26.07.10

Un ginecólogo abortista sin pelos en la lengua

Incluyo unos párrafos, comentados en rojo por mí, de una entrevista a un ginecólogo abortista que ha aparecido en El Mercantil Valenciano y me ha parecido extraordinariaemente interesante. Este ginecólogo, Pere Enguix, es militantemente abortista y, como tal, dice las grandes barbaridades que se podrían esperar, confundiendo liberación de la mujer con el aborto y la conciencia moral con hacer lo que a cada uno le dé la gana.

Parece, sin embargo, que es también un hombre sin pelos en la lengua y, por ello, reconoce muchas de las cosas que oculta el pensamiento políticamente correcto. Como me parecen muy significativas, las señalo en negrita. Ojalá todos los antiabortistas se atrevieran a ser tan claros como este hombre.

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23.07.10

Autobuses patéticos

Siempre he tenido simpatía por los perdedores. Mi tendencia es a ponerme de parte de los diversos legitimistas europeos, los últimos de Filipinas, el Sur en la guerra de Secesión norteamericana o los emperadores en China. Cuando leo el relato de una batalla, no puedo evitar desear irracionalmente que gane quien sé que fue derrotado. Las causas más o menos perdidas tienen un aire de romanticismo que las hace especialmente atractivas, al margen de sus otras cualidades o falta de ellas.

Creo, sin embargo, que hay que distinguir esas románticas causas perdidas de la mera estupidez. Si, como sucede en la película Los hombres que miraban fijamente a las cabras, me empeño en que puedo atravesar paredes con la fuerza de la mente y me dedico a darme cabezazos periódicamente contra ellas, no soy un romántico, sino un necio y, en casos extremos, un suicida.

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21.07.10

Algunos principios ¿irrenunciables? de la arquitectura católica

Tras la interesante discusión en el artículo anterior sobre la iglesia diseñada por Rafael Moneo para San Sebastián, he ido recopilando algunos principios que creo que deberían ser esenciales a la hora de construir una iglesia. Seguro que los lectores pueden sugerir algunos principios más o matizar o criticar éstos.

Como decía un comentarista, no soy ningún experto en arquitectura y supongo que la mayoría de los comentaristas tampoco lo serán. Sin embargo, no creo que eso tenga nada que ver con este asunto. Necesito un arquitecto para calcular la profundidad que tienen que tener los cimientos de mi casa, pero no para decirme si quiero que la casa tenga dos pisos o uno solo, si me gustan las ventanas grandes o pequeñas o si deseo que la fachada sea amarilla o blanca.

Precisamente, lo más importante de estos principios está en resaltar que la construcción de una iglesia no es un problema únicamente arquitectónico. Ni siquiera principalmente arquitectónico, en el sentido técnico del término. La construcción de una iglesia está destinada a lo que va a suceder dentro de ella y todo debe estar dirigido a ese Misterio e inspirado por él.

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20.07.10

Otra iglesia de Moneo no, por favor

Cuando Moneo diseñó la Catedral de la diócesis de Los Ángeles, por no echarme a llorar, intenté ver el lado bueno del asunto. Pensé: “Al menos, tras ver este engendro, ya nadie más le encargará iglesias a este arquitecto. Cara nos ha salido la vacuna, a doscientos millones de dólares, pero sin duda es eficaz, porque después esta monstruosidad el nombre de Moneo irá a formar parte de la lista negra de arquitectos que incluye al diseñador de los cimientos de la Torre de Pisa, al arquitecto de Chernobyl y al que le prometió al faraón Keops que en un par de meses estaba terminada la pirámide”.

Parece ser, sin embargo, que la estupidez del ser humano es insondable (clara prueba, por cierto, de que somos más que meros animales, porque ningún animal tan estúpido podría sobrevivir durante mucho tiempo). Me entero hoy de que Moneo ha diseñado otra iglesia en San Sebastián, en un nuevo barrio junto al río, que se inaugurará próximamente.

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18.07.10

La primera vez

La primera vez que vemos o hacemos algo tiene siempre una fuerza especial para impresionarnos. La novedad llama nuestra atención y hace que nos fijemos en todo, que estemos alerta ante los más pequeños detalles y que grabemos la ocasión en nuestra memoria.

Luego, por desgracia, esa fuerza va siendo combatida por el efecto de la costumbre, que nos va insensibilizando ante lo que vemos. Como es lógico, esas “primeras veces” son especialmente frecuentes de niños: los primeros pasos, el primer día de colegio, la primera vez que se ve el mar… A medida que pasan los años, la frecuencia de esas primeras veces disminuye y, quizás por eso, las apreciamos de una forma especial. Hoy ha sido para mí una de esas ocasiones de “primera vez” para mí en la liturgia.

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