8.04.09

Tú que lees estas líneas

Recorriendo las calles de Verona hace un par de semanas, entré en una pequeña iglesia cerca de la Piazza Signori, con el bonito nombre de Santa María la Antigua. El interior no era nada especial desde el punto de vista artístico, así que, después de arrodillarme ante el Dueño de la casa y de pedir por mis lectores y otras intenciones, como acostumbro a hacer en esas ocasiones, decidí marcharme a seguir viendo la ciudad.

Estaba a punto de salir, cuando llamó mi atención una losa de piedra, en una capillita lateral, con una larga inscripción en latín. No se trataba, como sucede en otras ocasiones, de alabanzas a un noble o a un rico comerciante por las donaciones que habían hecho, sino de una preciosa historia, sucedida en el s. XVIII.

Empieza la inscripción de una forma verdaderamente magistral, captando la atención con una de esas frases latinas tan sonoras y vibrantes: Arcana eligentis dei revere qui legis. Tú que lees estas líneas, asómbrate de los misterios de la elección de Dios. Sólo con leer esa frase ya quedé sobrecogido.

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6.04.09

Creo por la fe de Gallizo

Signos de la fe XIV. Gallizo, desde su postura fundamentalmente atea y materialista, ha hablado varias veces en este blog de la diferencia entre la ciencia y la fe, como si la primera fuera la respuesta a todos los interrogantes humanos y la segunda fuese algo esotérico y ajeno a su experiencia y, probablemente, a lo sensato y razonable.

Se trata de una actitud frecuente entre las personas no cristianas y estoy convencido, por supuesto, de que son afirmaciones sinceras y de buena fe. Sin embargo, lo cierto es que este tipo de argumentos me impresionarían más si Gallizo y la totalidad de los materialistas que en el mundo han sido no utilizaran todos los días la fe. Más aún, si no estuvieran utilizando la fe precisamente en el momento en que intentan convencerme de que tener fe es algo irracional.

¿Parece un juego de palabras? No lo es en absoluto, como veremos. Es simplemente el fruto inmediato de analizar lo que hacemos, pensamos y decimos todos los días. Aunque lo que he dicho es cierto en multitud de aspectos distintos, vamos a centrarnos esta vez en un punto muy sencillo: la relación con otras personas.

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3.04.09

Un Patriarca original y muchos niños georgianos

He leído una noticia que me ha resultado muy curiosa y que no sé muy bien cómo interpretar, así que espero que la opinión de los lectores me ayude a aclararme un poco. Parece ser que Georgia tiene graves problemas de natalidad, como España, y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Georgia, la religión mayoritaria en el país, decidió tomar cartas en el asunto.

¿Qué hizo el Patriarca? No se limitó a hablar en general de las maravillas de tener hijos, ni pronunció discursos sobre la importancia para el país de una renovación de la población, ni tampoco afirmó que la culpa era del gobierno o de la sociedad para lavarse las manos. Consideró que lo mejor era implicarse de forma concreta y visible. Anunció de forma pública que él bautizaría personalmente a todos los niños nacidos de parejas que ya hubieran tenido dos hijos anteriormente.

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28.03.09

Felicidades, Don Antonio María

Hoy sábado celebra Don Antonio María Rouco, cardenal arzobispo de Madrid, sus bodas de oro como sacerdote. Como es lógico, D. Antonio no me conoce, no ha oído nunca hablar de mí y no va a leer esto que escribo, pero aun así para mí es una alegría poder felicitarle en esta ocasión, con este brevísimo post.

A fin de cuentas, esos cincuenta años como sacerdote y su tiempo como obispo de Madrid implican que, aunque no me conoce personalmente, entrega su vida día a día por mí, como diocesano suyo. Recíprocamente, como mi obispo, es mi obligación respetarle, obedecerle y rezar por él: que el Señor le recompense abundantemente por su fidelidad durante estos cincuenta años.

Cincuenta años como sacerdote son un milagro, que el mundo no puede comprender: cincuenta años dedicado en exclusiva al amor de Dios y de los hombres, cincuenta años con un sueldo ridículo, cincuenta años sometido a obediencia, cincuenta años poniendo el Plan de Dios por encima de sus propios planes. Basta pensar en cincuenta años perdonando pecados, ofreciendo el sacrificio de Cristo, proclamando el Evangelio, atendiendo a los pobres, confirmando en la fe, enseñando a tiempo y a destiempo… y uno se asombra ante las maravillas que Dios puede hacer con nosotros a poco que nos fiemos de él.

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25.03.09

Una pequeña aclaración para no creyentes

Quaestio quodlibetalis 14. En el artículo de hace unos días, uno de los lectores, Gallizo, hizo un comentario, refiriéndose a la doctrina cristiana de la Trinidad, que me resultó especialmente interesante:

en este debate Bruno, que también tiene formación científica, se planta con argumentos reales y objetivos como el 2+2=4 para demostrar mis supuestas contradicciones, pero en cambio no tiene ningún problema en aceptar que, desde sus creencias, 1+1+1=1

Otros comentarios me parecen interesantes porque se refieren a cuestiones muy complejas, que exigen muchísimas aclaraciones y cuestiones previas. En este caso, sin embargo, lo interesante es que el argumento de Gallizo es un simple malentendido. A pesar de que vivimos en un país históricamente cristiano, me he encontrado ya varias veces con este error de bulto sobre una doctrina central del cristianismo en muchos no creyentes (y, desgraciadamente, incluso en algunos creyentes que no aprendieron el catecismo de pequeños).

Empezaré por el principio. Los católicos creemos que Cristo es la Verdad, que en él no hay mentira alguna. Como una de las muchas consecuencias de eso, los católicos rechazamos la contradicción, el absurdo y la mentira como cualquier otra persona amante de la verdad. Los católicos no creemos en un Dios que es tres seres y un solo ser, es decir tres y uno a la vez en el mismo sentido. Eso es un absurdo que no significa nada. Sería como si dijéramos que es algo es bueno, malo e indiferente a la vez en el mismo sentido o que la figura que estamos dibujando es redonda, cuadrada y triangular a la vez o, como señalaba Gallizo, que 1+1+1=1: moveríamos los labios pero no estaríamos diciendo nada.

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