lo mismo.

Mi hermano se casó el lunes pasado, en Madrid. De entre las muchas cosas que me gustaron de la ceremonia, quiero compartir con los lectores la bendición sobre los esposos que contempla la liturgia del matrimonio (como una de tres opciones posibles). Es, en mi opinión, una de las oraciones más hermosas de la liturgia actual de la Iglesia, muy bíblica y llena de belleza y profundo espíritu cristiano.
Al leer la experiencia de
Una lectora, Victoria, me ha enviado este relato de su conversión y vuelta a la Iglesia.
Este último fin de semana, algo más largo de lo habitual, aprovechamos mi mujer y yo, junto con nuestros hijos, para dar una vuelta por tierras galaicas. Visitamos por primera vez Mondoñedo, una preciosa ciudad en miniatura, agrupada en torno a su catedral y rodeada de montañas, bosques y espesura. Vista de lejos, se diría casi una ciudad francesa de los Pirineos transplantada por encantamiento al noroeste de España.



